Los días finales del mes de noviembre suenan a “vicencianos” por los cuatro costados, tienen un tono marcadamente vicenciano en el calendario. Y es que la Familia Vicenciana se viste de fiesta al menos durante tres días bien señalados.
- El primer día corresponde al 27 de noviembre. Celebramos con todo gozo y con toda solemnidad la fiesta de nuestra Madre la Virgen María bajo la advocación de la Medalla Milagrosa. Una fiesta que ya se ha hecho universal, una devoción totalmente encarnada en el “sensus fidei” del pueblo cristiano. Los días precedentes se han venido celebrando triduos y novenas de reflexión, de oración de homenaje a María Milagrosa. En infinidad de templos, capillas y parroquias afines a la Familia Vicenciana se han llevado a cabo estas celebraciones ya habituales y muy concurridas año tras año.
- El segundo día se refiere al 28 de noviembre. La Familia Vicenciana, con toda la Iglesia, celebra a la persona agraciada con las apariciones de la Virgen Milagrosa en el año 1830, en la capilla de la Casa Madre de las Hijas de la Caridad, en la Rue du Bac de París: Santa Catalina Labouré. Una humilde, generosa y abnegada Hija de la Caridad que se dedicó a servir a los más pobres. Una Hija de la Caridad que, durante cuarenta y cinco años, realizó los servicios más callados en el hospicio de Enghien, en la Rue de Reuilly, de París.
- Y el tercer día, el 29 de noviembre, señala una fecha de indudable importancia histórica: la fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad. Una Sociedad de Vida Apostólica fundada en Francia en el siglo XVII por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac. Hacia el año 1630, Vicente de Paúl confía a Luisa de Marillac el cuidado de las primeras Hermanas que trabajaban en las diversas Cofradías de la Caridad, pero es el 29 de noviembre de 1633 cuando se reúnen en torno a Luisa de Marillac, para vivir su ideal bajo su dirección y en comunión fraterna. Vicente de Paúl, al hablar de la fundación de la Compañía, exclama: “¿Quién hubiera pensado que iba a haber Hijas de la Caridad?… Yo no pensaba en ello… Dios lo pensaba por vosotras”.
Autor: Celestino Fernández, C.M.
Fuente: http://misionerospaules.org/
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