Jesús es, en persona, el sembrar que llega a ser el segar y la semilla que se hace un árbol con ramas tan grandes que a su sombra pueden anidar las aves.
En el evangelio de hoy, dice Jesús que el reino de Dios se parece al sembrar que termina en segar. Es decir, se nos asegura la compleción del reino de Dios.
A continuación, también compara Jesús el reino de Dios con un grano de mostaza. Aunque pequeña, tal semilla se hace una planta con ramas grandes en las que pueden anidar las aves. Se nos da a conocer, pues, que el reino de Dios, humilde en sus comienzos, llega a abarcar a todos.
No, lo que llega a ser el reino de Dios no parece proporcionado a su comienzo. Es que, sí, el reino en cuestión tiene que ver con Dios. Debido a él, su reino contiene en sí, pues, una fuerza por la que se trascienden los pequeños comienzos. Que se cambian también, se transforman, se revolucionan las cosas tal como están y nuestras formas de ser y hacer.
Y ante esa fuerza, la sola postura que nos queda a los humanos es la de humildad, confianza y valor. Hemos de ser humildes, pues si bien plantamos o regamos, el que hace crecer es Dios no más. Él humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes.
Pero el tomarnos por pequeños de verdad nos da razón para confiar en Dios (SV.ES III:124). Y se dice que, por la gracia de Dios, ser débil quiere decir ser fuerte. Entonces, ¿no quiere decir ser cobarde ser valiente, por la misma gracia?
Así que Dios nos da fuerza para sembrar pequeñas semillas del reino de Dios. De este modo aprenderemos de nuevo a valorar las cosas pequeñas y los gestos pequeños (véase también SV.ES IX:916). Y hay que empezar, al igual que Jesús, con los próximos, los que nos rodean, los que se nos presentan.
Señor Jesús, concédenos ser fieles en lo poco para que nos pongas sobre lo mucho (SV.ES XI:269-272). Y haz que las cosas pequeñas, los gestos pequeños, que no dejamos de sembrar nos preparen para la obra grande, el gesto grande: el entregar nuestro cuerpo y derramar nuestra sangre.
16 Junio 2024
11º Domingo de T.O. (B)
Ez 17, 22-24; 2 Cor 5, 6-10; Mc 4, 26-34
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