«PON TU CONFIANZA EN CRISTO Y, SIGUIENDO SU EJEMPLO, ACTÚA SIEMPRE CON HUMILDAD, AMABILIDAD Y BUENA FE».
– SAN VICENTE DE PAÚL
Las dos fuentes fundamentales de las enseñanzas para san Vicente de Paúl son el Evangelio y la experiencia vivida. Quería que sus seguidores pusieran la totalidad del Evangelio en el conjunto de sus vidas, y nunca se cansó de profundizar en ambos. Por eso, todo lo que san Vicente nos dice tiene la sencillez de nuestra vida cotidiana y la fuerza poderosa de la Palabra de Dios.
En el Evangelio de Lucas (9,46-50) se nos propone la recomendación de quien acoge a un niño en nombre de Jesús acoge a Jesús, y quien lo acoge a Él, acoge al que lo envió. Este es un hermoso recordatorio para cada uno de nosotros de que, como vicencianos, estamos haciendo todo lo posible por vivir el mensaje del Evangelio sirviendo a Cristo en aquellos con los que nos encontramos. Todos sabemos que aquellos que encontramos en nuestro trabajo con la Sociedad de San Vicente de Paúl vienen con su propio itinerario e historia de vida. Nosotros, a su vez, formamos parte de su historia durante algún tiempo, ya sea corto o largo. Cuando nos unimos a un capítulo concreto de la vida de alguien, lo hacemos en medio de la complejidad y el desorden de la vida. Les miramos a los ojos, escuchamos sus historias, y vemos sentado frente a nosotros a un hermano o una hermana, que también es un niño hecho a imagen de Cristo. No somos más grandes ni mejores que ellos, pero podemos dejar que Cristo actúe a través de nosotros para acompañarles.
Vicente de Paúl vivió su existencia aspirando a actuar virtuosamente, imitando a Jesús. Para él, las virtudes de la sencillez, la humildad y la mansedumbre eran especialmente importantes. El espíritu de sencillez se manifestaba hablando con franqueza, conversando honestamente y llevando a cabo sus actividades con franca bondad. Se nos invita a hacer lo mismo. Enlazando con la virtud de la sencillez, vivió su vida con un corazón humilde. Nos recuerda que debemos renunciar a nuestras ideas de control y aislamiento, apoyándonos en nuestra dependencia de Dios y esforzándonos por desechar las nocivas ideas de orgullo. Nos anima a afrontar cada día con humilde gratitud a nuestro Dios bueno y amoroso.
Como Vicente, también nos proponemos vivir la virtud de la mansedumbre. Ser cálidos, accesibles, respetuosos y abiertos con todos los que nos encontremos y dejar a un lado cualquier irritación o frustración, para estar completamente disponibles con quien precise de nosotros en ese momento. Se nos pide que seamos desinteresados. Esforzarnos por ser un servidor fiel para las personas que experimentan cualquier forma de pobreza, anteponiendo sus necesidades a las nuestras. Como dice la Regla 1.3, Parte I, «ninguna obra de caridad es ajena a la Sociedad». La apertura al amplio espectro de las necesidades humanas significa que la Sociedad, y sus miembros, se renuevan con las diversas experiencias de los prójimos. Y finalmente, como miembros, vivimos una vida de fe con alegría y celo para que nuestro servicio al pueblo de Dios perdure por mucho tiempo.
Como miembros de la Familia Vicenciana, modelamos todo lo que hacemos según el ejemplo de san Vicente de Paúl. Somos testigos de las virtudes que san Vicente más apreciaba. Que podamos continuar abrazando estas virtudes en nuestras vidas y trabajar con la Sociedad en todo lo que Dios anhela que seamos en este mundo y que podamos llevarlas con nosotros hoy.
De: Firewood for the soul, vol. 2, A Reflexion Book for the Whole Vincentian Family
Sociedad San Vicente de Paúl, Queensland, Australia.
Texto de: Samantha Hill y James Hodge.
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