Jesús es el pan de vida que ha bajado del cielo. Acudir a él y creer en él quiere decir no pasar nunca ni hambre ni sed.
Jesús delata el motivo de los que le han estado buscando. Es que les echa él en cara que ellos lo buscan no más, pues comieron pan hasta saciarse. Y, a continuación, los urge a que trabajen por el alimento que permanece y da vida eterna. A que trabajen, es decir, por el pan de vida.
Se nos saca a la luz, por lo tanto, que nuestra hambre no tiene que ver solo con el alimento. Y esto lo hemos de captar y admitir. Pues tenemos hambre también de justicia, libertad, paz, verdad, igualdad, solidaridad, unión.
Acudir nosotros a Jesús, el pan de vida, y creer en él quiere decir saciarnos.
Por encima de darnos a conocer un hambre de otro tipo, nos dice que él es el que nos sacia. Y no importa cuál sea el tipo de nuestra hambre. Pues él concreta lo que es trabajar por el alimento que permanece y da vida. Es creer en él, el sellado y enviado del Padre, Dios.
Así que, él es el verdadero pan de Dios que baja del cielo y da vida al mundo. En otras palabras, él es el pan de vida. Y, sí, al acudir a él y al creer en él, nos saciamos.
Huelga decir que «aprender a Cristo», acudir a él y creer en él es lo que es ser cristiano. Y todo esto quiere decir tomarle por el Cordero de Dios de nuestra comida pascual. Por el nuevo y mejor vino de la alianza nueva. Y por nuestro templo. Por lo tanto, no es necesario que subamos al Monte de Sión o al Monte de Gerizín; pues él es nuestro culto del Padre en Espíritu y en verdad. De nuestro Padre en el cielo que es bueno con todos nosotros en la tierra.
«Aprender a Cristo», acudir a él, creer en él quiere decir también pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir, vivir como él. Y si esto lo hacemos, no cabe duda de que nos saciaremos y seremos por siempre felices (SV.ES III:359).
Señor Jesús, por ti nos habla Dios y eres el pan de vida; déjanos venir a ti, para que no pasemos nunca hambre, y creer en ti, para que no pasemos nunca sed.
4 Agosto 2024
18º Domingo de T.O. (B)
Éx 16, 2-4. 12-15; Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35
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