1.- Esta es nuestra historia y nuestra vida
Introducción
La animación misionera realizada por JMV, desde 1984, ha facilitado que los jóvenes de JMV-España realizasen experiencias misioneras «Ad Gentes» durante los meses de vacaciones, un promedio de treinta por temporada. Tres años más tarde, en 1987, algunos de estos jóvenes comenzaron a permanecer como laicos en misiones durante varios años, mediante compromisos con renovación bianual, realizando diferentes tareas pastorales y siempre en relación con la Familia Vicenciana. A partir del año 1992, algunos de estos jóvenes plantean, varias veces, su deseo de buscar una alternativa que facilite continuar con estabilidad, su opción por la Misión como laicos y manteniendo su vínculo con la Familia Vicenciana.
A partir de este momento, se ha ido consolidando la inquietud de que la vivencia misionera no puede quedar reducida a una etapa juvenil, sino que puede ser una forma estable de concretar la vocación laical. Este descubrimiento debe encontrar fórmulas que apoyen su puesta en marcha y su continuidad futura. Se desarrollan numerosas consultas, diálogos, reuniones y poco a poco se va madurando la idea de crear una asociación, dentro de la Familia Vicenciana, que fomente, facilite, apoye y coordine la presencia y el trabajo misionero de los laicos en misiones «Ad Gentes» encomendadas a la Familia Vicenciana o animadas por ella.
Es evidente que el sustrato inicial de Misevi se encuentra en la animación misionera realizada por JMV, que ha facilitado que muchos jóvenes maduren en la asimilación de su vocación misionera, que se ha ido acrisolando a lo largo de la formación y los envíos misioneros, tanto temporales como permanentes.
En 1995 se inician los pasos para la creación de la asociación. Con el impulso del Superior General y el trabajo de muchas personas en julio de 1997 se aprueban los primeros estatutos de Misevi España.
La andadura formal de Misevi se inicia en un un cursillo misionero en El Cisne en 18-10- 97, donde los jóvenes asumimos la responsabilidad de dinamizar la asociación para que facilitase la coordinación entre los laicos que llevaran más de dos años en misiones y pudiera apoyarlos humana, moral, espiritual y económicamente.
De dicha reunión salió nombrada una Comisión Gestora que comenzó a trabajar inmediatamente, manteniendo su primera reunión en Sevilla. Normalmente esta comisión se reune una vez cada dos meses y mantiene frecuente contacto por correo electrónico para el intercambio de informaciones y el seguimiento de los planes de trabajo.
Desde entonces, dicha Comisión Gestora mantiene contactos con todos aquéllos que estuvieron en misión Ad Gentes con JMV desde 1984: jóvenes, matrimonios, Padres, Hermanas; y ha actualizado el listado de personas y direcciones interesadas en este proyecto. Además se ha dividido internamente la responsabilidad de contactar con cada una de las comunidades misioneras donde viven los miembros de MISEVI.
Resaltamos la valiosa ayuda y el apoyo incondicional del P. Robert Maloney, sucesor de Vicente de Paúl, para la elaboración de los Estatutos nacionales e internacionales, que fueron aprobados el 5-7-98 y el 13-3-99 respectivamente. La puesta en marcha de los mismos se ratificará con la primera Asamblea General que se celebrará en la clausura del año jubilar 2.000.
También se deben destacar los primeros pasos de Misevi en nuevos paises: República Dominicana, Italia, Honduras…, facilitados cada tres años por los encuentros Iberoamericanos de JMV; junto al inicio de tomas de contacto y colaboración con Misevi- internacional. En esta línea debe valorarse tanto la incorporación de MISEVI a la reunión de coordinación mundial de la Familia Vicenciana, como su presencia en la 1ª Asamblea Internacional de JMV y en el Encuentro de Jóvenes Vicencianos, celebrados en Roma en agosto de año 2000.
Asimismo, en España, gracias a la colaboración económica de algunos miembros y a diferentes donativos, hemos puesto en marcha un fondo económico dedicado a los fines señalados por los Estatutos de MISEVI: futuro apoyo a la reinserción por enfermedad o jubilación, y a otras necesidades que puedan ir surgiendo.
Otras iniciativas de MISEVI-España han sido:
- Elaboración de una oración misionera que crea lazos espirituales entre los jóvenes enviados y todos los miembros de la Familia Vicenciana que oran con dicha intención.
- Edición de un tríptico de difusión de MISEVI que informa sobre los elementos constitutivos de la asociación e invita a ser miembro
- Realización de un concurso de logotipos para la obtención de un anagrama y un pin que simbolizan a la Asociación en el entorno de simpatizantes de MISEVI.
- Participación habitual en los cursillos de formación misionera de JMV, colaborando tanto en el ambiente y seguimiento personal de los candidatos, como en la preparación de las unidades didácticas, temas, ..
- Colaboración en los Encuentros nacionales de Torre de Benagalbón con diferentes talleres misioneros (Solidarios desde el Norte, Solidarios en el Sur) y otras tareas de sensibilización.
- Información de las actividades realizadas y los próximos proyectos, mediante una presencia asidua en la revista de JMV y otras campañas
- Se ha cultivado el conocimiento y la apertura al compartir con otros laicos y grupos
- Participación en 1998, en la Asamblea General de la Congregación de la Misión sobre el tema de la colaboración de toda la Familia Vicenciana para el servicio de los pobres en el tercer
- Representación ante organismos laicales misioneros, por ello hemos asumido la presencia de un miembro de la Comisión Gestora tanto en la Coordinadora Nacional de Asociaciones de Laicos Misioneros, como en el Comité de Patrocinadores de la Escuela de Formación San Pío X de
Pero, ¿por qué un documento de espiritualidad?
A lo largo de estos años hemos descubierto que, como asociación eclesial, debemos ahondar en nuestra espiritualidad propia de laicos, que debe ser, además, misionera y vicenciana, para que sea la base de la cotidianeidad de nuestro ser y nuestro hacer misionero. Debido a la preponderancia estadística de los religiosos y consagrados (entre nosotros HH.CC. y C.M.) con frecuencia se nos proponen fórmulas de vida y acción que deben ser discernidas en función de su coherencia con la identidad laical que nos caracteriza.
