Jean-Léon Le Prévost, una figura clave en la historia de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP), nació el 10 de agosto de 1803 en Caudebec-en-Caux, Normandía. Aunque su nombre es menos conocido por el gran público, su contribución al desarrollo de la caridad organizada y al renacimiento de la fe en tiempos convulsos en Francia es indudable. Con una vida marcada por desafíos personales, superó adversidades para convertirse en un ejemplo de dedicación al prójimo y a la causa de la Iglesia.
Infancia y educación
Desde temprano, Le Prévost enfrentó pérdidas significativas. Huérfano de madre a los nueve meses, fue criado por su madrastra, Rosalie Duchatard, a quien siempre se refirió con profundo cariño. Le Prévost atribuyó a la influencia de esta mujer la formación de su alma caritativa. En su infancia, un accidente en la pierna lo dejó cojo, lo que llevó a su madre a buscar, sin éxito, una cura en varios santuarios de la región. Sin embargo, Le Prévost nunca se curó físicamente, pero relató, ya en su vejez, que esa experiencia le generó una conexión especial con la Virgen María.
Su padre, dueño de una pequeña empresa que suministraba uniformes al ejército de Napoleón, vio sus negocios quebrar tras la caída del emperador. A los 16 años, Le Prévost tuvo que abandonar el colegio de los jesuitas en Rouen, donde recibía una educación de alta calidad. A los 20 años, enfrentó otra pérdida: su padre falleció, lo que lo dejó con la responsabilidad de mantener a su familia y forjar su propio destino.
El joven en París y el alejamiento de la Fe
A los 22 años, Jean-Léon se trasladó a París en busca de trabajo y de una nueva vida. Consiguió un empleo en el Ministerio de Educación y Cultos, pero al mismo tiempo, se alejó de la práctica religiosa. Este distanciamiento fue gradual, fruto de influencias externas. En una carta a un amigo, Le Prévost narró cómo, durante un viaje, perdió el hábito de rezar el rosario y, en cuestión de días, se sintió desconectado de Dios.
Esta experiencia de alejamiento de la fe es emblemática y no rara entre jóvenes que dejaban el campo para vivir en las grandes ciudades. Como observó un antiguo superior de los Religiosos de San Vicente, Le Prévost pasó por una fase que muchos jóvenes atraviesan: el enfrentamiento con las dificultades materiales y la pérdida de apoyo espiritual en medio de la creciente urbanización.
El regreso a la Fe y el encuentro con Ozanam
Sin embargo, la historia de Le Prévost no termina ahí. Gracias a las buenas amistades que hizo en París, especialmente con jóvenes católicos comprometidos, como Victor Pavie, compañero de Federico Ozanam en la Universidad de la Sorbona, reencontró su camino espiritual. En una carta a Pavie, Le Prévost escribió sobre el valor de la amistad, llamándola “verdaderamente santa”, un sentimiento que lo guiaba de regreso a la Iglesia.
Entre 1830 y 1835, frecuentó grupos laicos que discutían temas religiosos y sociales. Fue en este contexto que conoció a figuras como Ozanam y Bailly de Surcy. Juntos, debatían soluciones para los problemas de la pobreza y la desigualdad social que azotaban a la Francia posrevolucionaria.
La fundación de la Sociedad de San Vicente de Paúl
El 23 de abril de 1833, en el vigésimo cumpleaños de Ozanam, nació la Conferencia de la Caridad, que más tarde se convertiría en la Sociedad de San Vicente de Paúl. Le Prévost tuvo un papel fundamental en los primeros años de la organización. No solo participaba activamente en las reuniones, sino que también fue responsable de una de las propuestas más significativas: poner la Conferencia bajo el patrocinio de San Vicente de Paúl, el santo de la caridad. Esta decisión marcó un hito para la institución, que desde entonces reforzó su compromiso con los más pobres.
La implicación de Le Prévost con la SSVP fue mucho más que un papel pasivo. Fue miembro del Consejo General entre 1835 y 1855, y su liderazgo contribuyó al desarrollo de numerosas iniciativas de caridad en París y más allá. Bajo su presidencia, la Conferencia Madre de San Sulpicio creció en dinamismo y alcance, sirviendo como modelo para otras conferencias.
Amistad y colaboración con Ozanam
La relación entre Le Prévost y Ozanam estuvo marcada por un gran respeto mutuo. Aunque discrepaban en algunos puntos de vista, ambos reconocían el valor de las contribuciones del otro. Ozanam, por ejemplo, expresó su confianza en Le Prévost en una carta de 1843, afirmando que ponerlo a cargo de los asuntos de la Sociedad era “la mejor decisión”. Este tipo de admiración mutua entre los dos líderes fue crucial para el éxito de la SSVP.
Le Prévost fue el mentor de muchas de las iniciativas que ayudaron a moldear la Sociedad en sus primeros días. Su obra, la Santas Familias, fundada en 1844, fue descrita como «la obra maestra de la caridad parisina», un testimonio de su compromiso con los necesitados (los domingos, en el sótano de la iglesia de San Sulpicio de París, reunía a las familias más humildes para llevarles un poco de consuelo y formación cristiana).
Legado duradero
Jean-Léon Le Prévost no fue solo uno de los primeros en unirse al grupo fundador de la SSVP, sino también un innovador en el campo de la caridad organizada. Comprendía profundamente la importancia de un servicio que iba más allá de la simple ayuda material, viendo la caridad como una manifestación del amor a Dios. Su ejemplo de vida, superando pérdidas personales y desafíos físicos, es una inspiración para todos los que se dedican al servicio al prójimo.
Aunque su contribución a menudo ha quedado opacada por el brillante legado de Ozanam, es innegable que Le Prévost fue una fuerza motriz detrás del crecimiento de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Su visión y liderazgo ayudaron a moldear una institución que, hasta el día de hoy, continúa sirviendo a millones de personas en todo el mundo.
En resumen, Jean-Léon Le Prévost fue un hombre cuya vida y obra reflejan la ternura de Dios junto a los pobres, un ejemplo vivo de fe, amistad y caridad que trasciende el tiempo y las fronteras.
Artículo preparado con informaciones de http://www.ssvpbrasil.org.br/
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