Publicamos aquí algunos fragmentos de un documento de formación redactado por la Sociedad de San Vicente de Paúl en Brasil. Los Vicentinos nos dan algunos consejos, que vienen de su propia experiencia del contacto personal con el pobre, experiencia que adivinamos larga y profunda. Este magnífico texto muestra hasta qué punto las visitas a domicilio —intuición fundadora de la Sociedad de San Vicente de Paúl— siguen siendo pertinentes y de una gran actualidad para nuestro mundo contemporáneo, victima como subraya el Cardenal Sarah de la «globalización de la indiferencia».
La visita a domicilio es una experiencia única que nadie aprende o enseña, si no es con el corazón y como respuesta a una llamada de Dios para ser más generoso
En cada visita, aprendemos con los pobres. Nosotros tenemos la suerte de tener este contacto íntimo con Dios.[…] La visita a los pobres, en sus casas, es uno de los momentos más importantes en la vida de un Vicentino. Este momento debe ser la ocasión para aprender e intercambiar. Debemos hacer de ella un momento de oración. Tengamos una actitud disponible en la escucha, tengamos calma y la generosidad para comprender las dificultades y los límites de quien recibe la visita.
No debemos ‘invadir’ en nuestras visitas. Debemos saber respetar la vida privada de los pobres sea cual sea el lugar donde habitan. No debemos tomarnos por investigadores y querer en poco tiempo conocer todas las informaciones sobre la persona o la familia. La relación necesita tiempo para construirse. Este tiempo es necesario para que los pobres puedan compartir con los vicentinos, en un ambiente de confianza, sus problemas, sus limitaciones y sus sueños.
Debemos siempre tener cuidado para no juzgar a los que ayudamos. A menudo, nuestros juicios se basan sólo en nuestra propia realidad, olvidando que la realidad y la situación de cada uno es diferente de una persona a otra. […]
En muchos países, existen enfermedades de las que son víctimas las categorías sociales más pobres. […]Debemos ayudar a los pobres que padecen el uso de drogas o enfermedades incurables; es una manera de liberarlos de un mal devastador. En nuestras visitas a domicilio nos enfrentamos a tales situaciones, y por qué no decirlo, muy a menudo nos desesperamos. La miseria, la soledad, la falta de perspectivas son heridas para estos hermanos y hermanas. Cuando ellos son las víctimas, es todavía más difícil para nosotros el favorecer el desarrollo y obrar un auténtico cambio estructural en sus vidas. El simple hecho de ir hasta estas personas que sufren, procurando llevarles algo de esperanza a sus difíciles vidas es ya una gran ayuda. En numerosos casos, estas personas y estas familias están abandonadas por la sociedad y por los poderes públicos. Cuando alguien va a encontrarse con ellos personalmente, gratuitamente, es para ellos una manifestación de la presencia de Dios a su lado.
Fragmento de un documento de formación de la Sociedad de San Vicente de Paúl en Brasil.
Fuente: http://sssvpglobal.org
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