Septiembre es un mes especial para la Familia Vicenciana, marcado por diversas conmemoraciones litúrgicas de santos y beatos que, con sus vidas, ejemplificaron los valores vicencianos de humildad, sencillez y caridad. Este mes es, por tanto, una ocasión propicia para celebrar y reflexionar sobre el legado de amor y servicio al prójimo dejado por estos santos y santas.
El 1 de septiembre, celebramos a la beata Isabel Cristina Mrad Campos, una joven brasileña que vivió con pureza de corazón y un profundo amor a Dios. Isabel Cristina nació en 1962 en Barbacena, Minas Gerais, y fue martirizada a los 20 años mientras defendía su castidad. Su vida estuvo marcada por una fe profunda y un ardiente deseo de seguir a Cristo, dedicándose a sus estudios y a la catequesis de niños. Fue miembro activo de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP) y destacó en el ámbito juvenil. Su valentía y sacrificio son testimonio de su pureza y entrega total a Dios.
El 2 de septiembre, la Iglesia celebra al beato Luis José Francisco, un sacerdote francés martirizado durante la Revolución Francesa. Era miembro de la Congregación de la Misión y fue encarcelado por negarse a prestar el juramento exigido por el gobierno revolucionario, ya que iba en contra de la fe católica. Su fe inquebrantable y su valentía ante la persecución son claros ejemplos de su fidelidad a Dios y a las enseñanzas de la Iglesia, virtudes que caracterizan el espíritu vicenciano de fortaleza y entrega al servicio de Cristo.
El 9 de septiembre, celebramos al beato Antonio-Federico Ozanam, principal fundador de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Nacido en 1813 en Milán (Italia), Ozanam fue un laico que dedicó su vida a la caridad y a la justicia social, inspirándose en las enseñanzas de San Vicente de Paúl. Junto con otros seis amigos, fundó la primera Conferencia Vicentina de la Sociedad de San Vicente de Paúl, con el objetivo de promover la caridad cristiana ayudando a los pobres de manera práctica y personal. Las virtudes de compasión, solidaridad y servicio al prójimo ocuparon un lugar destacado en su vida, haciéndolo un modelo de acción vicenciana.
También el 9 de septiembre, la Iglesia celebra la memoria de la beata María Eutimia Üffing, nacida en Alemania en 1914. Perteneció a la Congregación de las Hermanas de la Misericordia. Conocida por su incansable dedicación a los enfermos y necesitados, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, su vida estuvo marcada por una profunda devoción a la caridad, reflejo de las virtudes vicencianas de humildad y servicio a los pobres. Su beatificación en 2001 por San Juan Pablo II es un reconocimiento a su testimonio de fe y amor al prójimo, ejemplo de un verdadero espíritu vicenciano.
El 11 de septiembre, recordamos a san Juan Gabriel Perboyre, sacerdote de la Congregación de la Misión, martirizado en China en 1840. San Juan Gabriel es conocido por su coraje y fe inquebrantable. Soportó la tortura y la persecución con gran fortaleza de espíritu, sin renegar nunca de su fe. Su ejemplo de dedicación misionera y su disposición a sufrir por Cristo son una inspiración para todos los vicentinos.
El 24 de septiembre recordamos a la beata Emilia Gamelin (1800-1851). Fue una mujer canadiense, de extraordinaria caridad y dedicación a los pobres. Tras perder a su marido y a sus tres hijos, Emilia canalizó su dolor hacia el servicio a los necesitados, fundando en 1843 las Hermanas de la Providencia, una congregación religiosa dedicada a ayudar a los más vulnerables. A través de su trabajo, Émilie transformó la compasión en acciones concretas, ayudando a huérfanos, ancianos, enfermos y presos. En reconocimiento a su vida de virtud heroica, san Juan Pablo II la beatificó el 7 de octubre de 2001.
El 27 de septiembre, conmemoramos al gran San Vicente de Paúl, fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad. Nacido en Francia en 1581, Vicente dedicó su vida enteramente al servicio de los pobres y a la formación de sacerdotes, revolucionando la asistencia social de su época. Sus virtudes de humildad, sencillez y mansedumbre lo convirtieron en un icono del amor cristiano, y su obra perdura hoy en la misión vicenciana. Nuestro modelo, San Vicente de Paúl, fue proclamado «patrono de todas las obras de caridad de la Iglesia católica» por el Papa León XIII en 1885, a propuesta de la Sociedad de San Vicente de Paúl de Francia.
A fin de mes, el 30 de septiembre, conmemoramos al beato Federico Alberto, nacido en 1820 en Turín (Italia). Fue un sacerdote diocesano profundamente comprometido con la misión de servir a los más pobres y marginados. Inspirado por las virtudes vicencianas, fundó el Instituto de las Hermanas de San Vicente de Paúl para atender las necesidades de los pobres y huérfanos, ofreciéndoles educación, cobijo y atención espiritual. Beatificado en 1984 por San Juan Pablo II, Federico Alberto es recordado como un pastor celoso y caritativo, cuya vida fue un testimonio de amor al prójimo y de plena dedicación a la caridad cristiana.
El mes de septiembre nos invita a reflexionar sobre el carisma vicentino, que tiene como referente la búsqueda constante de Dios en los pobres y la transformación de la sociedad a través de la solidaridad y el servicio. Las vidas de los santos y beatos que conmemoramos este mes nos inspiran a vivir con un corazón ardiente de amor a Cristo y a los más necesitados, buscando ser verdaderos discípulos de San Vicente de Paúl en el mundo de hoy. La esencia del estilo de vida vicenciano es ser un signo vivo de la caridad de Cristo, sirviendo a los pobres con alegría, esperanza y humildad, siempre con la mirada puesta en el cielo.
Consocio Renato Lima de Oliveira
Comisario de la SSVP ante las Naciones Unidas y Presidente General de 2016 a 2023.
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