Rom 7, 18-25; Sal 118; Lc 12,54-59.
“No hago el bien que quiero, sino que practico el mal que no quiero”
En el Evangelio, Jesús nos invita a ser más profundos, a mirar las señales del tiempo, a escuchar nuestro interior. A veces vivimos el día a día de una manera tan rutinaria, tan sin sentido, que no nos damos espacio para hacer un alto y reflexionar. Más hermosos que las montañas y más altos que las cordilleras, más hondos que los mares y más inquietos que los océanos, más son los misterios que están en ti y en mí y que apenas nos detenemos a admirar.
Es muy sabroso poder vivir teniendo conciencia de que soy hija, hijo de Dios y que este día es un regalo suyo para mí y que es un tiempo para escuchar a Dios en mí y en los demás, también en las cosas que nos ayudan a crecer. El Espíritu de Jesús nos habita y nos trabaja para el bien, para ayudar con ternura a los demás y para que sepamos reconocer el milagro que somos y los milagros que nos rodean.
Como el salmista también nosotros decimos: “Enséñame, Señor a gustar tus mandamientos”. Cómo él pidamos, y Dios actuará, enderezará la mala inclinación de nuestro corazón humano.
¡Gracias a Dios por Jesucristo Señor nuestro!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autora: María Elena Quiñonez, H.C.
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