LES DARÉ UN CORAZÓN Y PONDRÉ UN ESPÍRITU NUEVO DENTRO DE ELLOS; QUITARÉ DE SU CARNE EL CORAZÓN DE PIEDRA Y LES DARÉ UN CORAZÓN DE CARNE.

EZEQUIEL 11,19

Es raro asociar la vida de los santos con historias de piratas sedientos de botines. Según se cuenta, Vicente de Paúl viajaba a la ciudad francesa de Narbona desde la gran ciudad portuaria de Marsella tras concluir unos negocios surgidos de un testamento. Durante el viaje por mar, el barco fue alcanzado por los piratas berberiscos, que tomaron cautivos a la tripulación y los pasajeros y los transportaron a la ciudad norteafricana de Túnez. En la ciudad, Vicente fue vendido como esclavo, pasando supuestamente por múltiples propietarios antes de llegar a manos de un francés, él mismo antiguo esclavo y converso al Islam. Durante su esclavitud, sus conversaciones auténticas con los demás y su testimonio de fe en la ternura orante del canto llevaron al hombre y a una de sus esposas a convertirse en seguidores del cristianismo. Juntos regresaron a Francia y Vicente consiguió su libertad. Todo un acontecimiento.

Hacer cambiar de opinión a otra persona no es tarea fácil. A menudo, lo que empieza como un debate por diferencias de opiniones puede desembocar en discusiones acaloradas, frustraciones y relaciones fracturadas, en lugar de un diálogo persuasivo y abierto. Vicente, en un estado de vulnerabilidad, compartió la profundidad y la belleza de su relación personal y amorosa con la divinidad. Al compartirlo, ocurrió algo extraordinario. Se despertó la curiosidad. Los espíritus se conmovieron. La gente cambió.

Aunque la historia relata la capacidad de Vicente para transformar a los demás, también es un recordatorio del poder de transformación que se produce en el propio corazón.

Nuestras experiencias dan forma a lo que somos. Las decisiones que tomamos en tiempos difíciles también nos moldean. Lo que antes creíamos que era verdad puede adquirir una profundidad más plena y significativa. Como el hombre con el que se encontró Vicente, podemos convertirnos a una nueva forma de ser gracias a las personas que entran inesperadamente en nuestras vidas. La conversión se ha convertido en un término cargado de significado. A lo largo de la historia, se ha experimentado como algo que convierte a las personas en otra cosa, a veces por medios engañosos, superficiales o violentos. Puede parecer un proceso externo forzado o coercitivo. Nos cansa participar en actividades que se imponen a los demás. Sin embargo, en el fondo, la conversión es una invitación a entablar un diálogo honesto y auténtico. La verdad de cada persona puede impulsar a los participantes hacia lugares nuevos e inesperados.

Como vicentinos, es en las interacciones ordinarias de la vida diaria, y a través del servicio a los demás, donde podemos dar testimonio de la verdad de nuestro ser. La conversión implica el discernimiento orante y dialogante con Dios, la decisión libre de aceptar los frutos de ese discernimiento, y la vivencia de este cambio de corazón en profundo amor y confianza en Dios. Esta verdad puede llevar a otros a conversaciones más profundas, a compartir las experiencias de sus propias vidas, o a expresar curiosidad sobre la naturaleza de esta verdad. Son estos encuentros auténticos y honestos los que pueden conducir a un cambio mutuo de corazón. Es la constatación de que Dios está presente en estos encuentros y conversaciones y profundamente implicado en las realidades de nuestras vidas.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

• Describe una experiencia de tu vida en la que hayas tenido un cambio de corazón.
• ¿Qué te pide Dios, hoy?

De: Firewood for the soul, vol. 2, A Reflexion Book for the Whole Vincentian Family
Sociedad San Vicente de Paúl, Queensland, Australia.
Texto de: Samantha Hill y James Hodge.