Misterios de gozo, luz, dolor, gloria

por | Oct 16, 2024 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el misterio más grande de todos los misterios que el Padre da a conocer a los pequeños y esconde a los sabios y entendidos. 

Las predicciones de Jesús de su pasión, muerte y resurrección son, por así decirlo, «misterios» para los discípulos.  Es decir, estos no captan tales predicciones.  Pues si las captasen, Pedro no increparía a Jesús.  Tampoco discutirían quién de ellos fuere el más grande.  Ni la ambición los dividiría.

Y no entienden ellos, pues toman al Mesías por el que los va a liberar de Roma.  Al modo de ver de ellos, pues, la idea de un Mesías que sufre y pierde envuelve contradicción.

Esa falta de entender lleva también a Santiago y a Juan a no saber lo que piden.  Quieren que Jesús, en su gloria, les dé los mejores puestos de honor y poder.  Sin saberlo ellos, quizá pidan que se les cuelgue a ellos en la cruz igual que a los dos bandidos más tarde.  Uno a la derecha de Jesús y uno a su izquierda.

Cierto, dicen los hermanos que están dispuestos a sufrir con él.  Después de todo, las persecuciones forman parte de «las cien veces más» que les promete él.  Pero no le toca dar tales puestos.  Les toca reservarlos los con poder.

Y deja claro él que sus discípulos no han de hacer lo que los con poder.  Bien se sabe por experiencia lo que hacen estos.  Mas Jesús, a su vez, les propone a los discípulos una nueva forma que no han conocido nunca.  Pues no la han visto ni han tenido experiencia de ella.  Después de todo, saben y ven que los jefes son tiranos que oprimen no más a sus súbditos.

El misterio de misterios

Pero no ha de ser así entre los discípulos.  Ser grandes ellos quiere decir servir a los demás, igual que lo hace el Siervo Sufriente.  Ser primero uno es hacerse esclavo de todos.  En otras palabras, los discípulos han de ser al igual que su Maestro.  Él está aquí para servir a los demás, no para que le sirvan, y para dar su vida por ellos.

Y no puede él menos que dar la vida.  Pues las amenazas de persecución y muerte no le impedirán predicar la Buena Noticia del reino de Dios y su justicia.  Hagan con él los con poder lo que quieran, no dejará de predicar él, de palabra y de obra, a los pobres.

Pero nosotros que nos decimos discípulos, ¿aprendemos bien lo que él enseña y lo guardamos?  ¿Da a conocer nuestra forma de ser, vivir, actuar, hablar y vestir que servimos a los demás?  ¿Que no tenemos poder con que forzar a otros lo que queramos?

Es de esperar que captemos y aceptemos que va contra lo que dice Jesús el hacer ver que los jefes somos nosotros (SV.ES XI:238).  Y que no nos echemos atrás nunca ante las amenazas.  Pues nos toca saber y aceptar la verdad de que hacer el bien es meternos en conflictos (SV.ES I:143).  De que ser veraces nosotros nos puede llevar a que vayamos y muramos con Jesús, a que entreguemos nuestros cuerpos y derramemos la sangre.  Lograremos así tener compasión de los débiles cual nosotros.  Seremos partícipes también de los misterios de gozo, luz, dolor y gloria de Jesús.

Señor Jesús, nos decimos tus discípulos.  Haz que busquemos servir a los demás y no ser servidos por ellos, y seamos siempre fieles dispensadores de los misterios del reino. 

20 Octubre 2024
29º Domingo de T.O. (B)
Is 53, 10-11; Heb 4, 14-16; Mc 10, 35-45

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