Reflexiones Vicentinas al Evangelio: Santa Maria, Madre de Dios

por | Dic 31, 2013 | Reflexiones | 0 Comentarios

re_011213_1090«Me he fijado en la alegría que experimentaría la santísima Virgen, al sentirse tan llena del amor sagrado del Padre y del Hijo, que había realizado en ella el misterio de la Encarnación, los actos de adoración que haría delante de Dios, la acción de gracias y la ofrenda de sí misma que ella le haría.» (SVdeP IX, 376)

Celebrar la festividad de Santa María Madre de Dios, al comenzar el año, es recordar que el ser humano siempre nace con un propósito. Todo ser humano ha nacido para la felicidad y para el servicio.

Vale la pena meditar respecto al pasaje que nos propone la Iglesia en este primer día del año: ¿Quiénes son estos pastores a los que el ángel del Señor ha dirigido su mensaje? Siguiendo una tradición antigua se les identifica con los pobres de la tierra, los que viven alejados de los pueblos y no pueden cumplir reglamentos de la ley ceremonial de los judíos. Todas estas notas parecen ser auténticas. Sin embargo, no podemos olvidar que nos hallamos en Belén, ciudad del rey David, que fue pastor, llamado por Dios de entre el rebaño; tampoco olvidemos a Abraham y los patriarcas, que, siendo pastores, escucharon la llamada de Dios y recibieron su visita. Por todo eso pensamos que los pastores del relato no son simplemente los pobres y alejados, sino también aquéllos que están prontos a escuchar la voz de Dios y a fundar su nuevo pueblo entre los hombres.

Ante el relato de los pastores, el texto de Lucas nos ofrece dos respuestas. Están a un lado los curiosos, que se admiran por lo extraño del suceso. Está en el otro la figura de María, que conserva todas estas cosas, las medita en su interior y reconoce (va reconociendo) la presencia de Dios en el enigma de su Hijo envuelto entre pañales, recostado en un pesebre. También nosotros nos hemos situado ante el relato: ¿Como los pastores y María? ¿Simplemente como curiosos? O, ¿como quien medita en su interior y reconoce la presencia de Dios en el Misterio de la Encarnación? Vivamos la experiencia diaria de meditar y reconocer a Cristo Jesús, como el “Camino, la Verdad y la Vida”, que Dios nos ofrece en el contexto de su Plan Salvífico, para la humanidad.

No hay verdadera experiencia de Dios sin alegría. Por eso, al iniciar un nuevo año pidamos a Dios el regalo de ser felices y de irradiar con nuestra alegría los espacios y las realidades en la que estamos insertos. Que aprendamos de María a proclamar con el alma “las grandezas del Señor”.

María es el símbolo de la concreción del Plan de Dios en la historia humana. Que durante todo este año, podamos proclamar las maravillas del Señor, que sigue mirando la humanidad de sus siervos y siervas, con gran misericordia y perdón, gracias al servicio que prestó a la humanidad, María Madre de Dios y Madre nuestra.
¡Que sintamos a cada momento que Dios camina con nosotros! Que en este nuevo año, el Señor nos bendiga (diga bien de nosotros), y nos guarde.

«Si queréis ser verdaderas Hijas de la Caridad, os tiene que servir el ejemplo de la Santísima Virgen. Ella tenía tan gran modestia y pudor que, aunque la saludaba un ángel para ser Madre de Dios, sin embargo, su modestia fue tan grande que se turbó, sin mirarlo. Esta modestia, mis queridísimas hermanas, os tiene que enseñar a no ofrecerles ningún atractivo a los hombres»
(SVdeP IX, 96)

Tomado de la Sociedad de San Vicente de Paúl en España

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