Permítanme llamar a la reflexión de hoy «La parábola de la bicicleta».
Cuando leí “What I learned from my bike,” [Lo que aprendí de mi bicicleta], quedé sorprendido de todo lo que descubrí.
La parábola de la bicicleta
Las reflexiones del autor no se refieren a agradables paseos en bicicleta en la seguridad de un parque. Habla de la hostilidad y los riesgos a los que se enfrentan los ciclistas en las concurridas calles de la ciudad o en las autopistas.
Ser ciclista es francamente peligroso, sin tener culpa alguna.
«Gente que no conozco se enfada conmigo por el mero hecho de ir en bici por «su» camino y me lo hacen saber con lenguaje malsonante y otros actos de agresión».
Cree que la mayoría de la gente que va en coche no es personalmente agresiva con él. Más bien, sugiere que nuestra forma de pensar y la infraestructura de transporte apoyan los privilegios del automóvil.
«Gente agradable y no agresiva me pone en peligro todo el tiempo porque ven la carretera desde la perspectiva privilegiada de un coche.
… no son conscientes de un bache o una acumulación de grava o una botella rota, que no me han dejado espacio suficiente para evitar; porque, en un coche, no necesitan tener en cuenta estas cosas, que a mí podrían enviarme volando de mi bicicleta o costarme una llanta doblada o un neumático pinchado.
Así que, cuando digo que el conductor es un privilegiado, no es una forma de llamarle mala persona o un matón o de decir que realmente no se merezca su coche o su camión. [Es sólo una forma de reconocer] que si él y yo chocamos, probablemente moriré y él sólo tendrá que limpiar la sangre de su parachoques.
Y así, los conductores de coches —gente amable y no agresiva— me ponen en peligro todo el tiempo porque ven la carretera desde la perspectiva privilegiada de un coche.»
Plantea una cuestión importante. ¿Podemos replantearnos nuestro enfoque del transporte de modo que se fomenten los derechos y la seguridad de todos?
Desentrañando la parábola del «privilegio»
Continúa:
«Me imagino que para la gente de color la vida en un contexto de mayoría blanca se siente un poco como ir en bicicleta en medio del tráfico.
Tienen derecho a circular por la carretera, y leyes que lo hacen equitativo, pero eso no cambia el hecho de que van en bicicleta en un mundo hecho para los coches. Experimentar esto cuando voy en bici en medio del tráfico me ha ayudado a entender de qué va realmente ‘hablar de privilegios’.
[Cuando la gente habla de privilegio] no están diciendo que realmente no ganaste tu título universitario, sólo quieren que trates de empatizar con lo aterrador que es estar en una bicicleta a veces (metafóricamente hablando)».
En mis propias palabras…
Mi propio sentido del «privilegio» es a menudo inconsciente. Cuando me siento frustrado por la larga espera en la consulta de un médico, a menudo soy inconsciente de mi privilegio como clérigo de tener acceso a un nivel de atención sanitaria que otros no tienen. Sólo soy consciente de mi privilegio cuando me doy cuenta de cuánta gente en los barrios, y especialmente en las zonas devastadas por la guerra, no tiene acceso a una enfermera, por no hablar de un médico y un hospital.
No soy una mala persona porque disfrute de este privilegio. Pero soy un privilegiado. Soy un privilegiado por haber tenido un apoyo inicial para el desarrollo personal y un acceso continuado a mentores, empezando por unos padres que tenían un trabajo, y tantas otras cosas que no me he ganado personalmente.
Todas las analogías cojean pero…
- ¿Por qué hablar de privilegios molesta a tantos?
- ¿Qué puedo hacer para ayudar a otros a experimentar los mismos privilegios que yo he dado por sentados?
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
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