Al analizar el proceso vital seguido por alguno de nosotros y por otros laicos misioneros, descubrimos que si carecemos de principios y criterios de espiritualidad es relativamente fácil que el activismo de las urgencias y los modelos de cooperación y voluntariado oficial lleguen a influir excesivamente en nuestro modo de vida y vayan diluyendo la motivación cristiana que fundamenta nuestra vocación misionera.
Estamos convencidos que nuestra adhesión a Cristo, nuestra fe, es el centro y motor de la vida misionera. Nuestro fundamento laico, misionero y vicenciano es lo que da sentido a nuestro vivir. Esta espiritualidad es lo que hace distinta la opción por la misión a la del voluntario o el cooperante.
Por otra parte descubrimos que la tarea misionera es muy amplia, continuamente estamos recibiendo llamadas de nuevos sectores de la pastoral y de nuevos campos geográficos, por ello debemos asumir los criterios que nos ayuden a trabajar encarnados con los pobres, clarificando así nuestra identidad vicenciana, pues nuestra vocación no es ir a una parroquia, ni siquiera a una diócesis, sino por toda la tierra (S.Vicente).
Además, deseamos vivir y permanecer en la misión como laicos, en comunión eclesial desde la Familia Vicenciana. Queremos sentirnos miembros enviados por esta familia y aportar nuestra vitalidad a la renovación del carisma. Esto exige que profundicemos en nuestra espiritualidad.
2.- Bases de la espiritualidad Misionera Vicenciana
2.1.- ¿Qué se entiende por espiritualidad?
La Espiritualidad es el conjunto de motivaciones fuertes y profundamente evangélicas que fundamentan y dan sentido a nuestra esperanza, nuestra fidelidad y nuestro compromiso con la Iglesia, para vivir el seguimiento de Jesucristo, alentados por el Espíritu Santo.
Dicha espiritualidad se va definiendo según nos adherimos a Jesús desde una fe personalizada, con la vivencia comunitaria de la misma. Este documento de espiritualidad servirá como marco de referencia para quien la acepta como planteamiento de vida o como carta de presentación para quien se acerque a nuestra asociación.
Es un modo histórico de comprender y asumir el Evangelio, los pasos de Cristo, la vida según el Espíritu. Es un don que se pide por inspiración Divina, pero requiere de nuestra respuesta amorosa y corresponsable. Cada uno, según sus dones y funciones, debe avanzar con decisión por el camino de la fe viva, que suscita esperanza y se traduce en obras de amor (LG, 41).
Sin embargo, la Espiritualidad no es algo etéreo, debe profundizar en los temas principales de la vida cristiana y actualizarlos según las exigencias de la misión y las necesidades de los pobres, por lo tanto debe estar en consonancia con el contexto sociocultural y eclesial en que se encuentre.
2.2.- Espiritualidad misionera
En la Espiritualidad Misionera se deben tener los ojos fijos en Jesucristo como misionero del Padre, que ha venido para llevar a cumplimiento el plan de salvación ofrecido a toda la humanidad y a cada una de las personas. Es cierto que toda espiritualidad debe tener una dimensión misionera, pero lo específico de la espiritualidad misionera se centra en vivir el misterio de Cristo «enviado» a evangelizar (R.M., 88).
Si podemos diferenciar cuatro formas o niveles en la vivencia de la misión, podremos descubrir otras cuatro matizaciones de la identidad y la espiritualidad misionera:
- Afirmamos que todo cristiano es misionero; en este sentido toda espiritualidad tiene una dimensión misionera que consiste en colaborar con la explicitación del Reino de
- También conocemos a cristianos que centran su vida interior, oración y ascetismo en la difusión de la Buena Noticia hacia los no Aquí entra desde la oración de tantos ancianos, religiosos, comunidades, a grandes místicos como Sta. Teresa de Lisieux.
- Asimismo podemos descubrir cristianos comprometidos que promueven intensamente la difusión del evangelio entre los no creyentes, a través del uso de los medios de comunicación, facilitando la difusión de miles de ejemplares de la Biblia, dando a conocer los proyectos e instituciones sociales de la Iglesia en favor de las
- Finalmente está la espiritualidad de aquellos cristianos que se descubren en una vocación misionera específica, que se comprometen en la actividad evangelizadora directa, proclamando el Evangelio entre los no-cristianos y que se empeñan en la constitución de nuevas comunidades Normalmente esta vocación misionera agarra a la persona en su totalidad y llega a ser una opción de por vida; es una vocación especial (R.M., 27) que se vive con una espiritualidad específica (R.M.87)
La espiritualidad misionera se diversifica en función de las distintas vocaciones y carismas, por ello habrá variaciones en las formas de imitar a Jesucristo Misionero, en la oración, en el apostolado, en las formas de inculturación, en las obras sociales que se promueven, en los destinatarios…
2.3.- Espiritualidad vicenciana
La espiritualidad vicenciana se caracteriza por el encuentro con Cristo a través de los pobres. Cristo nos revela el amor infinito de Dios a los hombres y nos invita a ocuparnos de la salvación de todos los hermanos. Se contempla a Cristo como Adorador del Padre y Servidor de los pobres.
Sólo la fe permite ver la realidad auténtica de las cosas tal como son ante Dios, por ella podemos descubrir a Cristo en los pobres ya que cuando se sirve a los pobres, si sirve a Jesucristo… y esto es tan cierto como que estamos aquí presentes (XI,240); para poder realizar esta lectura hay que pedir a Dios la ayuda de la gracia y centrarse en la contemplación del modo de obrar de Jesucristo: Miremos al Hijo de Dios. ¡Que corazón más caritativo! ¡Qué llama de amor! ¡Oh Salvador! Fuente del amor humillado hasta el suplicio infame de la cruz. ¿Quién ha amado como Tú?. Hermanos míos, si tuviéramos un poco de ese amor , ¿nos quedaríamos con los brazos cruzados? ¿Dejaríamos morir a todos esos que podríamos asistir? No. La caridad no puede permanecer ociosa, sino que nos mueve a la salvación y el consuelo de los demás (XI, 132).
