La Familia Vicenciana (FV) se puede comparar con un árbol frondoso y lozano, cargado de frutos y adornado con flores[1]. Sus raíces, extensas y firmes, remiten a la experiencia espiritual de San Vicente de Paúl (+1660)[2], cuyo carisma misionero, concebido hace 400 años, sigue siendo fecundo e inspirador hasta nuestros días, perpetuando el luminoso testimonio del gran místico de la caridad, «heraldo de la ternura y de la misericordia de Dios», como lo llamó San Juan Pablo II[3]. La savia que alimenta y vigoriza esta inmensa familia espiritual y apostólica proviene del encuentro con Jesucristo, el evangelizador de los pobres (cf. Lc 4,18), a quien sus miembros tratan de seguir, amándolo y sirviéndolo en los más pequeños de sus hermanos, en quienes reconocen la presencia del Señor que los interpela (cf. Mt 25,40). A la sombra de esta planta robusta con sus hojas verdes, se abriga un incalculable contingente de personas empobrecidas, acogidas con cuidado, evangelizadas con ardor, asistidas con diligencia y promovidas con respeto. Las ramas o los brotes del árbol vicenciano son diferentes en cuanto a los colores y formas: grupos más o menos numerosos, entre los que se cuentan Asociaciones Laicas, Sociedades de Vida Apostólica, Institutos de Vida Consagrada e incluso Comunidades pertenecientes a otras denominaciones cristianas[4]. Dispersos en los cinco continentes del orbe, fundados en épocas y contextos diferentes[5], reúnen a más de 2 millones de mujeres y hombres de todas las edades, laicos y consagrados, diáconos, sacerdotes y obispos, todos bajo el mismo impulso dinámico recibido del Espíritu a través de San Vicente. El carisma vicenciano revela su fuerza en las diferentes iniciativas de evangelización y de servicio a los pobres, desarrolladas en más de 150 países donde la Familia está presente. En efecto, «la vocación de Vicente de Paúl, este genial iniciador de la acción caritativa y social, ilumina todavía hoy el camino de sus hijos e hijas, de los laicos que viven de su espíritu, de los jóvenes que buscan la clave de una existencia útil y radicalmente consumada en el don de sí”[6].
Injertadas en un mismo tallo carismático, las más de 260 ramas que componen la FV coinciden en la referencia a San Vicente de Paúl, identificado como fundador, inspirador o patrono de este su linaje secular. No en vano el Papa Francisco quiso incluirlo entre «los grandes santos que han fraguado la historia del cristianismo«, viéndolo también a él como un «signo concreto», sin el cual, como afirmaba el Papa Pablo VI, «la caridad que anima la Iglesia entera correría el riesgo de enfriarse, la paradoja salvífica del Evangelio de perder garra, la ‘sal’ de la fe de disolverse en un mundo de secularización»[7].
En el camino abierto por «el gran santo del gran siglo»[8], la trayectoria histórica de la FV tuvo su punto de partida en 1617, cuando se dio la fundación de la primera de las Cofradías de Caridad, hoy reunidas bajo el título de Asociación Internacional de Caridades (AIC), con sus más de 250 mil voluntarias laicas, luchando juntas contra la pobreza y sus causas. En 1625, nació la Congregación de la Misión (CM), constituida de Padres y Hermanos, más tarde llamados Lazaristas y hoy también llamados Paúles o Vicentinos, formando una porción de más o menos 3.200 Misioneros, presentes en más de 85 países, comprometidos con la evangelización de los pobres y la formación de clérigos y laicos. Finalmente, en 1633, con la participación sustancial de Santa Luisa de Marillac (+1660), surgió la Compañía de las Hijas de la Caridad (FC), hasta hoy la mayor comunidad de mujeres consagradas de la Iglesia, con un total de aproximadamente 16 mil Hermanas, sirviendo a Cristo en los pobres en más de 90 naciones. Ya en su tiempo, San Vicente se mostraba convencido de la necesidad de colaboración entre sus tres fundaciones, todas nacidas del insondable designio de la Providencia. Es lo que queda patente en una carta dirigida por el santo a uno de sus sacerdotes, el 7 de febrero de 1660:
“Nuestra pequeña Compañía se ha entregado a Dios para servir al pobre pueblo corporal y espiritualmente, y esto desde sus comienzos, de forma que al mismo tiempo que trabajaba por la salvación de las almas en las misiones, buscó un medio para atender a los enfermos con las Cofradías de la Caridad (…). Las damas de la Caridad de París son también otros tantos testimonios de la gracia de nuestra vocación para contribuir con ellas a un gran número de buenas obras dentro y fuera de la ciudad. Teniendo esto en cuenta y que las Hijas de la Caridad entraron en el orden de la Providencia como un medio que Dios nos da para hacer con sus manos lo que no podríamos hacer con las nuestras en la asistencia corporal a los pobres enfermos y decirles con sus labios alguna frase de instrucción y consuelo para la salvación, también tenemos obligación de ayudarles a que progresen en la virtud para poder dedicarse mejor a sus ejercicios de caridad”[9].
