La bendita celebración de la Navidad ha quedado atrás y, a su paso, reconocemos que estamos llamados a participar activamente en la esperanza y el significado de las fiestas navideñas de forma sostenida, hasta bien entrado el Año Nuevo. No nos limitamos a alejarnos del milagro del nacimiento de Cristo, volviendo cómodamente a nuestras búsquedas materiales y a nuestros hogares seguros. Más bien, miramos más allá de nosotros mismos, a los márgenes de la sociedad donde tantos se quedan atrás, donde tantos no encuentran sitio en la posada, donde tantos buscan cobijo, alimento y un faro de esperanza. Y nos preguntamos: ¿cómo somos capaces de dejar a alguien atrás? ¿Cómo podemos dar la espalda a quienes más nos necesitan? Este es el reto de nuestra época, y la llamada del carisma vicenciano que nos inspira. La preocupación de san Vicente de Paúl por la omnipresencia de la pobreza que asolaba a las familias de su entorno, junto con su dedicación al servicio de las necesidades de los pobres que, en última instancia, definió el trabajo de su vida, nos recuerdan lo vital que es el trabajo de la Familia Vicenciana para aliviar el sufrimiento de los que viven en la pobreza, de los que se quedan atrás. Su colaboradora, Luisa de Marillac, se dedicó igualmente a atender las necesidades de los enfermos, los sin recursos, los hambrientos, los abandonados, los analfabetos, los esclavizados, y dirigió a las hijas del pueblo que se convirtieron en las Hijas de la Caridad para fomentar su servicio a los pobres. Las acciones de Luisa y Vicente sirven de modelo para no dejar a nadie atrás.
La sociedad moderna no tiene menos males sociales que los que asediaban la vida de los pobres en el siglo XVII. De hecho, nos enfrentamos a retos más desalentadores a medida que aumenta la brecha entre los que tienen mucho y los que no tienen nada, como se ilustra en el siguiente gráfico[1]. La desigualdad económica genera una inestabilidad que puede polarizar a las facciones de la sociedad y desembocar en conflictos devastadores. Comprender las causas de esta desigualdad es el primer paso para ganar terreno en la lucha contra la pobreza.
Las personas se quedan rezagadas porque carecen de voz, elección y oportunidad para participar en los beneficios del desarrollo. Ya sea debido a perturbaciones medioambientales que impiden o revierten el desarrollo económico, leyes y gobernanza injustas o ineficaces, corrupción, infraestructuras deficientes o políticas discriminatorias, los que se quedan atrás sufren desventajas y privaciones indebidas que evolucionan hacia un círculo vicioso e intergeneracional de pobreza. En las comunidades donde la pobreza es omnipresente, las mujeres y los niños son los que más sufren, con un acceso escaso o nulo a la educación, las finanzas, la atención sanitaria o la vivienda. Para no dejar a nadie atrás es necesario idear soluciones creativas a problemas aparentemente insolubles que se incorporan en las metas de los ODS de las Naciones Unidas, siendo el primer ODS el destinado específicamente a eliminar la pobreza. Con la adopción de la Agenda 2030, los Estados miembros de la ONU se comprometieron a garantizar que «nadie se quede atrás» y a «esforzarse por llegar primero a los más rezagados»[2]. Nosotros seguimos ese compromiso con nuestro mandato de acelerar el progreso y centrarnos primero en los más vulnerables.
El Comité de ONGs sobre Financiación para el Desarrollo tiene como misión hacer frente a la pobreza mediante la abogacía de los que no tienen voz y a través de iniciativas de desarrollo económico que incluyan plenamente a todos los miembros de la sociedad. Para ello, se guían por la Agenda de Acción de Addis Abeba y el Consenso de Monterrey, que establecen directrices para un desarrollo que ponga fin a la pobreza mundial y promueva los derechos humanos. Este Comité de ONGs, con representación de la Familia Vicenciana, trabaja para lograr cambios en las políticas que, de otro modo, impedirían a quienes viven en la pobreza alcanzar su pleno potencial humano. Una de las prioridades clave del Comité es no dejar a nadie atrás, y abogar por una financiación y un desarrollo inclusivos es un medio eficaz para conseguirlo.
El desarrollo inclusivo es, por definición, una política de «no dejar a nadie atrás», lo que hace imperativo el objetivo de identificar quién queda fuera, rezagado o con carencias en los programas de desarrollo existentes, y desvelar y remediar las barreras estructurales que contribuyen a su exclusión. Los miembros de la Familia Vicenciana están comprometidos con este trabajo a través de su compromiso en la lucha contra la falta de vivienda, la elevación de la condición de la mujer, la defensa del desarrollo social y económico, y la elevación de los marginados de su esterilidad a un lugar de inclusión, libertad y crecimiento. Contamos con sus oraciones y acciones para garantizar que alcanzamos nuestro objetivo de un mayor acceso de todos a los recursos de desarrollo económico que servirán para mejorar vidas y avanzar hacia una sociedad justa.
Dra. Linda M. Sama, Asociación Internacional de Caridades
[1] Fuente: https://www.imf.org/en/Publications/fandd/issues/2022/03/Global-inequalities-Stanley
[2] UNDP (julio de 2018), “What does it Mean to Leave No One Behind: A UNDP Discussion Paper and Framework for Implementation”, https://www.undp.org/publications/what-does-it-mean-leave-no-one-behind
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