«Hay algunas de vosotras que quieren mucho a Dios, que sienten gran dulzura en la oración, gran suavidad en todos los ejercicios, gran consuelo en la frecuencia de los sacramentos, que no tienen ninguna contradicción en su interior, debido al amor que sienten por Dios, que les hace recibir con alegría y sumisión todo lo que le viene de su mano. Hay también otras que no sienten a Dios. No lo han sentido jamás, ni saben lo que es tener gusto en la oración, ni sienten devoción, según creen; pero no por ello dejan de hacer oración, de practicar las reglas y las virtudes, de trabajar mucho, aunque con repugnancia. ¿Dejan acaso de amar a Dios? Ni mucho menos, porque hacen lo mismo que las demás, y con un amor mucho más fuerte, aunque lo sientan menos. Es el amor efectivo, que no deja de obrar, aunque no aparezca» (IX, 432-433).
Vicente de Paúl
Reflexión:
- Una vez más, afronta el sr. Vicente el tema del “amor afectivo y efectivo”. Cuando lo hace no es, seguramente, por motivos eruditos o intelectuales (no era precisamente esa una de sus debilidades), sino por “prevenir” o, mejor “corregir” determinados comportamientos que ya, en aquello inicios, observaba en sus queridas hijas de la Caridad.
- Sorprende la claridad de pensamiento y expositiva que muestra en el párrafo: “Hay algunas de vosotras…”, “hay también otras que…”… ¿Efecto oratorio?… Más que posible que no sino convencimiento de la importancia del asunto para la realidad de las Hijas de la Caridad (también, obviamente, para los demás). Un tema lo suficientemente importante entonces y ahora, objeto frecuente en materia de confesión: “no tener gusto en la oración”…
- “Hay algunas de vosotras que quieren mucho a Dios, que sienten gran dulzura en la oración, gran suavidad en todos los ejercicios, gran consuelo en la frecuencia de los sacramentos, que no tienen ninguna contradicción en su interior, debido al amor que sienten por Dios, que les hace recibir con alegría y sumisión todo lo que le viene de su mano”… Como diría el “poeta”: ¡y son buenas!… al menos cuantitativamente.
- “Hay también otras que no sienten a Dios. No lo han sentido jamás, ni saben lo que es tener gusto en la oración, ni sienten devoción, según creen; pero no por ello dejan de hacer oración, de practicar las reglas y las virtudes, de trabajar mucho, aunque con repugnancia”. ¿Son peores? ¿Cuántas penitencias se han recibido por acudir con este asunto a la confesión? ¿Cuántos escrúpulos no se han creado en conciencias extremadamente débiles o sumisas?
- Conclusión: “¿Dejan acaso de amar a Dios? Ni mucho menos, porque hacen lo mismo que las demás, y con un amor mucho más fuerte, aunque lo sientan menos. Es el amor efectivo, que no deja de obrar, aunque no aparezca”. Cuando el silencio dice más que las palabras… es mejor callarse. Punto y final.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Qué experiencia tenemos de la dialéctica “amor afectivo-amor efectivo?
- ¿Podemos afirmar, como en tantas otras circunstancias, aquello de “in medio consistit virtus”?
- Sin una experiencia de Dios ¿es diferente nuestro obrar del de un pagano?
- ¿Podemos, en nuestras comunidades, valorar el pensamiento del sr. Vicente con criterios actuales?
- ¿Cuál de estos criterios utilizamos cuando evaluamos los Proyectos Comunitarios?
Mitxel Olabuenaga, C.M.
Mitxel.OlabuenagaOrnes
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