Es preciso asumir los sentimientos del corazón de Cristo, lleno de misericordia para con los hombres …quienes han sido llamados a continuar la misión de Cristo, deberán llenarse de sus mismos sentimientos y afectos… para seguir fielmente sus huellas (introd. Reglas Comunes). Esta identificación con Jesucristo hará que surja en los vicencianos un espíritu propio caracterizado por la sencillez, la humildad, la mansedumbre, la mortificación, y la caridad o el celo por la salvación.
La misión pertenece al meollo del pensamiento y de la actividad de Vicente de Paúl, pues encauzó toda su vocación hacia el pobre pueblo que se condena por no saber las cosas necesarias para la salvación y por carecer de los medios necesarios para vivir dignamente y desarrollar su dignidad de hijos de Dios.
El Sr. Vicente insistió vehementemente en infundir en sus discípulos el espíritu de disponibilidad para ir a cualquier lugar del mundo, haciendo realidad el mandato evangelizador del Señor resucitado. La sensibilidad misionera vicenciana se explica desde la contemplación de la misma misión del Hijo de Dios y de la misión evangelizadora de la Iglesia, enviada por Jesucristo a toda la tierra: ¿Qué quiere decir misionero? Quiere decir enviado, enviado de Dios; a vosotros os ha dicho el Señor: «Id por todo el mundo y proclamad la buena Nueva a toda la creación» (XI,342). Por ello toda la familia vicenciana se siente llamada y enviada, en nombre de Jesús y de la Iglesia, a predicar el evangelio y a servir a los pobres sin límites de ninguna clase.
Entendemos que todas las personas somos sujetos del Amor de Dios y objetos de la propia liberación y desarrollo, pero aceptar esta espiritualidad vicenciana nos lleva además, a ser sujetos de la comunión con los pobres y objetos de su evangelización. Debe existir en nosotros una preocupación permanente de actualizar el Espíritu Vicenciano y encarnada en las diferentes realidades, desde un conocimiento crítico, estando atentos a cambios, retos, progresos…, siendo fieles a nuestra raíz laica y vicenciana, dando respuesta al Evangelio. El lenguaje vicenciano debe ser: de obras que promueven la Justicia, de palabras que proclaman la misericordia de Dios, de relaciones que crean comunidad con los pobres.
La espiritualidad vicenciana está enriquecida por la contemplación de María que nos anima a perseverar tanto en el reconocimiento de la acción de Dios en la Historia, como en los gestos de servicialidad que construyen el Reino. Su SÍ, y las manifestaciones marianas de 1830 nos animan a cultivar nuestra disponibilidad y entrega evangelizadora, especialmente a favor de los jóvenes marginados.
3.- Percibimos el Reino en estos procesos gozosos/positivos
Los laicos misioneros percibimos que el Reino está presente en medio de nosotros como don de Dios y como resultado del trabajo de las personas de buena voluntad, con ello nuestra esperanza se consolida. Esta presencia se percibe en los siguientes signos:
- Constatamos que en muchas culturas afloran elementos profundamente humanizadores: mayor conciencia de los Derechos Humanos que deben facilitarse a todas las minorías sociales; se extiende la educación primaria a amplios sectores de población; se promueve la libertad en todas sus expresiones; el asociacionismo y la democracia se consolidan como sistemas políticos deseables; las nuevas tecnologías de comunicación e información facilitan una cultura global.
- Se ha desarrollado una mayor conciencia social hacia los más necesitados, tanto en el entorno próximo como a nivel mundial, que mueve a buena parte de los laicos a buscar formas concretas de adherirse y colaborar en programas de solución de los problemas de desarrollo, de igualdad-discriminación, de paz, de ecología Es una aspiración a la fraternidad y lamutua ayuda universales, sin distinción de razas, condición social o credos, para luchar por la superación de los múltiples fenómenos de exclusión social. Este es uno de los signos más elocuentes para la cultura actual.
- Se está produciendo un cambio esperanzador en la actitud de los laicos frente a la acción evangelizadora. Poco a poco el laico va asumiendo la responsabilidad, adquirida en el Bautismo y reforzada en la Confirmación, de sentirse protagonista en la misión de transmitir el mensaje del Evangelio en los diferentes ambientes Se descubre que la fe en Jesucristo, conlleva anunciar la Buena Nueva con hechos y signos que, ya ahora, manifiesten la presencia del Reino, mediante personas íntegras, libres y responsables que ayuden a transformar la sociedad, haciendo que el progreso lleve a una fraternidad nueva de paz y de trascendencia. La Familia Vicenciana está creciendo en identidad, en planteamientos comunes y en retos de promoción / evangelización de los pobres.
- Como consecuencia de lo anterior, en la actualidad se está realizando un florecimiento de cauces a través de los cuales se invita a los laicos a comprometerse en la evangelización y el desarrollo fuera de nuestras Existen múltiples convocatorias a diferentes actividades orientadas a que jóvenes y mayores tengan experiencia de estancia y colaboración en alguna misión durante sus vacaciones o periodos de algunos meses. Esta acogida es un generoso servicio que hacen las jóvenes iglesias al primer mundo y a las comunidades más antiguas, pero exige una seria preparación previa, pues hay que plantearse el envío para experiencias breves no sólo desde el punto de vista de la persona que es enviado o de quienes la envían, sino fundamentalmente desde las necesidades de la misión y de las comunidades y gentes a quienes se les envía.
- La proliferación de ONG de carácter social es una muestra inequívoca de la sensibilización y deseo de solidaridad de la sociedad actual, es un voluntariado no confesional que convoca a muchas personas que quieren participar en tareas solidarias.
