«Dios está con los sencillos y humildes, les ayuda, bendice sus trabajos, bendice sus empresas. ¡Pues qué! ¡Creer que Dios ayudará a una persona que intenta perderse! ¡Que ayuda a un hombre a perderse, como hacen los que no predican con sencillez y humildad, sino que se predican a sí mismos, etcétera, es algo que ni siquiera puede uno imaginarse!» (XI, 339).
Vicente de Paúl
Reflexión:
- Pocas dudas caben acerca de la predilección del sr. Vicente por las virtudes de la sencillez y humildad. En el texto queda confirmada esta afirmación. Hasta el punto de decir que “Dios está con los sencillos y humildes”… Debemos afirmar que, también, con quienes practican el resto de las virtudes… pero, para el auditorio circunstancial, venía muy bien “remarcar” estas dos que, junto a mansedumbre, mortificación y celo por el trabajo evangelizador, configuran el pentágono virtuoso de los misioneros.
- Un poco preocupado nos deja la aplicación de estas dos virtudes a la “predicación”. Por fuentes de la época sabemos que la mayoría del clero (francés en este caso) adolecía de una falta más que notoria de formación. Por tanto, difícilmente se podía referir el sr. Vicente a tales sujetos (cosa diferente es su preocupación por mejorar su competencia –que diríamos hoy-). A quienes se dirige abiertamente es a sus propios misioneros, mejor formados con toda probabilidad, y que por lo que les dice comulgaban con las formas “elevadas” de predicación.
- “Se predican, les dice, a sí mismos, etc…”, “es algo que ni siquiera puede uno imaginarse”. Bien quisiera saber “quiénes” estaban en ese momento escuchándole aunque sólo fuese por ver sus caras o entonar el ¿“acaso soy yo”? Porque, posiblemente, dado el carácter práctico de san Vicente, se refiriese a alguno (o algunos) de los presentes. Sea como fuere la advertencia era suficientemente seria y apropiada máxime teniendo en cuenta la mayoría de los destinatarios de la predicación: la “pobre gente del campo”.
- No queda ahí el asunto cuando afirma que quien no predica con sencillez y humildad “ayuda al hombre a perderse”. Es decir, no sólo “peca” (el misionero) por no hacer bien las cosas sino que es causa de perdición para quienes le escuchan. Quizá aquí es donde debemos incluir la última de las expresiones “¡no puedo imaginarlo!”. Llamada, pues, de atención para sus misioneros (extensible a los demás) con el objetivo de que no sólo practiquen dichas virtudes en su “acción” sino para que se revistan de ambas en su vida personal.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Tiene algo que ver la sencillez y humildad con la improvisación o falta de preparación de nuestras prédicas?
- ¿Son estas dos virtudes rasgos significativos de nuestra predicación?
- ¿Preparamos convenientemente nuestros trabajos desde esta perspectiva?
- ¿Cuáles son nuestras “fuentes” para preparar las homilías?
- ¿Trasmitimos sencillez y humildad?
Mitxel Olabuenaga, C.M.
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