En las manos de Dios Padre con santa Isabel Ana Seton

por | Jun 30, 2024 | Formación, Reflexiones | 0 Comentarios

A lo largo de su vida, la Madre Seton supo que nunca estamos verdaderamente solos, incluso cuando los desafíos de la vida son más desalentadores. Nuestro Padre Celestial siempre está ahí para nosotros: presente, amoroso, misericordioso.

«Vosotros, pues, orad así:
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino;
hágase tu Voluntad
así en la tierra como en el cielo».
(Mateo 6, 9-10).

Al reflexionar sobre el papel de los padres durante el mes de junio, he intentado rezar más intensamente por las necesidades de mi propio padre. Como autoproclamada «niña de papá», incluso a los 55 años, admito que mi imagen de un padre celestial que ofrece amor incondicional y misericordia se ha formado en gran medida a través de la estupenda relación que he disfrutado toda mi vida con el hombre al que todavía llamo «papá».

En los últimos meses, he dado prioridad a las conversaciones telefónicas diarias con mi padre. La salud de mi madre ha empeorado, y tanto él como yo queremos —y necesitamos— un diálogo diario. Aunque nos separan miles de kilómetros, el tiempo que pasamos juntos cada día —aunque sólo sea unos instantes— es una bendición mutua que nos sostiene en los momentos en que no podemos estar juntos físicamente.

Aunque para mí es fácil asociar «Dios» y «Padre» de forma positiva, sé que no todos los creyentes comparten este mismo marco de referencia. Incluso la relación de santa Isabel Ana Seton con su padre terrenal era inestable. Cuando su madre murió, solo tres años después de su nacimiento, la relación afectuosa y respetuosa de Isabel Ana con su padre se vio afectada por las presiones del nuevo matrimonio de su padre, su ajetreada carrera y sus frecuentes viajes. Pero a la tierna edad de 14 años, escribió lo siguiente sobre Dios como padre:

«Alegría en Dios por ser mi Padre. Insistiendo en que no me abandonara. Mi padre lejos, tal vez muerto; pero Dios era mi Padre, y yo bastante independiente de lo que pudiera pasar» (El alma de Elizabeth Seton).

En un pasaje posterior de esta misma reflexión, la santa observa:

«Dios era mi Padre, mi todo. Rezaba, cantaba himnos, lloraba, reía, hablando conmigo misma de hasta qué punto Él podía elevarme por encima de toda pena».

Para quienes este mes lloran la muerte o la ausencia de un padre terrenal, la madre Seton recuerda que nuestra relación con la Santísima Trinidad nos ofrece el afecto y el amor de un Padre que conoce cada fibra de nuestro ser. Y Jesucristo, que él mismo llamó a Dios «Padre», nos ofrece las palabras para rezar cuando el dolor, el conflicto o la pena nos dejan sin voz:

«…cuando ores, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. […] Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.» (Mateo 6,5-8).

Estamos invitados a una unión orante con Dios, nuestro Padre, en cualquier lugar y en cualquier momento. Nuestro Padre nos ve. Nuestro Padre nos escucha. De hecho, nuestro Padre conoce nuestras necesidades incluso antes de que las expresemos.

Santa Isabel Ana, aun siendo una niña que echaba de menos la proximidad física de su padre terrenal, experimentó poderosamente el amor de Dios Padre. Expresar esa relación en sus oraciones privadas, alimentarla a través de la Verdadera Presencia de Cristo en la Eucaristía, y compartir ese amor incondicional con los que la rodeaban, se convirtió en la misión de su vida. Como consejo a sus hermanas, la Madre Seton reflexionó en cierta ocasión:

«El mayor placer/consuelo que un Padre puede recibir es de la docilidad de sus hijos y de su tierno afecto, la alegría con la que cumplen sus mandatos y la obediencia voluntaria que le rinden; así Dios, que es más padre para nosotros de lo que todos los padres del mundo puedan serlo para sus hijos, no desea nada tanto de nosotros como ser servidos con santa alegría y regocijo». (CW3a, p. 473)

Al rezar este mes, uniéndonos al Sagrado Corazón de Jesús, por nuestros padres vivos y difuntos, recordemos el consuelo y el amor de nuestro Padre Celestial, y recemos también específicamente por el bienestar físico, emocional y espiritual de todos los padrinos, padres espirituales, religiosos y sacerdotes.

Dios Padre está siempre dispuesto a recibir nuestras llamadas diarias, esas oraciones dóciles y afectuosas que ofrecemos en medio de nuestro ajetreo. Como la Madre Seton sabía y enseñaba diariamente de palabra y de obra, nunca estamos solos, ni siquiera cuando los desafíos de la vida son más desalentadores. Nuestro Padre Celestial está ahí, presente, amoroso, misericordioso.

LISA M. HENDEY es la fundadora de CatholicMom.com y la autora de los bestsellers «I’m a Saint in the Making», «The Grace of Yes: Eight Virtues for Generous Living», «The Catholic Mom’s Prayer companion», «I Am God’s Storyteller» y la serie de ficción infantil «Chime Travelers», que combina de forma dinámica los viajes en el tiempo y la vida de los santos.

Lisa ha producido, presentado y aparecido en numerosos programas de televisión, vídeo y radio. Publica blogs en diversos sitios web y sus artículos han aparecido en Catholic Digest, National Catholic Register y Our Sunday Visitor. Descubra su trabajo en www.LisaHendey.com y conéctese con ella en las redes sociales @LisaHendey.

Fuente: https://setonshrine.org/

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