- En las Asociaciones vicencianas los jóvenes optan por vivir comunitariamente los valores del Evangelio desde la gratitud, el servicio, la humildad y la austeridad, dando su tiempo y su vida tanto a proyectos sociales concretos en su propia cultura, como en la colaboración evangelizadora en misiones «ad-gentes». Buena prueba de esto son las Comunidades Permanentes de Servicio y las Comunidades Permanentes de Misiones que ha puesto en marcha JMV de España en los últimos años.
Todos estos son signos gozosos que nos hacen sentir que el Reino se está haciendo realidad YA, aquí y ahora; es el don de Señor a los esfuerzos misioneros de su Iglesia.
4.- Somos interpelados por la realidad
La presencia del Reino entre nosotros no nos impide ser conscientes de que todavía hay muchas realidades humanas necesitadas de sanación para superar diferentes pobrezas y contrasignos. Para comprometerse a favor de la misión es preciso realizar un adecuado análisis crítico de la sociedad y de las experiencias religiosas de nuestro tiempo.
Los elementos negativos y las dificultades nos ayudaran a abrirnos a la gracia del Señor y a descubrir dónde debemos insistir con constancia y creatividad.
Entre los rasgos de nuestra sociedad que más nos interpelan, destacamos:
- Vivimos en una cultura dominante marcada por contravalores, donde es más importante el tener que el ser: fuerte dominancia del consumismo, y sus elementos residuales como el paro, la competitividad y el individualismo, la desestructuración familiar e incremento de los hogares monoparentales, la violencia-delincuencia, drogadicción… Todo ello en un contexto global de agudización de la pobreza y exclusión de amplios grupos de personas.
- La globalización y el neoliberalismo son sistemas económicos injustos, que generan riqueza para una minoría, mientras que un número creciente de países encuentran nuevas pobrezas junto a profundas situaciones de injusticia como la deuda externa, las migraciones, la dictadura y corrupción de los gobiernos por parte de las multinacionales, la restricción de los derechos sociales básicos (salud, educación, vivienda), el narcotráfico y las mafias.
- Las culturas críticas y alternativas tienen fuerte dificultad tanto en mantenerse como oferta signficativa socialmente como en renovar su identidad ante la evolución de la historia.
- Los programas de voluntariado y cooperación internacional muchas veces terminan atrapados por la espiral de burocracia y por el gran peso de los sueldos de personal expatriado.
- Auge del movimiento «New Age» y crecimiento de sectas y movimientos para- religiosos que buscan dar sentido a la necesidad de trascendencia de las personas.
A nivel eclesial también percibimos diferentes elementos que nos invitan a trabajar para que la comunidad cristiana esté más abierta a la construcción del Reino:
- Las parroquias no son una auténtica vertebración de la comunión entre las comunidades, se dejan llevar del inmovilismo, o de la burocracia, sin que los sacramentos sean la fiesta de la vida en el Espíritu, sin que se termine de asumir todo lo que implica el Concilio Vaticano II.
- La vida cotidiana de la Iglesia no atrae con garra a los jóvenes y, aún los que participan en grupos y movimientos cristianos, ofrecen resistencia a la opción vocacional desde la serenidad y la generosidad.
- En occidente es bastante frecuente la doble imagen negativa de que la jerarquía está distante del pueblo, y de la acumulación excesiva de bienes por parte de la Iglesia.
- No acaba de reconocerse la vitalidad de las iglesias del sur, facilitándose más apoyos en la formación de sus animadores y valorando las aportaciones de los laicos y de los jóvenes.
También en la vida de los misioneros descubrimos algunas tentaciones que debemos superar:
- Tentación del protagonismo: pensar que somos insustituibles, incluso desde el paternalismo, no sabiendo confiar ni trabajar en Para ello será preciso ayudar a percibir los límites y la fragilidad de cada uno, descubriendo que hay un único Pastor que hace fecundos todos los trabajos.
- Tentación del fatalismo: centrarse en el conformismo, en el desánimo ante la falta de resultados Hay que convencerse de que el Señor está siempre al lado de los que trabajan en la construcción del Reino.
- Tentación del narcisismo: centrándose sólo en uno mismo, buscando acomodarse a una vida más o menos burguesa, llegando a trabajar sólo en los campos que nos resultan más fáciles o conocidos, siendo preciso vivir desde la dinámica redentora de la cruz de Cristo, desde el plan salvífico de Dios.
- Tentación del activismo: actuar en múltiples compromisos sin la reflexión y discernimiento en el Espíritu, sin motivaciones del fe y sin espacios para la contemplación; para superar estas visiones parciales, debemos potenciar la comunión y la sensibilidad de estar participando del Reino.
5.- Explicitando nuestra identidad misionera
La principal tarea de la Iglesia es la evangelización (EN 1,14), ser signo y sacramento del Reino de Dios entre los hombres; un Reino de amor, libertad, justicia, paz. Y puesto que la misión es el elemento inicial de la evangelización, todo seguidor de Jesucristo participa de esta tarea.
5.1.- Somos laicos
Por el Bautismo nos sentimos elegidos por Dios e invitados a acoger la salvación. Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de valorar (Lc. 1,34-35) y elegir esta llamada, de Dios que habita en nosotros (1 Pe. 1,23), estableciendo una comunión íntima con Cristo, (ChL. 9), como los sarmientos y la vid (Jn. 15,4), para llenarnos de Él.
En la opción de fe recibimos el título de Hijos de Dios en Cristo (LG. 15, 31, 32) y nos despojamos del «hombre viejo» para revestirnos del «hombre nuevo», del mismo Cristo (Gál. 3,27) (ChL. 12).Por el bautismo nos incorporamos como laicos al Pueblo de Dios, al que está invitado todo el género humano, (LG. 9) y al que debemos amar y servir como Cristo amó y sirvió (Jn. 13,12-16).
Como laicos participamos del oficio sacerdotal de Cristo (LG. 34), ofreciéndonos a nosotros mismos con total generosidad en el día a día (1 Pe. 2,5-9), estando dispuestos a entregar lo que somos y lo que tenemos, nuestra propia vida, en favor del Reino (ChL. 14).
