San José María de Yermo y Parres

por | Sep 20, 2024 | Formación, Santoral de la Familia Vicenciana | 0 Comentarios

El 20 de septiembre, la Iglesia universal celebra la fiesta de san José María de Yermo y Parres, sacerdote mexicano que por un tiempo perteneció a la Congregación de la Misión, vivo ejemplo de la caridad y fiel seguidor del ejemplo de san Vicente de Paúl.

San José María de Yermo y Parres es uno de los más grandes ejemplos de dedicación y entrega a los pobres en la historia de la Iglesia mexicana. Nacido el 10 de noviembre de 1851 en la Hacienda de Jalmolonga, Estado de México, en una familia acomodada, su vida temprana estuvo marcada por la muerte de su madre cuando tenía apenas 50 días. Fue criado por su padre y su tía Carmen, quienes inculcaron en él profundos valores cristianos que definirían su futura vocación.

Desde joven, Yermo y Parres sintió el llamado al sacerdocio, y a los 16 años se unió a la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl en la Ciudad de México. Sin embargo, sufrió una crisis vocacional que lo llevó a dejar la orden de los Paúles. Determinado a continuar su camino, ingresó al seminario en la Diócesis de León, Guanajuato, donde fue ordenado sacerdote en 1879.

En sus primeros años de ministerio, José María destacó por su elocuencia como orador y su dedicación a la catequesis juvenil, ganándose un lugar importante en la curia local. Sin embargo, una enfermedad lo obligó a abandonar sus responsabilidades más formales y el obispo de León lo asignó a dos pequeñas iglesias periféricas: El Calvario y Santo Niño. Esta decisión lo afectó profundamente, ya que representaba una humillación después de su éxito anterior, pero lo aceptó como parte de su obediencia al servicio de Cristo.

Fue en esta etapa que tuvo lugar el evento que cambiaría su vida y lo llevaría a fundar la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres. Un día, al dirigirse a la Iglesia del Calvario, José María fue testigo de una escena desgarradora: cerdos devoraban los cuerpos de dos recién nacidos abandonados. Conmovido por la tragedia y la pobreza extrema que presenciaba, sintió un llamado urgente de Dios para actuar. Inmediatamente buscó el apoyo del obispo y estableció el Asilo del Sagrado Corazón en 1885, una casa de acogida para niños huérfanos, ancianos y pobres.

El trabajo caritativo de Yermo y Parres no se limitó a este primer asilo. Durante el resto de su vida, expandió su misión, fundando escuelas, hospitales, casas de descanso para ancianos, y más orfanatos. Su dedicación a los marginados y su compromiso con los pobres definieron su ministerio. La Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, que comenzó con cinco jóvenes voluntarias, creció rápidamente y sigue operando hasta el día de hoy, extendiendo su carisma de amor y servicio a varias partes de México y el mundo.

Uno de los aspectos más notables de la vida de San José María de Yermo y Parres fue su capacidad para adaptarse a las realidades sociales de su tiempo. Nacido en una familia de clase alta, desde niño estuvo en contacto con la pobreza a través de los trabajadores de la hacienda de su padre. Este temprano contacto con los desfavorecidos influyó profundamente en su sentido de justicia social y en su misión sacerdotal. A través de su obra, José María luchó contra el analfabetismo, la explotación de las mujeres y las condiciones de vida indignas de los más pobres.

A pesar de sus logros, la vida de José María no estuvo exenta de dificultades. Enfrentó críticas y calumnias, tanto dentro como fuera de la Iglesia, y sufrió enfermedades físicas que lo debilitaron en varios momentos de su vida. Sin embargo, nunca permitió que estas tribulaciones lo desalentaran. Continuó trabajando incansablemente, guiado por su profunda fe en Cristo y su amor por los necesitados.

El impacto de José María de Yermo y Parres en la sociedad mexicana fue vasto. Su caridad y amor por los marginados dejó una marca imborrable en la historia de la Iglesia. Su legado continúa a través de la Congregación que fundó, y su vida es un ejemplo brillante de lo que significa vivir el Evangelio con autenticidad y dedicación. Fue beatificado el 6 de mayo de 1990 por el Papa Juan Pablo II, y posteriormente canonizado el 21 de mayo de 2000, reconociendo su santidad y su contribución a la vida cristiana y social.

San José María de Yermo y Parres no solo transformó la vida de miles de personas necesitadas durante su tiempo, sino que también dejó un legado perdurable de caridad, servicio y fe. Su obra y su vida son un testimonio del poder transformador del amor cristiano cuando se vive con integridad y dedicación total al prójimo.

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