Hoy en día, los vínculos que aseguran la afiliación a la FV varían según la génesis de cada rama, siendo posible establecer diferentes niveles de pertenencia y distintos grados de asimilación y expresión del carisma original: fundaciones del propio San Vicente, fundaciones que han adoptado las Reglas Comunes de la CM o de las FC, fundaciones que han tenido a San Vicente en persona como mentor o instructor, fundaciones de miembros de la CM o de las FC’s o guiadas por ellos, fundaciones de miembros de la FV en general, fundaciones que tienen a San Vicente como patrón o que han hecho de su espíritu una referencia de vida y misión, personas y grupos asociados a las mencionadas fundaciones, etc[10]. En esta «gran red de caridad»[11], tejida con muchos hilos, el carisma vicenciano revela su perenne actualidad y su extraordinario potencial para responder a llamadas imprevistas y a nuevos desafíos. Y lo hace con gran vitalidad profética, partiendo de un acercamiento concreto al mundo de los pobres, promoviendo acciones transformadoras desde el Evangelio, insertándose en la misión de la Iglesia y actuando en organismos internacionales, como, por ejemplo, en diferentes instancias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde los representantes de la FV buscan hacerse eco del clamor de los de la periferia del mundo[12].
Por todo lo que su misión requiere, la FV se revela cada vez más convencida de la necesidad de una formación sólida, que le asegure una espiritualidad consistente, basada en la Palabra de Dios y en la herencia de su gran inspirador, y un compromiso caritativo-misionero cada vez más cualificado y perseverante. El cultivo de la espiritualidad y el compromiso apostólico encuentran su terreno fértil en la vida cotidiana, en la comunidad de fe, en el contacto directo con los pobres, en la entrega escondida de cada día, en la reunión del pequeño grupo, allí donde las semillas germinan en silencio y se comparten sus frutos. Ningún evento de mayor proyección, ningún cargo u oficio pueden prescindir de esta experiencia básica de la vocación vicenciana. Imbuido de esta misma convicción, el Beato Antonio Federico Ozanam (+1853) supo traducir para su tiempo la exigencia ineludible de un acercamiento humilde y solidario a los pobres, sin el cual nada se podría hacer de eficaz o decirse de provechoso en el campo de la caridad. Fue lo que dijo, con palabras lapidarias, dirigiéndose a la Asamblea General de la Sociedad de San Vicente de Paúl, el 14 de diciembre de 1848:
«Estamos convencidos de que la ciencia de las reformas benéficas no se aprende en los libros ni tampoco en las tribunas de las asambleas públicas, sino en el subir a las buhardillas de los pobres, en sentarse a su cabecera, en sufrir el frío que el sufre, en arrancar con la efusión de un coloquio amigable el secreto de su alma desolada. Cuando alguien se dedicó a este ministerio, no por algunos meses, sino a lo largo de los años, cuando uno ‘estudió’ el pobre en su casa, en la escuela, en el hospital, no en una sola ciudad, sino en muchas de ellas, no en el campo, sino en todas las condiciones donde Dios lo ha colocado, entonces puede empezar a conocer los elementos fundamentales de este problema que se llama miseria; entonces uno tiene el derecho de proponer medidas serias, las cuales, en lugar de asustar a la sociedad, le sirvan de consolación y de esperanza».
Entre los «descendientes» de San Vicente, directos o indirectos, surgieron admirables brotes de santidad, mujeres y hombres que, revestidos del espíritu de Cristo e impregnados de la herencia vicenciana, florecieron en la caridad misionera, haciendo de la «misericordia su misión vital»[13] para la gloria de Dios y el bien de los pobres. Entre los santos reconocidos oficialmente por la Iglesia, nos complace mencionar: San Francisco Régis Clet, francés, misionero y mártir en China (+1820); Santa Elisabeth Ann Seton, norteamericana, fundadora (+1821); Santa Juana Antida Thouret, francesa, fundadora (+1826); San Juan Gabriel Perboyre, francés, misionero y mártir en China (+1840); San Justino de Jacobis, italiano, misionero y obispo en la antigua Abisinia (+1860); Santa Catalina Labouré, francesa, mensajera de la Medalla Milagrosa (+1876); Santa Agustina Pietrantoni, italiana, mártir (+1894). De los que ya han sido beatificados, mencionamos: los 5 Padres de la CM (+1792, 1796) y las 7 FC’s (+1794) mártires en la Revolución Francesa; el Beato Antonio Federico Ozanam, francés, laico, padre de familia y fundador; el Beato Ghebra Michael, abisinio, mártir (+1855); la Beata Rosalie Rendu, francesa (+1856); el Beato Marcantonio Durando, italiano, fundador (+1880); la Beata Marta Wiecka, polaca (+1904); la Beata Nemesia Valle, italiana (+1916); la Beata Josefina Nicoli, italiana (+1924); los 102 miembros de la FV mártires en la persecución española (+1934-1936); la Beata Lindalva Justo de Oliveira, brasileña, mártir de la caridad (+1993)[14]. La vida y el testimonio de estas y otras grandes luminarias son las flores que embellecen el árbol de la FV y que perfuman su historia con el buen olor de la santidad recibida del Señor[15].
En esta admirable floración, los miembros de la FV – laicos (incluidos los matrimonios), personas consagradas, ministros ordenados – pueden encontrar los más diversos modelos, capaces de suscitar y corroborar actitudes y compromisos sólidamente fundamentados en nuestra común vocación a la santidad: seguidores de Jesucristo evangelizador de los pobres, oblativos en la caridad y en la misión, contemplativos en la oración y la acción, artesanos de comunión y fraternidad, capaces de dar la vida por el Reino[16]. Desde el Cielo, por el ejemplo que nos han dejado y por la intercesión que nos prodigan, estos hermanos y hermanas nuestros siguen inspirándonos e incentivándonos a «luchar sin desfallecer en la carrera” para «alcanzar, como ellos, la corona de gloria que no se marchita»[17]. Al concluir su magnífica Encíclica Deus caritas est, el Papa Benedicto XVI quiso situar a San Vicente y Santa Luisa entre los santos que «han ejercido de modo ejemplar la caridad», añadiendo que “siguen siendo modelos insignes de caridad social para todos los hombres de buena voluntad”. Como ellos, los modelos de santidad que rejuvenecen el vetusto árbol de la FV y nos educan en la vivencia de nuestro carisma misionero “son los verdaderos portadores de luz en la historia, porque son hombres y mujeres de fe, esperanza y amor”[18]. De hecho, “en los santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos”[19].
