«Además de la obligación que tenemos como cristianos de honrar esta fiesta (Santísima Trinidad), tenemos nosotros un motivo especial, ya que un papa, en las bulas de aprobación de la Compañía, nos ha dado como patrono a la Santísima Trinidad. Esto nos tiene que animar mucho a todos, en la medida de nuestras posibilidades, a celebrar con gran devoción esta fiesta, así como también aficionarnos mucho a no dejar pasar ni una solo ocasión de enseñar este misterio«.
Vicente de Paúl (SVP ES, XI, 104)
Reflexión:
- Bien sabía, por experiencia, el sr. Vicente la importancia que tenía el disponer de apoyos cuando se deseaba lograr algo. Lo sabía cuando comenzó las negociaciones para el reconocimiento de la “pequeña” (siempre en relación con la “gran jesuítica”) compañía en Roma. Bien lo sabía, por otra parte, por la cantidad de recomendaciones que le llegaban (como miembro del Consejo de conciencia de la Reina Margarita) a l ahora de proponer a la Santa Sede el nombramiento de algún Obispo… Apoyos, evidentemente, humanos pero, por lo que leemos tampoco despreciaba (¡faltaba más!) de los divinos, en este casa la Santísima Trinidad.
- La primera de las obligaciones que impone (es lo que hacen todos los fundadores y fundadores) a sus misioneros, en este ámbito del patronazgo, es la de “celebrar con gran devoción la fiesta”. Uno entiende con facilidad el término “celebrar”, al menos en castellano, en el sentido de “conmemorar un acontecimiento, especialmente si para ello se organiza una fiesta u otro acto”. Más difícil de comprender es lo de “con gran devoción”. Yo lo traduciría con un “que se note”. Lo cierto es que en ningún caso se trata de “entender” el misterio. Conformémonos, hermanos, con que el “misterio” sea celebrado con cantos, risas y festejo.
- La segunda de las obligaciones va más allá del ámbito celebrativo (tampoco es cuestión de estar todo el día de fiesta aunque no iría de maravillas en esta Iglesia entristecida) y se centra en “enseñar” este misterio. Ante esta obligacioncita debemos traer a colación lo que escribió Ventura Ruiz en el poema de Bernardo del Carpio “¡Mala la hubisteis, franceses, en esa de Roncesvalles!”. ¡Con lo que cuesta creer en el Padre, seguir al Hijo y esperar al Espíritu Santo ahora se nos echa (¡habrá que releer lo del “yugo suave”) la enseñanza del “conjunto disjunto”. ¡Menos mal que no se nos mete en explicaciones!
- No hay dos sin tres y, por ello, nos endilga el sr. Vicente una última obligacioncita: la jornada de enseñanza del misterio en medio de un ambiente festivo debe hacerse “en toda ocasión”, “a tiempo y destiempo”. Quizá sea una “boutade”, quizá sea una expresión “ad hoc”… Bien pudiera ser, sin embargo, uno de sus pensamientos y convicciones más profundo, una clave interpretativa de la Misión vicenciana. La fuerza de la expresión y su reiteración en otros textos nos permite afirmarlo. Tendríamos con ello una de las líneas-fuerza de la vida de la familia vicenciana.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Has reflexionado alguna vez sobre éste y similares textos (XI, 606; RC, X,2; XI, 737; XI, 74; XI, 548-549).
- ¿Qué sentido tiene lo celebrativo en tu vida?
- ¿Es tu Comunidad un espacio de celebración gozosa de la fe?
- ¿Te sugiere algo la expresión “creer en el Padre, seguir al Hijo y esperar al Espíritu Santo”?
- ¿Es central este misterio de la Trinidad en la familia vicenciana?
Mitxel Olabuenaga, C.M.
Mitxel.OlabuenagaOrnes
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