Jesús está en medio de nosotros. ¿Lo logramos reconocer los cristianos? ¿Da testimonio de él nuestra forma de ser, vivir y actuar?
Unos sacerdotes, levitas y fariseos le cuestionan a Juan como si estuvieran en un tribunal. Y el preguntado no titubea en reconocer con sencillez que él no es el Mesías ni Elías ni el profeta.
Le basta con reconocer también que él es «la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”». Además, no se toma por digno de desatar la correa de la sandalia del que viene detrás de él. Del que se mueve entre las gentes. Pero si bien está en medio de las gentes, aún no lo llegan a reconocer los líderes religiosos.
Por nuestra parte, los cristianos no dejamos de creer la promesa de Jesús de estar siempre con nosotros. Pero, ¿no nos le impiden a reconocer nuestras obsesiones por conservar y por mantenernos seguros? ¿No nos contentamos con no cometer ninguna acción mala no más y con dedicarnos a no más que a esto? ¿Nos basta con leer y oír y hablar de él?
Mas reconocer a Jesús de verdad no puede sino querer decir ser y vivir al igual que él. Es ser y vivir pobre, negarse a sí mismo para estar pendiente de los demás, en especial de los pobres. Es amar hasta el fin, hasta entregar el cuerpo y derramar la sangre.
De este modo no más podrá, sí, un cristiano ser un verdadero testigo de Jesús. De lo contrario, acabará con ser cristiano en pintura (SV.ES XI:561). La gente lo detectará de lejos y, luego, lo tomará por hipócrita y él no la podrá acercar a Jesús.
Señor Jesús, haz que irradiemos la luz que tú eres y que nuestras voces llamen a los demás a fijarse en ti para que te logren reconocer como el Mesías, y que nuestra vida dé a conocer tu amor, tu bondad, tu gozo y tu confianza en el Padre.
17 Diciembre 2023
Domingo 3º de Adviento (B)
Is 61, 1-2a. 10-11; 1 Tes 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28
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