Día de Oración y Ayuno Vicentino
Martes, 24 de febrero
Año de la Vida Consagrada
Cambio de Corazón – Andad en el Desierto – Volver a Mí – Amor Íntimo
Querida Familia Vicentina: Nuestro andar como discípulos de Cristo es ¡ya! Aceptémos nuestras cruces como Jesús lo ha hecho. Levantemos nuestra cruz y caminemos con Él. Nuestro viaje es a través de la Cuaresma hacia la Pascua y luego a Pentecostés. Tenemos el desafío de amar a Dios, amar a nuestro prójimo y amarnos a nosotros mismos. Si oramos, siempre estaremos con el Señor. El mejor ayuno es el de nuestra lengua. Les he compartido antes de que yo rezo por mi lengua todos los días. El fruto de la Cuaresma es la cercanía a Dios y sentir cómo nuestro corazón se limpia y se entrega a Él. Oremos por nuestro clero, nuestra Familia Vicentina y aquellos a quienes servimos. ¡AMEN!
Cambio de Corazón – (Salmo. 51:10): “Crea en mí un corazón limpio.” Reconquista tu corazón para Jesús. La Cuaresma es una nueva primavera. Es una invitación a volver al Señor y comenzar una nueva relación con Él. En la Cuaresma miramos a Jesús, escuchamos a Jesús y lo seguimos hasta el Calvario donde Él da su vida por nosotros. En éste viaje ayunamos, oramos, escuchamos su palabra y conformamos nuestras vidas a la suya. Comenzamos éste viaje por la unción a nosotros mismos con la ceniza como signo de arrepentimiento, alejándonos de nuestra antigua vida y empezamos nuestra nueva vida en Cristo. Hemos vuelto a vivir nuestro Bautismo y reconocemos que somos pecadores. Si no aceptamos que somos pecadores, no podemos crear un corazón limpio. Debemos reconciliarnos y la Cuaresma es un buen momento para hacerlo. Dejemos que Dios cambie nuestro corazón y dejemos que Él viva en nosotros siempre.
Andad en el desierto – Seamos alegres, y exaltaremos alegría. Seamos alegres acerca de nuestra fe y nuestra fe católica incendiará la vida de aquellos a quienes evangelizamos. En nuestro andar a través del desierto, llevemos con nosotros a nuestro Señor y a todos los que servimos. “Encontremos hoy en día 10 minutos – 15 a lo sumo – y leemos el Evangelio, imaginemos la escena y digamos algo a Jesús. Nuestro conocimiento de Jesús aumentará y nuestra esperanza crecerá”, dijo el Papa Francisco el 3 de febrero en la Misa en la Casa Santa Marta, donde vive. Nuestro andar por el desierto debe ser lleno de oración y al leer la Escritura, imaginemos en mentalmente la escena sobre las palabras que leemos y pongámonos en la historia, reemplazando el nombre de un personaje con nuestro propio nombre. La Escritura es tan relevante hoy a como lo fue en su día y tal vez más. Hagamos de nuestro viaje un momento para nosotros y Dios. Veamos cómo Jesús sufrió en el desierto. Él hizo eso por nosotros. Continuemos viviendo para Él y preparémonos cada día.
Vuelve a mí – Señor, ¡ayúdame a perdonar! Caminar lejos de un conflicto no es renunciar. Es perdonar. Cuando perdonamos, volvemos a Jesús. Miremos profundamente en nuestro corazón e integremos a Dios en él, para que siempre podamos volver cuando nos alejemos. Mantengamos a nuestro Señor cerca porque no podríamos hacerlo solos. Debemos escuchar a nuestro corazón y conocer la diferencia entre nuestras palabras y las palabras de Dios. Nuestro corazón puede engañarnos, por eso hay que saber escuchar con atención la voz de Dios en nuestro corazón. “Incluso ahora, dice el Señor, volver a mí con todo vuestro corazón” (Joel 2:12). Este cambio en nosotros será bueno para todos los que nos rodean y debe llevar todo nuestro nuevo amor a aquellos a quienes servimos. Vamos a mirar a los demás sin juicio, más bien con una sonrisa y con amor para llevarles esperanza y dignidad. Sí, volver a nuestro Señor es completamente un cambio de vida, tanto para nosotros, como para los demás. Sabemos que estamos rodeados por el mal y por lo eso siempre hay que volver al Señor. Mantengamos los ojos en él. Como elegimos ser Sus discípulos, tomemos nuestra cruz y volvamos a Él; sigámoslo en su viaje a la Pascua y Pentecostés.
El amor íntimo – Sólo los pecadores tienen la paciencia para escuchar las historias que Jesús les cuenta. Los arrogantes oyen, pero no escuchan. El oír se da cuando los oídos y todo el entorno cerebral se enfocan en hacerlo, pero escuchar sólo sucede con los oídos del corazón. Dediquemos tiempo para recordar y apreciar a aquella gente que en nuestras vidas, a pesar de todo, nos mantuvieron con la esperanza viva cuando nos encontrábamos en situaciones de maldad, de sufrimiento y de tristeza. Veamos, también, el amor y la gracia que toca todas nuestras vidas en estas situaciones. Dios es amor y es el amor eterno de la amistad, el perdón, la salvación, la paz y la presencia. Usted no ve con los ojos. Este amor es (mmm …) muy íntimo y siempre presente. Busquémoslo en nuestros momentos de silencio y veámoslo en nuestros corazones; nunca nos deja. Demos de nosotros mismos y demos nuestras oraciones a Jesús como que es nuestro amor íntimo; recordemos que no debemos darle las sobras. Tómese el tiempo – haga el tiempo para orar íntimamente a Él y sienta el amor. Somos pecadores, por lo que debemos tomar el tiempo para escuchar en oración. En nuestra intimidad, nos hemos reconciliado y hemos pedido perdón de nuestros pecados y nos ha encantado tanto en la intimidad, que nuestros pecados siempre son perdonados. No hay mayor amor. Sintámoslo. Difundámoslo. Intimemos de amor con Jesús; es tan ¡hermoso!
Bendiciones,
Lynn
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