«¡Oh Salvador! ¡Señor mío y Dios mío! Tú has suscitado una Compañía para esto; la has enviado a los pobres y quieres que ella te dé a conocer a ellos como único Dios verdadero, y a Jesucristo como enviado tuyo al mundo, para que, por este medio, alcancen la vida eterna. Esto tiene que hacernos preferir esta tarea a todas las ocupaciones y cargos de la tierra y que nos consideremos los más felices del mundo. ¡Dios mío! ¡Quién pudiera comprenderlo!» (SVP ES, XI, 388).
Vicente de Paúl
Reflexión:
- Quizá debiéramos comenzar, como otras tantas veces, por el final: “¡Quién pudiera comprender (la razón de la existencia de la Congregación de la Misión!)”. La consecuencia de esta comprensión también aparece clara para el sr. Vicente: “nos debe hacer preferir esta tarea a otras y nos hace felices”. Quizá podríamos invertir las afirmaciones: el preferir esta tarea y ser felices nos lleva a comprender la razón del ser de la CM. En definitiva: llegar a la perfección desde arriba o desde abajo.
- Esta “razón de ser” (carisma) no debe confundirse con el “fin de la CM” (norma). Esta última aparece en las Reglas Comunes y se despliega en tres dimensiones: ser felices (dimensión “qué”), evangelizando a los pobres (dimensión “cómo”), desde la comunidad (dimensión “con quién”). La primera de estas razones del carisma hace referencia al “anunciar a los pobres el Reino de Dios” que, quizá, debiéramos actualizarlo y decir “reinado de Dios” por cuanto la primera afirmación hace referencia a un espacio políticamente discutible. Anunciar que la actuación de Dios es ya presente y no sólo esto sino que trae la felicidad a aquellos que más lo precisan: los pobres.
- La segunda razón del ser de la Congregación de la Misión es “mostrar a Jesucristo como historia de la voluntad de Dios”. Un Cristo, por tanto, histórico que nos hace llegar al bíblico y, a través de ambos, a descubrir la voluntad de Dios. Y no se trata de dos caminos sino de la secuenciación que debemos seguir. La insistencia en Jesucristo como camino hacia el Padre es uno de los elementos clave de la mayoría de las espiritualidades cristianas. ¿Añade o cualifica de alguna manera el sr. Vicente esta percepción?… Debemos responder afirmativamente por cuanto el pobre es la llave interpretativa para acceder al Jesucristo histórico.
- Y el fin de todo este trabajo lo indica el sr. Vicente con toda claridad: lograr la felicidad eterna. Bien es verdad que la eternidad viene siendo interpretada en sentido temporal o, si se me permite, escatológicamente. Y, en este sentido, o se es muy firme de convicciones o el desánimo cunde por doquier. El “más allá” queda demasiado lejos de nuestra “inmediatez” y, como le cantábamos a un insigne profesor de teología, “la inmediatez mediada no media nada”. ¿Por qué no hablar de una felicidad de calidad, una vida de calidad en vez de vida eterna, vida en el más allá?
- Y ¿qué pinta el misionero en este batiburrillo de cosas? ¿Cuál es su ocupación?… ¿Predicar? ¿Dar trigo? ¿Sembrar? ¿Cuidar la cosecha? ¿Anunciar?… Pues es bien sencillo: acompañar al pobre hacia la felicidad. Resalto el verbo: “acompañar”. ¡Sin palabras!
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Cuál es tu reflexión personal sobre el fin de la Congregación de la Misión?
- ¿Predicar, dar trigo o acompañar?
- Nuestra Cristología ¿es bíblica o histórica? ¿dual o unitaria?
- ¿Reflejan nuestros trabajos una opción preferencial por los pobres?
- ¿Acompañamos personalmente a alguna persona hacia el encuentro con la felicidad?
Mitxel Olabuenaga, C.M.
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