Gemir en espera ansiosa de ser libre

por | Sep 5, 2024 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el que nos hace libres de verdad.  No puede él menos que gemir al ver que aún no gozamos de la libertad que quiere él para nosotros. 

Se le oye a Jesús gemir al curar él a un sordo que también no puede hablar.  Tal gemir pueda expresar compasión, irritación, cansancio o ira frente a la mala condición del que necesita curación.  Airado, decide él, por lo tanto, dar remedio a la condición del sordo que no habla, aun luchar para sacarle del apuro.

Mas sea cual sea el matiz de este gemir, igual le abre Jesús los oídos al sordo.  También le suelta la traba de la lengua.  El curado y los que lo han llevado se llenan, pues, de asombro.  Y luego dicen ellos que Jesús lo ha hecho bien todo; hace él oír a los sordos y hablar a los que no lo pueden hacer.  Es decir, a los ojos de los que se asombran, lo que ha hecho Jesús cumple la profecía de Isaías.

Y, ¿no gime aún Jesús?  No, no somos pocos los sordos a su palabra.  Y por no oír lo que él dice, no podemos hablar de ello tampoco.  Pero si no oímos su palabra, no seremos verdaderos discípulos, si bien creemos en él.  Es por eso que no conoceremos la verdad y la verdad no nos hará libres.

Gemir en espera de ser libre 

Pero si oímos su palabra y nos quedamos en ella, recibiremos el Espíritu.  Y este Espíritu nos ayudará a captar que nos toca gemir mientras esperamos ser libres.  Mientras esperamos que Dios nos haga sus hijos e hijas adoptivos y haga libres nuestros cuerpos.  El Espíritu va a gemir y orar dentro de nosotros, débiles que somos y no sabemos orar.

Oír, además, la palabra de Jesús y estar siempre en ella quiere decir aprender de él.  Nos enseña él a cumplir la ley y los profetas de modo pleno y total.

Para él y para sus verdaderos discípulos, vale más que nos lavemos los corazones que nos lavemos las manos.  También nos hace ver él que Dios hizo el sábado para los humanos, no a los humanos para el sábado.  Es decir, los mandatos de Dios tienen que ver con el amor.  Y el amor está por encima de las reglas (SV.ES IX:1125).

Pero pide también el amor que vayamos más allá de las reglas, más allá del llamado al servicio.  Pues hemos de ser como nuestro Maestro, dispuestos a hacer el sacrificio supremo.  A entregar nuestros cuerpos y derramar nuestra sangre.  A ir al infierno por una causa del cielo (Rom 9, 3; Gál 3, 132 Cor 5, 21).  Y se nos dice que no nos basta con no hacer lo malo.  Pues no nos hemos de ensimismar y nos toca renunciar a la indiferencia (Lc 12, 13-21; 16, 19-31)

Señor Jesús, no podemos menos que gemir mientras esperamos tu venida en gloria.  Haz que nos fundemos en tu palabra que no nos engaña nunca (RCCM II, 1).  Danos la lengua de discípulo y espabílanos el oído para que escuchemos tu palabra como los verdaderos discípulos.  Sabremos así decírsela a los demás, en particular a los abatidos, a los elegidos de Dios, los pobres del mundo.

8 Septiembre 2024
23º Domingo de T.O. (B)
Is 35, 4-7a; Stg 2, 1-5; Mc 7, 31-37

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