También participamos en el oficio profético (LG. 35), anunciando el Evangelio con palabras y obras, haciendo presente a Cristo en nuestro vivir diario y denunciando las injusticias que existen en nuestro mundo (ChL. 14).
Asimismo participamos del oficio real (LG. 36), reflejamos y proclamamos que Cristo es Rey, que está por encima de todo lo terrenal y que el debe ser el valor primero de nuestras vidas (Rm. 6,12-14).
Como laicos debemos tener una postura crítica ante la realidad, iluminada desde el carisma vicenciano, debe existir una preocupación permanente de actualizar el espíritu vicenciano y encarnarlo en las diferentes realidades desde un conocimiento crítico, estando atentos a cambios, retos, progresos, dando respuestas de Evangelio. Esto supone una preocupación permanente por la autoformación y la capacitación específica según las necesidades de los pobres.
Los laicos nos introducimos en estructuras, ambientes y organizaciones sociales, aportando nuestra condición de Iglesia. Se conjugan ANUNCIO (área de evangelización), VIDA (área social) y CELEBRACIÓN (área de liturgia) de la Buena Noticia en los diversos lugares donde estamos insertos.
5.2. – Vivimos la identidad misionera
Vivimos el ser misionero desde la vocación a la santidad, común a todos los cristianos, y la hacemos vida por la fe, la esperanza y la caridad (AA.4).
La fe es la aceptación del don que recibimos gratuitamente, como el gran regalo por el que nos abandonamos totalmente en Dios Padre, poniéndonos en sus manos y desarrollando una nueva sensibilidad para descubrir su Presencia en el mundo (He. 17,28).
La esperanza completa a la fe para vivir en continua actitud de confianza en Dios, esperando a que sea Dios quien nos guíe y actúe en nosotros, viviendo desde la humildad y sencillez del que se deja llevar con total confianza.
La caridad nos lleva a amar a Dios porque nos ha elegido, dando su vida por nosotros (LG. 42) y nos ofrece una escala de valores para nuestra felicidad(1 13,1-3) descubriendo que el amor al prójimo es la mejor expresión del amor a Dios, haciéndonos como Cristo personas «para todos» (Flp. 2,5).
Esta llamada a la santidad laical, nos compromete con las diversas realidades humanas, nos invita a hacemos presentes en el mundo (ChL. 17), en nuestra realidad temporal, intentando transformarla según la voluntad del Padre, según los valores del Evangelio.
5.2.1.- Docilidad al Espíritu Santo
Los discípulos de Jesús nos mostraron el camino para adquirir una espiritualidad misionera. Ellos aprendieron a ser Apóstoles de forma gradual, imitando en su vida el ejemplo de Jesucristo, «el primer apostol» enviado por el Padre. El Espíritu los convirtió en «testigos valientes de Cristo y preclaros anunciadores de su Palabra» (RM, 87). El Espíritu transformó a unos seguidores temerosos, dándoles una vida, una oración, un apostolado, una entrega radical… nuevos, desde una nueva visión de Dios, del mundo y de sí mismos.
Igual que los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo, se dejaron guiar por Él en la determinación de los lugares, pueblos y métodos de la evangelización (RM,24), la misión también es fruto de impulso dinámico del mismo Espíritu Santo, que mueve a los misioneros a convertirse en el seguimiento de Jesucristo y a suscitar en su contemporáneos una actitud semejante.
Toda vida misionera auténtica debe vivirse en la alegría interior que da el Espíritu a quien vive de la fe, pues en Cristo encontramos la verdadera esperanza. «Si es cierto que hemos sido llamados a llevar a nuestro alrededor y por todo el mundo el amor de Dios, si hemos de inflamar con él a todas las naciones, si tenemos la vocación de ir a encender ese fuego divino por toda la tierra, si esto es así, ¡Cuánto he de arder yo mismo con este fuego divino!» (Vicente de Paúl).
5.2.2.- Viviendo en actitud de inculturación
Cristo, al encarnarse, ha sido capaz de superar las distancias y barreras entre lo humano y lo divino. Gracias a su humanidad las personas no se sienten lejos de Dios, más bien se descubren como hijos y herederos de la promesa (Gál, 4,4-7). Cristo acepta al ser humano tal como es, y se hace pobre para encajar en nuestra debilidad «se despojó de si mismo, tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres» (Fil 2, 7-8).
El proceso de compartir la condición humano-cultural del pueblo al que se es enviado, es un dinamismo sin fin, que acompaña permanentemente a todo misionero. La encarnación o inculturación es un éxodo continuado de uno mismo hacia el desapego y la renuncia, aceptando las incomprensiones y los fracasos, en el cumplimiento de la misión, a ejemplo de Jesucristo. Quien se encarna verdaderamente en un pueblo debe estar dispuesto a implicar y a entregar toda su vida en esta tarea.
Los laicos misioneros, como elegidos y enviados, somos continuadores de la vida y misión de Jesucristo, en una realidad concreta, en un momento determinado de la historia al que debemos responder con total entrega y generosidad, pues:
- para conocer una realidad hay que experimentarla,
- para amar una realidad hay que sufrirla,
- para transformar una realidad hay que formar parte de ella.
Nuestra Misión en el mundo se debe realizar junto al pobre, con los más débiles (Mt 25,40), optando por ellos, ayudando a dignificar su vivir y sentir en el mundo, viviendo con ellos la caridad apostólica: atención, ternura, compasión, acogida, disponibilidad… al estilo de Vicente de Paúl que entregó toda su vida y su amor al servicio de los pobres. «Los pobres son mi peso y mi dolor» «Los pobres son nuestros amos y señores, somos indignos de rendirles nuestro pequeño servicio».
La espiritualidad misionera conduce a una auténtica inculturación (RM 88), con ella el misionero se vuelve uno más de aquellos a los que es enviado, se convierte en un «hermano universal» que descubre los valores de la nueva cultura que le acoge y le ayuda a percibirlos y enriquecerlos en la comunión eclesial.
