Del 11 al 14 de julio se realizó en Panamá un Seminario Continental llamado “Personas migrantes, refugiadas y desplazadas”, organizado por la CLAR (Confederación Latinoamericana de Religiosos) en donde participamos Inés Barés de la Confraternidad de Traductores de Panamá, Juan Reaño de Sociedad San Vicente de Paúl de Perú, P. Gregory Gay C.M en Panamá e Irene Cruz de Vicentinos en La Frontera/Diáspora de Guatemala.
Puedo expresar, en lo personal, que este Seminario fue un encuentro con Jesús, movió mis energías; fue tanta la empatía que, no pude parar el llanto. Encontrarse con Jesús en nuestros hermanos(as) migrantes, nos hace repensar nuestro papel como cristianos, como Vicentinos ¿Será que nosotros tenemos a Jesús dentro de una burbuja? ¿Lo tenemos solitario en el Sacramento del Altar? Olvidando que Jesús está ahí, precisamente en nuestros hermanos(as) que, por salvar sus vidas o la de sus seres queridos, deciden dejar el fruto de toda una vida de trabajo, pensando en tener una jubilación tranquila, sin sobresaltos y de la noche a la mañana, te ves huyendo en medio de la noche, porque las mafias organizadas, los gobiernos dictadores, han decidido tomar tu vida o la de un ser querido. Y ahí, en medio de la noche oscura y profunda, escondidos dentro de un río, pidiendo a Dios no ser encontrados, decides huir, porque acaban de asesinar a tu pareja y van por los que quedan; o cuando por enseñarle a los jóvenes a pensar en forma crítica, analítica te declaran enemigo terrorista del gobierno, la única opción es salir corriendo con lo que llevas puesto. De nada te sirve haber obtenido títulos universitarios, dedicarte a la educación superior, trabajar en los hospitales, ser un ciudadano correcto. El instinto de conservación de la vida te hace buscar refugio, la ayuda, la protección, del país más cercano, esperando ser acogido, integrado y lo que encuentras es que, debido a la avaricia humana, tu necesidad se ha cotizado muy alto en la bolsa de valores, convirtiéndote en ave de presa, con el signo de dólares escrito sobre tu frente, y la frente de tu pareja y la de tus niños(as).
Dónde han quedado las palabras de aquella parábola de Jesús «tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver”. Ante el asombro de los justos y sus interrogantes al Rey, el Rey les respondió… “En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mi”; pero también está la condena a los que no hacen nada por los más pequeños: “¡Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles!
Me pregunto; ¿Acaso no vemos a la Sagrada familia huyendo en medio de la noche? ¿Estamos vendiendo sobrevalorada el agua para los migrantes? ¿Estamos sobrevalorando el precio del pasaje que ha de conducir a los migrantes hacia un lugar seguro? ¿Vemos a nuestros hermanos clamando por ayuda y se la vendemos? Nuestros hermanos migrantes, son el rostro sufriente de Jesús, que busca quién le dé cobijo y abrigo, el Jesús que busca restaurar los derechos que le han sido arrebatos; el Jesús que ha sido ultrajado ante la mirada de todos(as)…
Que la lectura de este artículo nos sensibilice, nos haga más empáticos, que nos mueva a dejar el egoísmo; que no organicemos para exigir a nuestros gobiernos, quienes son parte del calvario de nuestros migrantes, que se creen leyes que respondan a las necesidades cambiantes de la movilidad humana, que se condenen drásticamente a los servidores públicos que se enriquecen a costa de la necesidad de los que huyen de la violencia, la persecución política y tantas otras causas. Que nos organicemos en nuestras parroquias y busquemos al necesitado, como lo hace en Filadelfia nuestra hermana de Confraternidad Ana Pelicó o como lo hacen familias migrantes, que conocen este dolor y arman despensas, consiguen ropa, medicina, empleos para nuestros migrantes en Maryland. Seamos parte de la solución.
En este Seminario todos(as) religiosos(as) y laicos salimos con el compromiso de hacer visible que, es urgente trabajar en redes, que es urgente que trabajemos en conjunto, no importando carisma, lo importante es mitigar el sufrimiento de los que migran, ayudarlos a que su trayecto sea seguro, pedir leyes más justas a quienes desean quedarse y puedan integrarse a la nueva sociedad.
Me tocó el corazón escuchar los relatos, de las familias que abrieron su corazón y nos compartieron sus experiencias, nos decían: «Nadie nos enseñó a migrar»; “Nos cobran 60 dólares por llevarnos en bus”; «Hay delito si alguna persona particular nos sube a su vehículo»; «Soy profesional universitaria(o), desde que vine aquí, no puedo trabajar de lo que me gradué, así que tuve que reinventarme y a aprender a hacer cortinas y a elaborar bolsas con material reciclado»; » No me dejan poner un puesto en el mercado, debo salir corriendo con la llegada del guardia del mercado, para que no me consigne la venta y lo invertido en ella»; “Tuvimos que salir por la enfermedad de mi hija, en mi país no había lo necesario para la alimentación especial que mi hija necesitaba”. De todos los testimonios compartidos, en ninguno se pidió limosna, con dignidad y serenidad, lo que pidieron fue sólo la oportunidad de que los dejen quedarse e integrarse a la sociedad, como personas productivas. Relatos de historias de sobrevivencia y lucha.
En el Seminario también acordamos «No hablar de migrantes, sin migrantes”, “Dejemos que ellos sean los protagonistas de su historia y de nuestra salvación”; “Porque serán los pobres los que nos abran las puertas del cielo”.
Recordemos que Dios nos ha dado dones y talentos específicos que debemos usar para el bien de los demás y para la gloria de Dios.
Por Irene Cruz
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