Federico Ozanam fue un firme defensor de la fe y de la Iglesia Católica; pero, si algunos protestantes lo hacían intermediario en el servicio de sus pobres, era su agradecido servidor.
Una vez, un joven pastor protestante, habiendo reunido una cantidad de dinero entre sus correligionarios, tuvo la inspiración de confiarla a la Sociedad de San Vicente de Paúl. Ozanam la aceptó agradecido. La llevó a la Conferencia y anunció, dichoso, su procedencia.
Uno de los miembros de la reunión hizo, en unas cuantas palabras, el elogio de la tolerancia en materia de religión; luego, como hombre positivo, propuso dedicar ese auxilio extraordinario primero a los pobres católicos, y dar, después, el excedente a los protestantes. No añadió: si es que algo queda. Mientras hablaba así, se reflejaba la sorpresa en la cara de Ozanam, que exclamó de repente:
Señores: si esta opinión, por desgracia, prevaleciera; si no queda entendido que hemos de socorrer a los pobres sin distinción de culto, voy a entregar ahora mismo a los protestantes el dinero que pusieron en mis manos. Les diré: “Volvedlo a tomar; no éramos dignos de vuestra confianza”.
No fue necesario someter el asunto a votación.
Autor: Juan Manuel Gómez,
vicepresidente de la SSVP en España.
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