5.2.3.- Apoyando y compartiendo procesos de solidaridad.
Jesucristo resume su vida en anunciar a los pobres que la Buena Noticia del Reino es para ellos (Lc 4,18). Muestra que Dios Padre es amor porque ama a aquellos que nadie ama, a los que están «cansados y oprimidos» (Mt 11,28) por la doble experiencia del desprecio público y la desesperanza de no poder encontrar nunca la salvación en Dios.
La evangelización misionera tiene que constituir algo novedoso, anunciar que algo está cambiando para los pobres por voluntad y poder de Dios, esta novedad produce alegría y aumenta la libertad, pues el proyecto de Dios es que haya vida y fraternidad para todos.
«Acercándonos al pobre para acompañarlo y servirlo, hacemos lo que Cristo hizo por nosotros al encarnarse, al hacerse hermano nuestro, pobre como nosotros» (Puebla, 909). Por un lado, el amor a los pobres es un don que recibimos de Dios y que nos introduce en la dinámica de la misericordia con que Él ama a los pobres, por otra parte, es una exigencia de justicia que demanda realismo y búsqueda de eficacia.
«Venimos de una herencia limosnera, de caridades, de campañas de emergencia, de ayudas puntuales: que seguirán siendo necesarias, porque pobres y desgracias siempre los habrá, pero que no justifican que la solidaridad se quede ahí, puntual, coyuntural. Siempre hay que incidir también en la estructura. Y me parece que desde esa perspectiva deberíamos insistir cada vez más en la igualdad, como objeto de la solidaridad. Igualdad para las personas, igualdad para los pueblos; igualdad de dignidad, de derechos y de oportunidades.» (P. Casaldáliga).
El misionero debe buscar que los pobres se autopromocionen con dinámicas de implicación personal en proyectos que ayuden a la liberación de si mismos y de los más débiles. Será fundamental el crear conciencia de grupo y el desarrollo de una conciencia crítica sobre el estado de la sociedad y la tendencia a la autojustificación humana. Además se pueden apoyar proyectos concretos que faciliten el reparto equitativo de la riqueza entre todos los habitantes de la tierra, sin crear nuevas dependencias de los pueblos más empobrecidos, potenciando que ellos mismos sean protagonistas de su proceso de crecimiento.
Debemos ser conscientes de que la Caridad política exige que los cristianos vivamos nuestra identidad en clave social, sacando consecuencias de los valores evangélicos para el obrar cotidiano de los pueblos y las culturas. Esto conlleva el conocimiento y apoyo de los movimientos a favor de los Derechos Humanos, de la condonación de la deuda pública, de los movimientos sociales alternativos… La santidad hoy en día no es posible sin un compromiso por la justicia, sin una solidaridad con los pobres y oprimidos, por lo tanto, «el modelo de santidad de los fieles laicos tiene que incorporar la dimensión social de transformación del mundo según el plan de Dios.
5.2.4.- Construyendo la vida de la Iglesia
La espiritualidad misionera también se caracteriza por un profundo amor a la Iglesia. Igual que Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (Ef 5,25), de igual modo el misionero busca entregarse a sí mismo por la Iglesia, por el bien de todos (RM 89).
La experiencia personal de que la Palabra y la liturgia son el alimento principal de una verdadera vida espiritual, es el motor de buscar que todos las personas puedan participar de estos bienes que se ofrecen en la comunión de los discípulos de Jesús.
En las Iglesias particulares se realiza la Iglesia Universal. En la diversidad de comunidades eclesiales, en los diferentes grupos eclesiales y movimientos, en la variedad de carismas, dones y ministerios, en ellos toma cuerpo real el seguimiento de Cristo. Así se edifica la Iglesia, siempre alimentada por la Palabra y los sacramentos.
Además de apoyar la constitución de las comunidades eclesiales, el misionero debe buscar que todos los creyentes en el único Dios lleguen a confesarle con una comunión de vida, sacramentos y compromisos.
Nuestra misión en el seno de la Iglesia se caracterizará por:
- Aportar a la comunidad eclesial el carisma vicentino.
- Participar en las estructuras pastorales para impulsar las acciones de la Iglesia.
- Colaborar a nivel diocesano en la medida de las posibilidades.
- Promover la Familia Vicenciana en su organización y acción integral y conjunta.
- Presencia de laicos comprometidos: anuncio, celebración y vida.
6.- Concretando un estilo de vida
6.1.- Centrados en Jesucristo
Jesucristo es el misionero por excelencia, es el misionero enviado por el Padre para cumplir, de modo libre y gratuito, los designios del Padre, respondiendo así a la búsqueda humana de sentido y otorgando un horizonte a todas nuestras expectativas. En la contemplación de Jesucristo descubrimos que:
- Jesucristo fue el primer evangelizador (EN. 1,7) y anunció ante todo el Reino de Dios, cuyo núcleo/centro es la salvación.
- Hizo suya la voluntad de su Padre: Abbá, quien nos hace hijos suyos y hermanos los unos de los otros, en Dios (Rom. 8,14-17).
- Jesús vivió una opción preferencial por los más pobres y desposeídos, quienes una vez evangelizados se convierten en discípulos suyos (EN. 1,12).
- Entre sus actitudes podemos destacar la misericordia, la humildad, la sencillez, el amor y el servicio, llevado hasta las últimas consecuencias
- Jesucristo es fuente de espiritualidad que nos libera de las ambigüedades de nuestra historia.
Para vivir permanentemente en fidelidad a Jesucristo es preciso desarrollar una sensibilidad contemplativa que nos permita alentar los motivos de nuestro servicio a los pobres. Descubrimos que la oración y la contemplación son fundamentales en la espiritualidad misionera, pues el éxito de la misión no depende de los recursos humanos, el misionero debe ser un contemplativo en la acción, en caso contrario no podrá anunciar a Cristo de modo creíble (RM 91). Además, en la oración es donde se encuentra la fuerza para la proclamación misionera y la luz para los problemas personales y misioneros. «Dadme un hombre de oración y será capaz de todo» (Vicente de Paúl).
