¿Te has fijado en el gráfico que acompaña a este post? Antes de seguir leyendo, te sugiero que te detengas al menos 60 segundos para dejar que te hable…

¿Qué te ha dicho, si es que te ha dicho algo?

Ahora, permíteme que vuelva al principio. ¿Por qué este gráfico?

Los retos del cambio

Después de reflexionar sobre mis reflexiones, me sorprendieron los puntos que finalmente conectaron. Entonces me di cuenta de que había un hilo que unía casi todos los mensajes. El cambio. Todos se centraban en algo que exigía un cambio.

Mucho antes de la época de Cristo, Heráclito dijo que la vida es como un río… «no puedes bañarte dos veces en el mismo río». Otro comentarista anónimo añadió… «Los picos y las depresiones, los pozos y los remolinos, todo forma parte del viaje. Haz como Heráclito: déjate llevar por la corriente. Disfruta del viaje, por salvaje que sea».

Mientras pensaba en ello, me di cuenta de que había otro subtema. A veces mis pensamientos flotaban con la corriente del cambio estructural. Otras veces me dejaba llevar por la constatación de que no puede haber cambio estructural sin un cambio en mi forma de pensar (en términos bíblicos, metanoia o arrepentimiento).

El cambio como camino compartido

Sospecho que no estoy solo. A veces intentamos nadar contra la corriente de la conversión personal. Otras veces estamos tan centrados en el cambio personal que olvidamos la importancia de los cambios estructurales.

Eso me llevó a una esperanzadora comprensión sobre el cambio. Todos estamos juntos en el mismo viaje. Y gracias a Dios que lo estamos. Cuando nos vemos arrastrados sin sentido por una corriente, hay otras personas que nos llaman para que recordemos que necesitamos la energía de la otra corriente.

El «Y» vicenciano

Hace años, el P. Tom McKenna recordó algo que nuestro antiguo Superior General, el P. Robert Maloney dijo sobre San Vicente de Paúl. «Difícilmente he leído a alguien que pudiera ponerse de una parte en un asunto y 50 páginas después decir exactamente lo contrario».

¿Y no es verdad? Vicente aconseja la sencillez, y luego la sagacidad. Su insistencia en la mortificación, y luego en el autocuidado. Su consejo de ser amable, y luego sus palabras a santa Luisa para que ponga un poco de vinagre en su trato con los demás.

Regina Bechtle, SC nos recordó:

Mientras Vicente, Luisa, Isabel, Catalina, Rosalía y Federico escuchaban la Palabra de Dios y reflexionaban sobre los caminos de Dios con los seres humanos, algo sucedió, algo hizo clic… Mientras se enfrentaban a las tensiones y conflictos de su tiempo, mientras el Espíritu les abría los ojos cada vez más para ver el rostro de Cristo en todas partes, se plantaron firmemente en el «Y». No con la cabeza en la arena, sino con la cabeza, el corazón y el cuerpo en el «Y».

Acción Y oración.

Soledad Y comunidad.

Cabeza Y corazón.

Ahora Y todavía no.

Caridad Y justicia.

Servicio material Y espiritual.

«Y» es una palabra clave vicenciana.

Nuestros fundadores fueron personas que vivieron en los extremos y optaron por mantener el equilibrio.

Volvamos al gráfico…

Te invito una vez más a que te recrees con el gráfico. Algunas cosas para notar…

• Nuestro Creador nos llama a caminar juntos.
• Cada uno de nosotros aporta puntos de vista diferentes a nuestro viaje común por el camino de Emaús o de Damasco.
• El papa Francisco nos anima a unir nuestros brazos en una escucha atenta de nuestra historia y nuestro presente.

Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk