Hoy 23 de abril de 2024 se cumplen los 211 años del nacimiento de Federico Ozanam y los 191 de la creación de la primera conferencia de caridad. Un hecho aparentemente insignificante, una controversia por la entonces escasa acción caritativa de la Iglesia en Francia, que se produce en un debate entre creyentes y no creyentes en una conferencia de historia, generó un movimiento de caridad y de amistad mutua que, hoy día, congrega a cientos de miles de personas alrededor de un mismo ideal: seguir a Jesucristo en fidelidad, sirviéndole en las personas más necesitadas de nuestro mundo.
Las crónicas sobre los orígenes de la primera conferencia de caridad están todas distanciadas de los hechos. No hay actas de las primeras reuniones, y el primer relato sobre su constitución se redactó más de un año después[1]. Los primeros miembros de la Sociedad fueron reacios a ofrecer detalles concretos sobre los orígenes de la asociación, y atribuyeron su creación a Dios y a su providencia. No obstante, el conjunto de los testimonios nos permite tener una imagen suficientemente fidedigna de lo que fueron los comienzos.
A inicios de su segundo curso universitario (esto es, en el último trimestre de 1832), Federico comienza a participar en las conferencias de derecho, dos veces a la semana. En ellas «se discuten cuestiones controvertidas. En cada asunto hay dos abogados y otro que ejerce la función de ministerio público. Los demás juzgan el fondo de la causa y el mérito de los alegatos. No está permitido leer, de modo que casi siempre se improvisa; donde más hay que ejercitarse es en las réplicas»[2].
Los estudiantes que asistían no eran todos cristianos, y se solían plantear animados debates, entre los que no estaban exentos «las doctrinas y las obras» del catolicismo, donde «todas las opiniones se admiten en la tribuna»[3]. Ozanam, Lamache y Lallier formaron un pequeño comité que preparaba las alegaciones a las cuestiones planteadas por sus adversarios durante los debates: «Un día, mientras Lallier conversaba con Le Taillandier, este le confió su hastío ante estas discusiones, que consideraba infructuosas, y dijo cuánto le parecía preferible que los estudiantes católicos fundaran una asociación de piedad y caridad. Esta sugerencia, que Lallier comunicó a Ozanam y Lamache, no tardó en germinar en la mente de nuestros jóvenes, y reaparecer súbitamente al final de una tormentosa sesión de la conferencia de historia»[4].
Durante una de las reuniones de la conferencia de historia, posiblemente a mediados de febrero de 1833, uno de los reproches causó una honda impresión en Federico y en su amigo Le Taillandier: «Sí, tenéis derecho de hablar del pasado. En los días pasados, el cristianismo, efectivamente, hizo maravillas, pero hoy el cristianismo ha muerto. Y vosotros, que os jactáis de ser católicos, ¿qué hacéis? ¿Qué obras podéis mostrar que prueben vuestra fe y que nos hagan sentir respeto y reconocimiento?»[5].
El comité formado por Ozanam, Lallier y Lamache se reunió al poco en casa de este último; Lallier, en 1882, recuerda vivamente la escena: los ojos tristes de Federico, aunque también llenos de ardor y de fuego, y su sugerencia de constituir un grupo formado exclusivamente por católicos, que se dedicara únicamente a la caridad[6]. Tras un segundo encuentro en casa de otro amigo, Antonin Serre, al que invitaron también a Le Taillandier, se reafirmaron en su propósito de crear un grupo caritativo. Ozanam fue a donde el impresor Emmanuel Bailly a pedirle orientación para hacerlo, que sugirió, en un primer momento, buscar el consejo del abate Olivier, párroco de Saint-Étienne-du-Mont. El abate recibió a los jóvenes con amabilidad —también con cierta condescendencia— y les propuso que diesen catequesis a los hijos de los obreros de la parroquia. La sugerencia era inviable: los estudiantes buscaban servir directamente a los necesitados; además, dar catequesis podría entrar en conflicto, durante algunos momentos del año, con sus estudios y exámenes universitarios. Volvieron a casa de Bailly para contarle la fallida visita al párroco, que finalmente «se dejó convencer: pero les hizo notar que solo eran cuatro, número insuficiente para fundar una obra. Ozanam señaló inmediatamente a otros dos estudiantes que asistían regularmente a la conferencia de historia y conocían bien: Clavé y Devaux. Se encargó de invitarles a participar en la obra proyectada, y ellos aceptaron de buen grado»[7].