La vida espiritual de los misioneros debe ser cuidada con esmero:
- Facilitando tiempos diarios de oración, personal y comunitaria.
- Leyendo y meditando frecuente la Escritura.
- Comprometiéndose en la frecuente participación Eucarística.
- Ofreciendo unos días de ejercicios anuales.
- Planificando algunos encuentros comunitarios para compartir la vivencia espiritual.
6.2.- Optamos por la misión entre los pobres
Tanto la atención a los signos de los tiempos como la experiencia central de la vocación vicenciana nos invita a buscar a Jesucristo en la persona de los pobres, en su procesos de vida y de muerte.
La apremiante caridad de Cristo crucificado hace efectivo el amor afectivo, que queda muy ridiculizado cuando no se traduce en obras y en compromisos a favor de los afligidos y enfermos. «Amemos a Dios, hermanos míos, amemos a Dios, pero que sea a costa de nuestros brazos, que sea con el sudor de nuestra frente» (XI, 733).
Como Vicente de Paul, descubrimos que somos llamados a colaborar en la evangelización de los pueblos más necesitados y, a la vez, descubrir a Jesucristo en aquellos que ignoraran el significado de su encarnación y de la redención. «Dadle la vuelta a la medalla y veréis con las luces de la fe que ésos son los que nos representan al Hijo de Dios, que quiso ser pobre» (XI, 725).
Para vivir como vicencianos entre los pobres, nos proponemos:
- Buscar que nuestros lugares de vida y trabajo estén insertos en barrios populares, con un equipamiento semejante al de los pobres.
- Colaborar en los proyectos de autopromoción de los excluidos y de todo tipo de pobrezas, potenciando proyectos educativos no formales, participativos y liberadores.
- Vivir la caridad concreta y efectiva con sencillez, gratuidad y humildad.
- Administraremos nuestras economías desde la austeridad, pues sabemos que nuestros bienes corresponden a los pobres, sometiéndolas al discernimiento comunitario.
6.3.- Desde una inserción comunitaria
Jesús forma una comunidad reuniendo en torno a si a un grupo de discípulos que lo dejarán todo para seguirle, y el mismo Jesús les da unas indicaciones sobre el modo de vida interna para que anticipen la convivencia futura a la que estamos llamados todos (Mt 19, 27-29, Mt 181-35). En los evangelios tienen gran fuerza las comidas de Jesús con sus discípulos y con los excluidos, significatividad que culmina en la Eucaristía. La comunidad de Jesús está formada por aquéllos que cumplen la voluntad del Padre y viven desde el proyecto del Reino.
Aunque en el nuevo testamento encontramos diferentes modelos de comunidad, podemos descubrir que la organización de las mismas es flexible y elástica, según las circunstancias y las necesidades; las estructuras son mínimas y están al servicio de los vínculos de amor, de conocimiento recíproco, de la colaboración. En ellas cada persona es valorada singularmente y aporta según su carisma, pero la responsabilidad es de la comunidad; se practica la hospitalidad y se potencia como carisma fundamental la caridad. Se busca el diálogo sereno también en los conflictos.
La comunidad es vivida en MISEVI como la comunión de aquéllos que cumplen la voluntad del Padre y entran en el proyecto del Reino, por ello saben relativizar las estructuras tradicionales y hacen frente a las dificultades para vivir el seguimiento de Jesucristo.
Nuestras estructuras son mínimas de modo que favorecen las relaciones horizontales y fraternales, alimentan los vínculos de amor y el conocimiento recíproco, el sentido de colaboración y ayuda mutua. Respetamos las diferencias de las personas y convivimos en un ambiente de diálogo, discernimiento a la luz de la Palabra y el carisma vicenciano. La toma de decisiones busca ser consensuada.
Los misioneros laicos también optamos por aportar una vivencia comunitaria de calidad; para ello nos esforzamos por:
- Buscar que cada misionero crezca en madurez humana, que acepte las limitaciones propias y ajenas, estando dispuesto a comunicarse, a trabajar en equipo, a compartir la vida fraternalmente.
- Sentirse llamados por el Señor, como grupo-comunidad, a continuar su misión, interpretando la historia y los hechos de cada jornada como signos del Reino, realizando un discernimiento desde el Espíritu, buscando la verdad con sencillez, como hermanos que se apoyan.
- Construir la unidad desde el pluralismo y la aceptación de situaciones de conflicto como ocasiones de crecimiento, maduración y creatividad.
- Potenciar los elementos que construyen la vida comunitaria: oración comunitaria, elaboración y vivencia del proyecto de vida comunitaria, encuentros de reflexión y discernimiento, celebraciones cuidadas de la Eucaristía y de la reconciliación.
- Cultivar la acogida a los otros agentes de pastoral, a los pobres, a los vecinos próximos.
- Realizar programas de formación permanente que nos mantengan en renovación evangelizadora.
- Asumir la historia propia del pueblo en cada cultura, sus experiencias vitales y sus Vivimos la comunidad insertos en la realidad, siendo signo de unidad y buscando hacer presente a Dios donde aparentemente no está.
6.4.- Con un proyecto personal definido
En los primeros pasos de la vocación misionera, el interés y el entusiasmo por servir al Jesús que llama resultan muy hermosos y se viven como momentos de auténtica realización personal. Se percibe con el corazón que el encuentro con Jesús misionero responde a las aspiraciones profundas del ser humano, pero estas motivaciones deben crecer y madurar, pues no son suficientes para mantener la fidelidad misionera en la monotonía de la vida diaria, en las crisis y posibles fracasos. Por ello es preciso que cada uno de los laicos misioneros desarrollemos nuestra forma de vivir y crecer en la vocación con la formulación del proyecto personal.
