Domingo 1º de Adviento (C), 29 de noviembre de 2015 –Jer 33, 14-16; 1 Tes 3, 12 – 4, 2; Lc 21, 25-28. 34-36
Santos ante Dios nuestro padre (1 Tes 3, 13)
Nuestro Salvador está más cerca ahora que cuando nos bautizamos. Espera encontrarnos velando con fe inquebrantable.
Con cada día que pasa, más cerca estamos de la muerte y del encuentro definitivo con Jesús. Pero también con cada día que pasa, más lejos estamos de Jesús histórico, lo que pueda resultar en el olvido.
Es perjudicial el olvido. Es sinónimo de terquedad, degeneración, desconfianza, rebelión, avidez, envidia, idolatría, incomprensión, extravío, ingratitud (Sal 78, 11; 106, 13. 21).
En cambio, el recuerdo del Señor y de sus proezas se asocia con la obediencia, la confianza, la gratitud (Dt 5, 15; 7, 18; 15, 15; 32, 7; Ps 119, 153. 176). Asimismo, el recuerdo lleva a la confianza en la Providencia, a la vigilancia, la conversión, la comprensión, la fe, la fortaleza (Mt 16, 9; 24, 25; Mc 14, 72; Lc 24, 6. 8; Jn 2, 22; 15, 20; 16, 4).
Con razón se nos indica, pues, que recordar forma parte de nuestro llamamiento (2 Ped 1, 12-15), el cual tiene por fuente y cumbre la conmemoración de la muerte de Cristo hasta que vuelva. Nos capacita para esta vocación el Espíritu, agente de recuerdo (Jn 14, 26), no sea que, olvidándonos de nuestra forma de ser después de haberla mirado en el espejo, terminemos siendo solo oidores de la palabra, y no hacedores, abandonando a los pobres, amando solo de palabra (Stgo 1, 23; 1 Jn 3, 18; Gal 2, 10).
Es decisivo el recuerdo de Jesucristo, de su palabra y su ejemplo, de su entrega total y su resurrección. Es lo que nos alienta en momentos difíciles y nos da fuerza para mantenernos en pie, con la cabeza alzada, en medio de tribulaciones. Es lo que previene que abusemos de los confiados a nuestro cuidado, que se nos embote la mente con el vicio y la preocupación del dinero.
Es el recuerdo del pasado de Jesús que reaviva en nosotros la fe, la esperanza y el amor, de modo que, aprovechando y viviendo irreprensibles y tranquilos el presente, a pesar de las contrariedades de la vida, estemos listos para el futuro. En otras palabras, nos preparamos para la gloriosa venida de nuestro Salvador, acordándonos «de que vivimos en Jesucristo por la muerte de Jesucristo y que hemos de morir en Jesucristo por la vida de Jesucristo … » (SV.ES I:320).
Señor Jesús, haz que el recuerdo de ti lleve a que nos llamen «Señor-nuestra-justicia».
Increible redaccion, ¡mis felicitaciones!