«Carta de Santa Luisa de Marillac» a la Familia Vicenciana, con motivo de la Segunda Convocatoria en Roma, 14-17 de noviembre #famvin2024

por | Sep 21, 2024 | Famvin 2024, Featured, Noticias | 0 comentarios

Esta carta ficticia pretende capturar el espíritu de Santa Luisa de Marillac y su compromiso inquebrantable con la caridad y el servicio a los más necesitados. La convocatoria en Roma de 2024 es una oportunidad para renovar este compromiso en un contexto de sinodalidad y fraternidad.

¿Te imaginas lo que nos diría santa Luisa de Marillac si hoy nos escribiese una carta a sus descendientes espirituales? Este es un ejercicio literario, pero quizás podría ser algo así:

Queridos miembros de la Familia Vicenciana,

Con profundo amor y gratitud, os escribo estas palabras desde lo más íntimo de mi corazón. Me llena de alegría saber que, a pesar del paso del tiempo, el carisma que el Señor inspiró en mi vida y la de nuestro amado San Vicente de Paúl sigue vivo y en constante renovación. Esta carta es una humilde invitación a todos vosotros, herederos de nuestra misión, para que nos encontremos nuevamente en Roma, del 14 al 17 de noviembre de 2024, en la Segunda Convocatoria Vicenciana.

Desde los comienzos de nuestra misión, el carisma que nos une ha sido el de servir a “nuestros señores los pobres”. Nuestra misión se ha manifestado en diversas obras de caridad y atención a los más necesitados: desde hospitales y hogares de acogida hasta la educación y la asistencia espiritual. En todo momento, hemos tratado de imitar a Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su amor.

Este encuentro en Roma es una oportunidad única para reflexionar sobre nuestro carisma y reafirmar nuestra vocación de servicio. Os animo a acudir con un corazón abierto y dispuesto a escuchar al Señor y a vuestros hermanos, a compartir experiencias y a soñar juntos con nuevas formas de ser instrumentos de la Caridad en un mundo que tanto necesita del amor de Dios.

Este encuentro se inscribe en un contexto de sinodalidad, que no es otra cosa que caminar juntos, como una familia. Os invito a ver en este encuentro una ocasión para fortalecer nuestros lazos y encontrar nuevas maneras de colaborar más estrechamente. La sinodalidad no es un concepto nuevo, sino la forma en que siempre hemos vivido nuestro carisma, trabajando mano a mano, alentándonos unos a otros, compartiendo penas y alegrías, siempre en fraternidad.

El desafío es grande: ser una Iglesia en salida, cercana a los que sufren, a los marginados, a aquellos que el mundo descarta. Debemos recordar las palabras de San Vicente: “No hay acto de caridad que no vaya acompañado de justicia”. Seamos, pues, defensores de la dignidad humana, voz de los que no tienen voz, y brazos extendidos para acoger a los que más nos necesitan.

Mi vida estuvo marcada por el sufrimiento y la esperanza, por la pérdida y la redención. Desde mi juventud, el Señor me mostró el camino de la compasión. Experimenté la profunda tristeza de la viudez y la responsabilidad de la maternidad, pero también la alegría de encontrar mi verdadera vocación al lado de San Vicente. No fue un camino fácil; nos encontramos con muchas dificultades, pero en cada paso sentíamos la presencia amorosa de Dios, guiándonos y fortaleciéndonos.

Es así como debemos continuar hoy. La misión que se nos confía no es solo una tarea; es un llamado a vivir con un corazón abierto, a servir con ternura y humildad, a ser como una madre que nunca abandona a sus hijos. No importa cuán cansados o desalentados nos sintamos; el Señor siempre renueva nuestras fuerzas.

Nuestra Compañía de las Hijas de la Caridad nació de la necesidad de extender el corazón de Cristo a los más pequeños y vulnerables. Junto a vosotros, hemos podido multiplicar estas obras en el tiempo y el espacio, siempre con el único propósito de hacer visible el amor de Dios en el mundo. Recordad que nuestra fuerza radica en nuestra unión y en la oración constante, que nos conecta con el Espíritu Santo, fuente de todo bien y consuelo.

El encuentro que se celebrará en Roma no es solo una cita más en nuestras agendas; es una oportunidad para escuchar la voz de Dios que nos llama a renovar nuestro compromiso con los pobres y a explorar nuevas formas de vivir nuestro carisma. En este año 2024, marcado por tantos desafíos y cambios, nuestro encuentro es una luz de esperanza que nos invita a mirar al futuro con valentía.

Os animo a participar plenamente, a traer vuestros dones y carismas, y a estar dispuestos a aprender de los demás. Como familia, nos enriquecemos unos a otros, y juntos podemos discernir cómo el Señor quiere que sigamos sirviendo en estos tiempos tan particulares.

Que este encuentro sea también un espacio para recordar a todos aquellos que han formado parte de nuestra historia y que hoy gozan de la presencia del Señor. Agradezcamos su testimonio y dejémonos inspirar por su vida de entrega.

Al reunirnos en Roma, tengamos presente la importancia de la oración y la reflexión. No solo venimos a compartir experiencias, sino también a renovar nuestra fe y nuestro compromiso. Aprovechemos cada momento para meditar sobre las palabras de Cristo y dejemos que su amor nos transforme.

Hemos sido llamados a ser instrumentos de la Divina Providencia, a obrar sin descanso y a confiar en que Dios suple nuestras carencias. No temamos a las dificultades, sino veámoslas como oportunidades para crecer en la fe y el amor. Como dijo San Vicente: “El amor es inventivo hasta el infinito”; seamos creativos en nuestra misión, abiertos a nuevas formas de servicio y siempre atentos a las necesidades de los que nos rodean.

Queridos hermanos y hermanas, os invito con todo mi corazón a uniros a este encuentro. No solo para vernos y compartir, sino para juntos buscar los caminos que el Señor nos propone en este tiempo. Sigamos el ejemplo de María, nuestra Madre, que en todo momento confió plenamente en la voluntad de Dios y sirvió con humildad y alegría.

Que el Espíritu Santo nos guíe y nos fortalezca. Que nuestra vida sea siempre una respuesta de amor a Dios y a los pobres. Y que, al encontrarnos en Roma, seamos capaces de renovar nuestro compromiso y continuar con entusiasmo la misión que se nos ha encomendado.

Que la bendición de Dios Todopoderoso nos acompañen siempre.

Con todo mi cariño y oraciones,

Santa Luisa de Marillac

 

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