El misionero cree que Jesucristo nos revela al Padre que nos envía a ser verbo encarnado con los más pobres, de ahí que su misión no sea otra que la de revelar el Amor de Dios a los pobres, viviendo en comunión con ellos, facilitando que sean sujetos de su propio desarrollo y liberación, y dejándose evangelizar por ellos; por lo tanto está preocupado por actualizar el espíritu vicenciano y encarnarlo en la realidad, desde un conocimiento crítico, estando atento a los cambios, retos, progresos… siendo fiel a su raíz laica y vicenciana y dando una respuesta al Evangelio.
El Proyecto personal será una herramienta que potenciará el desarrollo de las opciones y actitudes misioneras en los diferentes momentos de inserción en la misión. Pondremos atención tanto en las motivaciones y opciones fundamentales como en los ritmos, estrategias y compromisos concretos. El recoger por escrito este proceso de elaboración y revisión será una valiosa ayuda al desarrollo de la espiritualidad misionera.
A modo de ayuda para desarrollar nuestra identidad misionera, recordamos que el misionero:
- es fiel seguidor de Jesucristo, evangelizador de los pobres, ha encontrado en Él la verdadera esperanza
- está ilusionado y entregado a la construcción del Reino
- es movido por el Espíritu Santo para discernir los signos de los tiempos
- es persona de oración personal y comunitaria desde la que renueva su compromiso
- vive en comunión con la Iglesia y celebra los sacramentos
- es creativo, dinámico y está encarnado
- ayuda a la Iglesia a vivir en lo provisional
- está al servicio de una realidad concreta
- está junto al pobre, el más pequeño y opta por él
- ayuda a dignificar el vivir y el sentir de los demás
- descubre en María el modelo de encarnación
- es atento, humilde, sencillo, tierno, compasivo y disponible, al estilo de Vicente
- está deseoso de justicia y paz
- vive en una comunidad laica misionera
El proyecto personal de los misioneros tiene que colaborar al desarrollo de las actitudes misioneras fundamentales:
- actitud de escucha y ojos bien abiertos para descubrir las necesidades
- juzga todos los acontecimientos de la vida a la luz de la fe, la Palabra y la espiritualidad vicenciana
- vive un compromiso real en la liberación integral de las personas
- está abierto al diálogo y al entendimiento, respetando y amando la diversidad
- se encarna en la cultura, en la realidad que le toca vivir, promoviendo lo que hay de positivo en esa cultura y enriqueciendo con ello el anuncio del Evangelio
- está atento a las realidades más necesitadas del amor de Cristo.
- vive el servicio pastoral desde los dones recibidos, en comunión con la iglesia local y diocesana, iluminándolo desde el carisma vicenciano
- favorece el trabajo en equipo, impulsa la organización de estructuras participativas y horizontales.
7.- Caminos de futuro
Somos conscientes de que Misioneros Seglares Vicencianos es la asociación más joven de la Familia Vicenciana, por ello reconocemos que debemos trabajar mucho en desarrollar y mantener nuestra identidad, será un tarea permanente en los próximos años.
Algunos de los retos que se nos presentan son:
- Desarrollar redes de comunicación e intercambio ágil entre los miembros de MISEVI.
- Mantener la colaboración de todos los miembros de pleno derecho, desde los respectivos lugares de envío misionero, con las necesidades y directrices del Equipo Coordinador.
- Terminar de elaborar los documentos de Espiritualidad y Régimen Interno.
- Colaborar con los talleres de sensibilización y formación misionera que se organicen.
- Apoyar la labor misionera y las Comunidades Permanentes Misioneras de JMV y otras Asociaciones Vicencianas.
- Aplicar las conclusiones de la 1ª Asamblea de MISEVI.
- Colaborar con la Familia Vicenciana en todos los proyectos posibles.
- Acompañar el surgimiento de grupos misioneros en otros países y consolidar MISEVI a nivel internacional.
NOTA: hay varias aportaciones que señalan el deseo de introducir una explícita referencia a la Virgen María, por ejemplo la aportación siguiente, ¿dónde la introducirían? ¿con qué contenido?
María, modelo de MISEVI
Deseamos volver nuestra mirada a la estrella de la Evangelización que nos ayuda a vivir nuestra Misión: COMO MARÍA, una comunidad que vive, CON MARÍA, una comunidad que sirve, y POR MARÍA, una comunidad que anuncia a Cristo Misionero.
1.- COMO MARÍA, una comunidad que vive.
- María, una mujer del pueblo que todos los pueblos han hecho suya.
- María, modelo de anuncio del Evangelio encarnado que penetra y transforma haciendo de la dimensión mariana de la evangelización la dimensión encarnada del Evangelio.
- María, Madre universal, Madre de todos (Hch 1, 14). Está con todos para llevar a todos hacia Dios sin hacerse exclusivo de nadie en particular.
2.- CON MARÍA, una comunidad que sirve.
- María reúne a los discípulos y buscan juntos cómo ser «testigos hasta los confines del mundo». Si no hay unidad, no hay comunidad, no hay Misión.
- María, modelo de fidelidad.
- María en la Anunciación, ofrece un SÍ En Pentecostés suscita un SÍ comunitario a la Voluntad de Dios.
3.- POR MARÍA, una comunidad que anuncia a Cristo Misionero
- María es misionera al traer a Dios al mundo, sin guardárselo para ella, ya que nos lo entregó.
- María es la Pedagoga del Evangelio, sus actitudes nos iluminan para hacer presente la Buena Noticia con los más pobres
El documento está super interesante. Es bueno poder leer, encontrar y recordar la tarea misionera que tenemos.
Saber que el encuentro con el pobre es el encuentro con Jesús vivo.
Este documemto nos exhorta a que si no vivimos la misión de esa manera la verdad estamos mal… Me ha gustado mucho esto.
Misioneros del mundo tengamos claro que la tarea de misionar es ardua y muy agotadora, los frutos son nuestra mayor recompensa pero solo se logra orando y poniendo nuestro servicio a Dios pata que sea Él quien actue a través de nosotros.