Barro Blanco y la nueva encíclica del papa Francisco

por | Jul 1, 2015 | El Papa, Formación | 0 Comentarios

Artículo de José Fitzgerald, CM, misionero vicenciano en Soloy, comarca Ngäbe-Buglé (tomado de «La estrella de Panamá», http://laestrella.com.pa):

panama1Cuando la alimentación es escasa, especialmente en julio, por estar entre cosechas, las familias ngäbe practican el ritual conocido como jurite , que junta las palabras ngäbere ‘casa’ y ‘compartir’. El jurite es la práctica de reciprocidad y solidaridad entre familias, que propone el reparto gratuito de los que tienen en abundancia con los que han tenido dificultades. La base espiritual de esta práctica de ‘compartir la casa’ es el reconocimiento de que hay un solo dueño de toda la creación, Dios, o Ngöbö en el lenguaje ngäbere. Todos vivimos en una sola casa, la casa de Dios, que es la tierra y todo lo que contiene.

A leer la encíclica del Papa Francisco ‘Alabado Seas: Sobre el Cuidado de la Casa Común’, uno puede imaginar en varias partes del documento que el Papa escribió la encíclica junto al río, sentado bajo un árbol de mango, escuchando los oprimidos de la ‘casa común’, tomando en serio la gran sabiduría que los pueblos ofrecen para ayudar el mundo entero a salir de la crisis actual, una crisis provocada por sobreponer los intereses económicos encima de lo ambiental, cultural y espiritual. El Papa critica directamente las grandes violaciones de los gobiernos y empresas contra los derechos de los pueblos como los ngäbe; señala los pecados contra la integridad de la creación de Dios por la imposición de proyectos que no consideran los efectos ambientales, culturales y espirituales como Barro Blanco; y presenta eso en consecuencia como una ofensa contra Dios en su plan para la renovación de la tierra y el cielo.

Con criterio equivocado, el ‘desarrollo’ no planificado a base de una ‘visión consumista del ser humano’ (Alabado Sea 144), los poderes económico y político, íntimamente vinculados, han negado los derechos de los ngäbe y han impuesto por la fuerza un proyecto que las comunidades han rechazado por más que 15 años. El papa dice que ‘en diversas partes del mundo, (los indígenas) son objeto de presiones para que abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos… que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la cultura’. La imposición de una represa que corta la vida del Río Sagrado Tabasará niega la migración de peces, cambia drásticamente el ecosistema que Dios ha establecido en este rincón de la tierra y no toma en cuenta la importancia social, cultural y espiritual del río para los ngäbe.

Los ngäbe bien saben cuál es el orden que Dios ha puesto en esta parte de la tierra, donde las aguas fuertes viene de la cordillera, caen sobre la tierra, bajan en las quebradas y son llevadas al mar por los caldosos ríos. El río para los ngäbe es un lugar sagrado, que, junto con los petroglifos de los antepasados, constituye la vena de vida por donde se mueven los seres espirituales que no vemos a plena vista. Con una sola represa, se mata ese orden para reemplazarlo por un lago artificial, que no es parte del ecosistema en esta parte del país. El argumento de los promotores del proyecto, de que la represa está fuera del territorio comarcal, es inválido desde el criterio de un pueblo que respeta el ecosistema local —ríos que nacen arriba y corren hacia el mar—.

El papa también expresa que ‘es indispensable prestar especial atención a las comunidades (indígenas) con sus tradiciones culturales. No son una simple minoría entre otras, sino los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios’. (Alabado Sea 146). Con razón los ngäbe no confían en mesas de ‘dialogo’ después de tantos años de ser irrespetados, engañados y no ser aceptados como verdaderos interlocutores en las decisiones que afectan drásticamente sus vidas. Los mecanismos de aprobación de estos proyectos no toman en cuenta a los afectados. Después de presentar estudios erróneos, los proyectos son aprobados sin considerar el fuerte rechazo de la población.

Reconociendo que los criterios para evaluar la viabilidad de un proyecto como Barro Blanco deben incluir mucho más que lo económico, el papa dice en la encíclica que, ‘para (los indígenas), la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores’. Y afirma que son ellos quienes conocen cómo el río Tabasará debe correr, diciendo que ‘cuando (los indígenas) permanecen en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los cuidan’ (Alabado Sea 146).

Otro argumento frecuente escuchado del gobierno y la empresa encargada de la obra es que la represa está casi terminada. Esto es como decir ‘el daño está hecho’. Según Geográfica Nacional, 72 represas fueron desmanteladas en los Estados Unidos en 2014 y casi 900 en los últimas dos décadas. Están recuperando los ecosistemas naturales para liberar los ríos, desarmando las hidroeléctricas después de un siglo de daños. Los peces están de nuevo migrando hace arriba donde han recuperado más que 1,100 kilómetros de ríos. No es tarde tomar la decisión responsable sobre Barro Blanco… desmantelar la construcción y dejar al río correr libre.

A la luz de la destrucción de casi todos los grandes ríos por de esta parte del país por efecto de la construcción de hidroeléctricas, sería un paso significativo colocar al río Tabasará bajo protección ambiental, social, cultural y espiritual, desde la cordillera hasta el mar. Y a la vez, resultará significativo aceptar que el estilo consumista de muchos causa daño a los más humildes.

Es el momento de escuchar ‘el grito de la tierra, el grito de los pobres’, como dice el papa, quien termina la encíclica diciendo que somos capaces de restablecer las relaciones dañadas y que podemos comprometernos a poner la vida por encima del egoísmo y materialismo. Podemos abrir nuestros ojos y nuestros corazones para ver de nuevo la grandeza del Señor en nuestra casa común. Podemos oír el milagro del agua del río de la montaña que desembarcar libremente al mar y gritar juntos, ‘¡Alabado sea!’.

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