Jesús da a conocer de forma plena lo que quiere decir tener ojos y corazón para los pobres. Les toca también a sus discípulos tener ojos y corazón para los pobres.
Tiene Jesús, sí, ojos y corazón para los pobres. Es decir, se da cuenta él de las gentes que son pobres y sufren; tiene compasión de ellas. Y para atenderlas a ellas pasa él por todas partes.
En otras palabras, va él de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, para hacer el bien. Enseña él en las sinagogas y predica la Buena Noticia del reino. Cura también todas las enfermedades y dolencias de las gentes. Y los ama y sirve a los que sufren, y les anuncia la justicia, hasta el fin. Hasta entregar él su cuerpo y derramar su sangre.
Pero por encima de darse a conocer con ojos y corazón para los pobres, se identifica él con ellos. Pues deja claro que lo que hacemos por sus más pequeños hermanos, hermanas, por él lo hacemos. Y, del mismo modo, lo que no hacemos por ellos, por él no lo hacemos.
Tal identificación da a entender también que él es el primero entre los dichosos. Él, sí, proclama dichosos a los que el mundo tiene por desdichados, necios, débiles.
Ser de Jesús, por lo tanto, no puede menos que querer decir tener ojos y corazón para los pobres. De hecho, dice san Vicente que el cristiano que no tiene compasión es cristiano en pintura no más (SV.ES XI:561). Y, desde luego, tal dicho nos llega aún más claro, pues se ve encarnado de modo eminente en nuestro santo. Está de más decir que los vicentinos lo hemos de encarnar también.
Señor Jesús, tú que quisiste hacerte pobre, haz que tengamos ojos y corazón para los pobres; y que te reconozcamos a ti en ellos; en su sed, en su hambre, en su soledad, en su desventura. Suscita en nuestra Familia Vicentina la unidad, la sencillez, la humildad y el fuego de la caridad que abrasó a san Vicente de Paúl. Danos fortaleza para que, fieles a la práctica de estas virtudes, podamos contemplarte y servirte en la persona de los pobres y un día unirnos a ti y a ellos en tu reino. Amén.
27 Septiembre 2024
Solemnidad de san Vicente de Paúl
Is 52, 7-10; 1 Cor 1, 26-31; Mt 5, 1-12
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