Jesús es testigo de la verdad, la cual nos hace libres. A los que son de la verdad se les perdona todo pecado de que se pueden acusar ellos.
Los judíos que tienen a Jesús por enemigo lo llevan al pretorio. Pero no entran para que se queden puros para comer la cena de Pascua. Así de observantes, no se les puede acusar de impureza ritual alguna. Pero se apresuran a llevar al matadero al inocente Cordero de Dios.
Pilato sale, pues, adonde están ellos, y les pregunta de qué quieren acusar a Jesús. Y al contestar, no dejan de darle a entender a Pilato que es redundante su pregunta. Pues ya han tomado a Jesús por criminal. No es su motivo acusar, sino buscar que al criminal se le condene a la muerte de cruz.
Tras oír lo que ellos buscan, Pilato entra en el palacio para interrogar a Jesús. Se ve claro, sí, que Jesús es el blanco del acusar y del interrogar. Pero también se entrevé que el acusado se vuelve acusador. Pues dice que su reino no es de este mundo. Tal dicho es una forma de acusar a los jefes de este mundo que tiranizan y oprimen a sus súbditos.
Acusar a los que no son de la verdad
Es decir, acuerdo no puede haber entre el reinar de Cristo y el sistema injusto de este mundo. Jesús no busca poder para dominar a los demás, ni dinero para ser grande. En vez de ser servido, sirve. Y entrega también su cuerpo y derrama su sangre por los demás. Su ser y vivir, su nacer y venir, todo esto tiene que ver con ser él testigo de la verdad: «la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos e hijas».
No ser de este mundo el reino de Cristo no quiere decir, pues, que no hay que remediar las injusticias en este mundo. Nos va a acusar él si nada hacemos y esperamos no más que todo se arregle en la otra vida.
Señor Jesús, ayúdanos para que no tengamos del todo la pasión de hacernos ver los jefes (SV.ES XI:238). Que no se nos pueda acusar nunca de autoritarismos, dogmatismos y de convertir la verdad en propaganda. Y haz que seamos fieles testigos de la verdad, al igual que tú, no guerreros.
24 Noviembre 2024
34º Domingo de T.O. (B) – Jesucristo, Rey del Universo
Dn 7, 13-14; Apoc 1, 5-8; Jn 18, 33b-37
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