Si bien los vicentinos están llamados a la acción desinteresada en el servicio a los demás, también deben reconocer la necesidad de descanso y renovación, siguiendo el consejo de San Vicente de equilibrar el trabajo con el reposo. La verdadera virtud surge de la práctica constante, pero sin moderación incluso las buenas obras pueden llevar al agotamiento, por lo que el descanso es una parte esencial para sostener un servicio compasivo.
