Recientemente estuve repasando el artículo Diez principios de la doctrina social católica, del P. Robert P Maloney, CM, mientras buscaba información sobre Diversidad, Equidad e Inclusión. Me gustaría centrarme en el primer principio. El principio de la Dignidad de la Persona Humana. «Todo ser humano es creado a imagen de Dios y redimido por Jesucristo, y por lo tanto es invaluable y digno de respeto como miembro de la familia humana».
El P. Maloney escribe:
Este es el principio básico de la doctrina social católica. Toda persona —independientemente de su raza, sexo, edad, origen nacional, religión, orientación sexual, situación laboral o económica, salud, inteligencia, logros o cualquier otra característica diferenciadora— es digna de respeto. No es lo que haces o lo que tienes lo que te da derecho al respeto; es simplemente ser humano lo que establece tu dignidad. Dada esa dignidad, la persona humana es, según la visión católica, nunca un medio, siempre un fin.
El cuerpo de la doctrina social católica comienza con la persona humana, pero no termina ahí. Las personas tienen dignidad; pero el individualismo no tiene cabida en el pensamiento social católico. El principio de la dignidad humana da a la persona humana el derecho a pertenecer a una comunidad, la familia humana.
Este principio tan fundamental explica plenamente por qué debemos ocuparnos de la cuestión de la necesidad de fomentar, abrazar y celebrar la diversidad, la equidad y la inclusión en nuestros miembros, iglesia y en la comunidad más amplia en la que vivimos. Todos vemos lo que la carga añadida de la discriminación puede suponer para nuestros prójimos necesitados, ya sea en la retórica política, la vivienda, el empleo, la justicia penal o en muchas otras áreas de interés. Seamos defensores de los cambios en las estructuras sociales y gubernamentales, pero también en nosotros mismos y en nuestros prejuicios. Como vicentinos, estamos obligados a hacer más, a denunciar, a actuar cuando y donde veamos tales injusticias.
Sobre el autor:
Jim Paddon vive en London, Ontario, Canadá, y es Presidente del Comité de Justicia Social del Consejo Regional de Ontario. Está casado con su querida esposa Pat y tienen seis hijas y once nietos. Jim es miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl desde los años setenta.
Reconozco con todo respeto los territorios tradicionales y no otorgados de los Pueblos Indígenas, incluidas las Primeras Naciones, los Metis y los Inuit, en cuyas tierras nos reunimos, trabajamos y vivimos».
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