En la herencia de San Vicente de Paúl, vigoroso maestro espiritual e infatigable misionero de los pobres, la FV redescubre sin cesar la chispa capaz de revitalizarla en su pasión por el Evangelio y en su compasión por los que se hallan en las periferias existenciales, cansados y abatidos como ovejas que no tienen pastor (cf. Mt 9,36), heridos y olvidados al margen de la sociedad (cf. Lc 10,30). Sobre estos hermanos, la familia de San Vicente, revestida del espíritu de Cristo, derrama el bálsamo de la misericordia, haciéndola visible en gestos de solidaridad, palabras de consuelo y acciones socio-transformadoras. De esta manera, se esfuerza creativamente por cambiar las estructuras que generan la pobreza, partiendo de una nueva forma de entender a los pobres, interpretar las situaciones que envuelven sus vidas, actuar en comunión con ellos y en colaboración con otras instituciones alineadas con la misma causa[20]. Para ello, la FV se propone ir al encuentro de los pobres allí donde viven para escucharlos atentamente y estimular su protagonismo en la Iglesia y en la sociedad; adapta los proyectos a las necesidades, anhelos y posibilidades de las personas a las que se dirige y a las realidades en las que las iniciativas deben producir sus impactos; suscita y forma agentes multiplicadores, particularmente entre los jóvenes; cultiva una espiritualidad que ilumina e impulsa su actuar y desarrolla una praxis coherente con ella, teniendo como referencias indispensables su carisma específico y la Doctrina Social de la Iglesia. Sólo así, puede la FV responder a lo que San Vicente recomendaba cuando invitaba a las Hijas de la Caridad a “pasar del amor afectivo al amor efectivo, que consiste en el ejercicio de obras de caridad, en el servicio a los pobres emprendido con alegría, entusiasmo, constancia y amor” (ES IX-A, 534)[21].
Vinícius Augusto Teixeira, CM
Notas:
[1] El estudio más detallado sobre la génesis, desarrollo y composición de la FV sigue siendo el resultado de un audaz proyecto de investigación llevado a cabo por un grupo de Hijas de la Caridad y Padres de la Misión norteamericanos, coordinado por Sor Betty Ann McNeil: The Vincentian Family Tree: a genealogical study. Chicago: Vincentian Studies Institute, 1996. Por supuesto, después de más de 20 años, gran parte de los datos e informaciones que contiene el trabajo debe ser complementada y aclarada. Otros datos pueden ser encontrados en este número monográfico de la revista oficial de la Congregación de la Misión: Vincentiana, Roma, año 50, n. 4, julio-agosto 2006.
[2] Sobre San Vicente y su experiencia, vale la pena conocer esta cuidada colección de artículos: VV.AA. La experiencia espiritual de San Vicente de Paúl. 35 Semana de Estudios Vicencianos. Salamanca: CEME, 2011.
[3] Lettera al Superiore Generale della Congregazione della Missione per il 400º anniversario della nascita di San Vincenzo de Paoli (24 luglio 1981).
[4] En el estudio mencionado, las Sociedades de Vida Apostólica y los Institutos de Vida Consagrada giran en torno al 89,17% del total de 268 ramas de la FV. Las Asociaciones de Fieles Laicos se acercan al 8% (precisamente, 7,89%). Las comunidades vinculadas a la Iglesia Anglicana son 3% (cf. McNEIL. The Vincentian Family Tree, p. 184).
[5] Según los datos de la misma investigación, en el siglo XVII, surgieron 19 fundaciones (7,14%); en el XVIII, 18 (6,75%); en el XIX, 172 (64,17%); y en el XX, 59 (22,18%) [cf. McNEIL. The Vincentian Family Tree, pp. 23-33].
[6] PAPA JOÃO PAULO II. Lettera al Superiore Generale della Congregazione della Missione per il 400º anniversario della nascita di San Vincenzo de Paoli (24 luglio 1981).
[7] PAPA FRANCISCO. Carta Apostólica a las personas consagradas para la proclamación del Año de la Vida Consagrada (2014), cap. III, n. 2.
[8] Título de una de las biografías más extensas y documentadas de San Vicente: COSTE, Pierre. Le grand Saint du grand siècle: Monsieur Vincent. Paris: Desclée de Brouwer, 1932, 3 v.
[9] Carta al Padre Santiago de la Fosse. In: COSTE, Pierre (ed.). San Vicente de Paúl: obras completas. Salamanca: Sígueme, 1979. Tomo VIII: Correspondencia (julio 1659-septiembre 1660), pp. 226-227.
[10] Una lista exhaustiva de los criterios de pertenencia a la FV, con sus respectivos ejemplos, se puede encontrar en McNEIL. The Vincentian Family Tree, pp. 35-182.