Junto a la iglesia de Saint-Sulpice, Bailly tenía la sede de su periódico La Tribune catholique (en la rue Petit-Bourbon, nº 18, hoy rue Saint-Sulpice, nº 38). El martes, 23 de abril, hacia las 8 de la tarde, seis jóvenes se acercaron allí para encontrarse con él, y le pidieron que fuese presidente de la conferencia de caridad (cargo que desempeñaría hasta 1844).
El encuentro se inició con el rezo del Veni Sancte Spiritus y una breve lectura de la Imitación de Jesucristo. Acto seguido, Bailly pronunció un breve discurso, instándoles a santificar sus vidas socorriendo a los necesitados como lo harían al mismo Jesucristo sufriente, presente en la persona de los pobres.
El objetivo principal de esta reunión era precisar la manera de auxiliar a las familias pobres en sus domicilios: a cuáles visitar, qué ayudas se les ofrecerían y de dónde se obtendrían los recursos para ello. Se decidió que, en la medida de lo posible, la ayuda no se daría en dinero, sino en especie, mediante vales de distintos proveedores. También se acordó confiar a Devaux la tarea de ir a hablar con la hija de la caridad Rosalía Rendu[8] —el señor Bailly la conocía— para pedirle una lista de familias a las que asistir, y rogarle «que tuviera a bien ceder contra su valor en dinero algunos de los bonos que utilizaba»[9]. Se escogió el nombre de conferencia de caridad para identificar al grupo. Es probable que en esta primera reunión se buscase ya el patrocinio de san Vicente de Paúl. También se comprometieron a reunir los fondos necesarios a sus expensas, y que cada uno contribuiría según sus posibilidades mediante una colecta anónima en cada reunión. Nombraron tesorero a Devaux e hicieron la primera colecta en un sombrero. Acordaron reunirse los martes de cada semana, y terminaron la reunión rezando juntos la antífona mariana Bajo tu amparo.
Esa misma semana Devaux fue a visitar a sor Rosalía, provisto de una carta de recomendación del señor Bailly. La hermana acogió con todo afecto la iniciativa de los jóvenes universitarios, entregándoles una lista de familias a las que atender, así como algunos bonos de alimentos para repartir. En la segunda reunión de la conferencia de caridad, el 30 de abril, Devaux compartió con el grupo la buena acogida y colaboración de la hermana, a la que la Sociedad de San Vicente de Paúl siempre ha reconocido como una persona fundamental para su establecimiento y desarrollo. El número de miembros fue aumentando paulatinamente, superando la quincena a final del curso universitario, en agosto de 1833. A partir de ahí, el crecimiento del grupo fue asombroso.
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Los fundadores siempre fiaron la creación de la Sociedad de San Vicente de Paul a la divina providencia. Atentos a lo que hoy denominamos signos de los tiempos, no fueron indiferentes a la situación social y eclesial de su tiempo, y atentos a las necesidades que veían, procuraron buscar la santidad, vivir en amistad y hermanados, y servir a los necesitados dando respuesta a las muchas desgracias que veían a su alrededor.
En muchos sentidos, nuestro mundo pasa por momentos oscuros similares a los de hace casi dos siglos. Hay muchas necesidades, también mucha insensibilidad. Nuestra misión, como herederos del carisma vicentino de nuestros mayores, es continuar aquella labor que llevaron a cabo, dando respuestas creativas y audaces a los muchos problemas locales y globales que afectan a nuestro mundo.
Consocio Francisco Javier Fernández Chento
Coordinador de la Comisión Histórica Internacional de la Sociedad de San Vicente de Paúl.
Fuente: https://www.ssvpglobal.org/
[1] Este Informe sobre las actividades de la Sociedad de San Vicente de Paúl, de 27 de junio de 1834, se extravió al poco tiempo y no fue hallado hasta más de un siglo después (en 1955).
[2] Carta a Ernest Falconnet, de 5 de enero de 1833.
[3] Carta a Ernest Falconnet, de 19 de marzo de 1833.
[4] Albert Foucault, La Société de Saint-Vincent-de-Paul. Histoire de cent ans, p. 15.
[5] Discurso de Ozanam a la conferencia de Florencia, de 30 de enero de 1853.
[6] Cfr. François Lallier, Orígenes de la Sociedad de San Vicente de Paúl, según los recuerdos de sus primeros miembros, p. 14.
[7] Albert Foucault, op. cit., p. 18.
[8] Sor Rosalía organizaba la distribución de las ayudas de la Oficina de Beneficencia del barrio de Mouffetard. Las Bureau de bienfaisance eran oficinas municipales creadas por ley de 27 noviembre de 1796, después que la Revolución Francesa confiscase los bienes de la Iglesia. Prestaban asistencia a enfermos, ancianos y discapacitados que no podían ser alojados en hospicios.
[9] François Lallier, op. cit., p. 18.
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