Día de Oración y Ayuno Vicentino: martes 14 de abril de 2015

por | Abr 14, 2015 | Reflexiones | 0 Comentarios

lynnOración y Ayuno Vicentino
Martes, abril 14
Ayuno (Cuándo, Por qué y Cómo) – La Pascua Continúa – Resurrección: ¿Tenemos Miedo?

El ayuno (cuándo, por qué y cómo): Cuando ayunamos realmente depende de nosotros. De lo que ayunamos depende de nosotros. Cuando nos sentimos solos y confundidos, es un buen momento para ayunar. Elijamos el ayuno sabiamente. No sólo debe hacer que nos sintamos mejor, sino que nos ha de hacer sentir como una persona de más sabiduría. No hay un tiempo establecido. Ayunemos cuando el Espíritu nos conmine. He elegido el martes como un reto de mi párroco durante un tiempo en el que no tenía éxito para encontrar viviendas para mujeres. Él desafió al equipo vivienda Vicentino a elegir un día para ayunar y orar. Elegimos el martes porque habíamos de encontrarnos después de la misa diaria. El por qué del ayuno es simple. Estamos en un viaje hacia la santidad. Muchos de nosotros elegimos el ayuno del ruido (TV, música alta y otras distracciones). El ayuno de la bulla es un gran ayuno. Dios ha entrado en la historia, en tu vida o en mi vida, a través de la vida, muerte y resurrección de Jesús, quien se queda con nosotros de manera personal, hasta el final de los tiempos. Hay silencio en el corazón y la mente cuando reconocemos esto y nos entusiasma. En términos generales, no estamos aprendiendo mucho cuando nuestros labios se mueven. Es difícil mordernos el pie con la boca… si está cerrada. El silencio puede ser de grandes repercusiones. La escritura no registra una palabra de San José. Nuestro ayuno no es siempre de los alimentos, sino de lastimar a los demás. De abstenernos de juzgar, de inventar excusas, y de la falta de tiempo para la oración. Una cosa que podemos hacer el martes es escoger un evangelio y reflexionar sobre un capítulo cada semana, ilustrar en cómo le ha tocado. Me gusta poner mi nombre en la lectura del Evangelio y me siento como si estuviera allí. ¿Cómo y cuándo depende de usted? ¿Por qué ayunamos? es una manera de servir a los que servimos mejor y mejorar en nuestro viaje a la Santidad.

La Pascua Continúa: La Pascua es la fiesta más grande del año cristiano. Sé que usted se pregunta de dónde vengo. Sí, celebramos la Pascua hace más de una semana. Pero en la vida litúrgica de la Iglesia, los ocho días desde el Domingo de Pascua hasta el Domingo de la Misericordia se celebran como si fueran un día bien largo. La gloriosa noticia de que Cristo ha resucitado (y de hecho ha resucitado, ¡Aleluya, Aleluya!) es tan abrumadora para celebrarse en un solo día. ¡Hay 50 días de Pascua! En los 50 días de Pascua, la Resurrección de Cristo nos recuerda que vamos a entrar en la plenitud de la vida sólo una vez que hemos muerto a nuestros propios pecados, y escuchamos a Dios. Para aquellos de ustedes con edad suficiente para recordar George Burns y Gracie, es posible que recuerden la nota que ella le dejó a él en su lecho de muerte. “Recuerde; nunca ponga un punto donde Dios ha puesto una coma.” A veces queremos cambiar esto, sin embargo, debemos de recordar que Dios siempre está a cargo y quiere guiarnos en la tierra, hacia nuestro hogar celestial. Mientras tanto, recibimos un anticipo de ese futuro glorioso en nuestra celebración de la temporada de Pascua, la temporada más larga en el calendario de la Iglesia.

Nuestra Pascua se extiende a Pentecostés. Celebramos la Ascensión y la Divina Misericordia y ahora continuamos nuestro viaje por el resto de los 50 días. Si realmente queremos rellenar nuestras bendiciones de Pascua, es posible que deseemos continuar hasta el Domingo de la Trinidad, el domingo siguiente a Pentecostés.

La Resurrección: Cristo ha muerto. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Él murió por nosotros. Vivamos las bendiciones de Pascua y recordemos que Jesús no es sólo un alma que se ha ido al cielo. El Cristo resucitado, como dijo Pablo, es el primer fruto de una nueva vida. Una nueva naturaleza humana entera ha aparecido y ha resurgido. La Pascua debe ser un cambio de vida. Debe ser un cambio profundo para nosotros. Cuando Jesús se levanta de entre los muertos, Él sale de su tumba y deja las telas de su embalsamado, detrás. Jesús vive ahora una nueva vida exaltado por el poder del Padre. Su relación con el espacio y el tiempo cambió por completo. Él pasa a través de las puertas cerradas. Va y viene como le plazca. Jesús es el primer fruto de una nueva manera de vivir, de ser. Todavía es una vida humana, pero una nueva vida, una vida mejor si compartimos en la vida resucitada de Nuestro Señor Jesús. Estamos en un estado de vida humana, pero podemos recibir el cuerpo del Señor resucitado cada día y que Él regrese a nosotros. Ahora podemos vivir en un nivel superior, si creemos. Estamos espiritualizados y glorificados. Abramos los ojos para ver a Cristo en los que servimos y en todas las personas que conocemos.

¿Tenemos miedo? A veces tenemos miedo de la vida de Dios y de lo que Él quiere de nosotros. Apenas tres semanas después de la Pascua, podemos sentirnos un poco como los discípulos, escondidos en los armarios y una vez más, temerosos. Nuestro miedo más profundo no es que seamos pecadores y quebrantados, sino más bien que Dios ha levantado a un pueblo pecador y quebrantado para amar al mundo. Somos su pueblo, sus manos y sus pies en este mundo, llamados y comisionados para salir hacia el mundo. Estamos llamados a amar y servir cada día, no sólo cuando nos es conveniente. Arrepintámonos ahora, de nuevo, por enésima vez, y salgamos de aquí para ser un testimonio de su vida. Si no lo hacemos, nadie más lo hará. Depende de nosotros. Somos el nuevo templo. Abrámonos a la casa de nuestro Señor en nuestro santo templo. La afirmación central y todavía sorprendente de la Iglesia Católica es que Jesús está realmente, y substancialmente, presente bajo las especies del pan y del vino. Su presencia no es simplemente simbólica, no es simplemente el resultado de nuestro pensar así o que lo deseemos así, sino que es real, verdadero y substancial. Por eso me hice católica; yo realmente quería que al Cristo vivo y su presencia real. Reflexionemos sobre el sexto capítulo del Evangelio de Juan. Jesús se identifica a sí mismo como el «pan vivo, bajado del cielo«, y entonces él especifica, «Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros.» Esto nos quita el temor. Nos ayuda a servir a los demás como lo haría Jesús. Amamos y servimos a causa de la muerte y la resurrección de Cristo. Su cruz es nuestra salvación. ¡No tengáis miedo!

Oremos siempre por nosotros mismos todos los días. Oremos por la Paz en el silencio cada día. Sonríamos a menudo; la sonrisa es una oración maravillosa.

Bendiciones,

Lynn

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