«La lectura de la biografía de Santa Isabel de Hungría, escrita por el conde Carlos de Montalembert, y el frecuente comentario sobre el ejemplo de aquella santa de ejemplar caridad con los pobres, los enfermos y los ancianos constituye un horizonte que alimentará la vocación matrimonial de Antonio Federico y de Amelia, e incentivará su mutuo amor.»

El libro del Eclesiástico o Sirácide, nos habla de una sociedad que daba especial importancia a la estructura de la familia. Era a penas obvio que, alguien reclamara respeto y veneración por quienes, en cierto modo, representan y sustentan en el mundo el orden y la autoridad divina. Si se trataba de una sociedad tribal, la familia era la célula de la tribu donde toda la familia participaba de la vida económica y social en igualdad de derechos y deberes. En la lectura, se pide a los hijos reconocer el valor de los padres. De diferentes maneras invita a la protección del padre y la madre, especialmente en la época de la vejez. El respeto, la honra, la obediencia, la comprensión, la ayuda son las normas de comportamiento que se deben tener para con ellos.
En la segunda Lectura, Pablo invita a los colosenses a vivir en comunidad según los sentimientos de Cristo, a saber: misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia; soportándose y perdonándose mutuamente. Esto sólo será posible si se establece un vínculo de amor que hace de la comunidad un verdadero cuerpo, es decir, un organismo que funcione armónicamente en bien de todos. Este vínculo se concreta en la familia, donde todos tienen la responsabilidad común de amar, comprender, valorar y servir a los demás.

Por su parte el Evangelio de hoy, relata momentos importantes en la vida de la familia de Nazaret, es decir la familia de Jesús. Vemos a María y José defendiendo la vida de su hijo, signo de amor gratuito, de la comunión, solidaridad y fraternidad. Al poder dominante, representado por Herodes y los suyos, no le importa la vida de las personas, la vida de la familia. Quien esté en contra de su autoridad, tendrá que pagar con su propia vida. Por esta razón de muerte, José y María se desinstalan, huyen de noche y buscan refugio en las lejanas tierras de Egipto. Luego, su confianza en Dios les hace regresar y buscar una nueva vida en Nazaret.
La fe y el amor, mantienen unida a esta joven pareja y la fortalecen para afrontar los drásticos cambios y desafíos que tuvieron que pasar.

Hoy se nos invita a revisar la calidad de nuestras relaciones familiares y fortalecer el vínculo del amor en el seno de cada familia; a releer los momentos difíciles y permitir que el amor, la unidad y la fe nos fortalezcan y nos hagan descubrir la fuerza de Dios que nos anima a seguir caminando.

A revisar lo bien hecho a los padres: la visita que -sobre todo los ya ancianos- esperan, contando los días y las horas; el rato pasado con ellos el domingo por la tarde; la atención prestada a sus conversaciones y comentarios; el recuerdito después de volver de un viaje de trabajo o de vacaciones; el telefonazo, cuando están delicados de salud, para preguntarles como siguen y mejor si en lugar del telefonazo es la visita y el contacto personal con ellos; la invitación al cine, al teatro a una salidita de paseo; aquellas demostraciones de hacerlos comprender que aún son útiles con su sola existencia, pidiéndoles ayuda o consejo; la ayuda económica que se les debe, en razón de justicia, de acuerdo a nuestras posibilidades; todas la demostraciones posibles de afecto que los haga sentir amados. Todo el bien hecho a los padres, no quedará en el olvido y se tomará en cuenta de nuestros pecados, no por algo el cuarto mandamiento es “Honrar a padre y madre”

«Ozanam describe como una bendición el nacimiento de su hija María, en julio de 1845»

Tomado de la Sociedad de San Vicente de Paúl en España