«Salvador de nuestras almas, deseamos abrazar tus máximas a pesar de los intentos del diablo. Salvador mío, es a ti a quien le interesa que salgamos vencedores, ya que combatimos contra tu enemigo; ayúdanos. Te prometemos tomar las armas en la medida de nuestras fuerzas. Pero ¿qué podemos hacer si no nos asistes? Señor, que por el eterno decreto que has dado de suscitar una Compañía que haga profesión de imitarte nos has asociado a tu misión, haz que esta pobre y humilde Compañía de la Misión siga tus máximas comunitaria e individualmente, que se empape de ellas y que crezca en sencillez, en humildad, mortificación y celo por la salvación de las almas, para ser cada vez más agradable a los ojos de tu divina majestad. Es la gracia que te pedimos, Señor, con toda humildad» (XI, 604).
Vicente de Paúl
Reflexión:
- La abundante repetición de la importancia clave de las cinco virtudes para la configuración del misionero puede llevarnos a engaño: las adquiero en el Seminario Interno y a vivir de ellas, junto a ellas o a pesar de ellas. Pues va a ser que no, porque a más perfección más dificultad en la mejora que, en la mentalidad del sr. Vicente, procede del “combate permanente contra el enemigo”. ¿Podía ser de otra manera? En conclusión que el afán por ser y mostrarse virtuoso no es nada fácil.
- Estas repetidas cinco máximas (en las Hijas de la Caridad “reducidas” a tres) no sólo deben configurar el ser y obrar del misionero sino, también, de la Comunidad. Quizá este es un aspecto que se “da por hecho” o como “suma” de las individualidades. No es, a mi modo de ver, una conclusión tan evidente por cuanto la suma de las virtudes individuales no necesariamente se refleja en las Comunidades o en la Obras de las comunidades. Con demasiada frecuencia (no siempre adecuada) se nos acusa, por ejemplo, de vivir pobremente pero nuestras obras no reflejan tal pobreza. Posiblemente sea “escándalo de débiles” pero… ¡ahí está!
- La tarea, pues, de los individuos y de las comunidades es “empaparse de ellas y crecer en ellas”. Dos verbos sumamente explicativos de esta “tarea” vital: “empaparse” y “crecer”. El primero hace referencia a “temporalidad”, a “paciencia”. Una situación que, salvo excepciones, lleva su tiempo, su lentitud… En términos culinarios podríamos decir esta acción de “empaparse” que debe cocinarse a “fuego lento”. El segundo nos muestra el objetivo del lento trabajo: “crecer”; crecer no tanto “más” sino “mejor”, con calidad y, si no es así, nos quedamos donde estamos.
- Este esfuerzo por mejorar conlleva esfuerzo, sacrificio y paciencia. Es tarea vital. “Te prometemos tomar las armas en la medida de nuestras fuerzas”. Una buena opción sino fuera por el interrogante próximo: “Pero ¿qué podemos hacer si no nos asistes?”. Se llama “a Dios rogando y con el mazo dando”. Por ello finaliza esta Oración: “Es la gracia que te pedimos, Señor, con toda humildad”. Ser virtuoso (en cualquier ámbito de la vida) no es nada fácil. Sin duda que es cuestión de “cualidades” y “entrenamiento”. Serlo “a nivel personal” no está únicamente en nuestras manos.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Dónde aprecias tus dificultades para transformar los valores en virtudes?
- ¿Reflejan nuestras Comunidades las virtudes vicencianas?
- ¿Reflejan nuestras obras las virtudes vicencianas?
- ¿Dónde aprendemos a ser virtuosamente Vicencianos?
- ¿Está en nuestras oraciones presente la petición y acción de gracias relacionada con este tema?
Mitxel Olabuenaga, C.M.
Mitxel.OlabuenagaOrnes
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