[11] Recogemos la expresión de la conocida intuición atribuida al Beato Federico Ozanam, fundador de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP): «Quisiera reunir al mundo entero en una gran red de caridad”.
[12] Sobre la dimensión profética del carisma vicenciano, vale la pena consultar la segunda parte de este artículo: PALÚ, Lauro. Desafíos o retos de la Familia Vicenciana a nivel mundial: caminos de futuro del laicado vicenciano. In: VV.AA. La Familia Vicenciana ante el Tercer Milenio. Salamanca: CEME, 1999, pp.193-238.
[13] PAPA FRANCISCO. Misericordiae vultus. Bula de proclamación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia (2015), n. 24.
[14] GUERRA, Giuseppe (org.). I Santi della Famiglia Vincenziana. Roma: Vincenziane, 2007. En este volumen, organizado por el Postulador General de la CM, se encuentran también los perfiles biográficos de algunos de los principales Venerables de la FV, como: el P. Jean-Léon Le Prevost, francés, fundador (+1874); Mons. Antônio Ferreira Viçoso, portugués, misionero y obispo en Brasil (+1875); el P. Salvatore Micalizzi, italiano, misionero de la CM (+1937). En la misma obra, algunos de nuestros Siervos de Dios: Mons. Buenaventura Codina, español, misionero obispo (+1857); Santiago Masarnau Fernández, español, fundador de la SSVP en su país (+1882); otros mártires españoles (+1936); P. Giovanni Battista Manzella, italiano (+1937); Mons. Juan Francisco Gnidovec, esloveno, misionero obispo (+1939); los 11 Padres Misioneros Polacos mártires del nazismo (+1945); Sor Gabriella Borgarino, italiana (+1949); Sor Bárbara Samulowska, polaca, misionera en Guatemala (+1950); Sor Justa Domínguez de Vidaurreta e Idoy, española (+1958); Mons. Emilio Lissón Chávez, peruano, misionero obispo en Perú y España (+1961); Sor Clemência Oliveira, brasileña (+1966); Sor Cecilia Charrín, francesa, misionera en Guatemala (+1973); Sor Anna Cantalupo, italiana (+1983). Para continuar profundizando en el legado de estos modelos de santidad, véase: VV.AA. Santoral de la Familia Vicentina. México: Ediciones Familia Vicentina, s|d. En este libro se añaden a los modelos de santidad contenidos en nuestro calendario litúrgico otras seis figuras inspiradoras vinculadas a la FV de México. Son fundadores de familias religiosas, todos en sintonía con el espíritu vicenciano de evangelización y servicio a los pobres: San José María Yermo, ex-miembro de la CM (+1904); San José María Robles, devoto de San Vicente (+1927); Santa María de Jesús Sacramentado, Hija de María (+1959); Beata María Vicenta de Santa Doroteia, colaboradora de las Cofradías de la Caridad (+1949); Madre Cesárea Ruiz de Esparza y Dávalos, Hija de María (+1884); y Padre José María Vilaseca, ex-miembro de la CM (+1910).
[15] El compendio Rezar com a Família Vicentina, publicado en Brasil (2013), recoge los formularios para la Celebración Eucarística y la Liturgia de las Horas de los principales modelos de santidad de la FV, dividiéndolos en solemnidades, fiestas y memorias. Incluye los nombres de San Ricardo Herminio Pampuri, italiano, miembro de la SSVP y religioso (+1930); Santa Gianna Beretta Molla, italiana, laica y miembro de la SSVP (+1969); la Beata María Poussepin, miembro de las Cofradías de la Caridad, religiosa y fundadora (+1744); el Beato Giacomo Cusmano, italiano, sacerdote y fundador (+1888); el Beato Contardo Ferrini, italiano, laico, miembro de la SSVP (+1902); Pedro Jorge Frassati, italiano, joven laico, miembro de la SSVP (+1925); el Beato Zeferino Giménez, español, laico, miembro de la SSVP y mártir (+1936). Extensa y casi incalculable es la lista de personas que pertenecieron a la FV y dejaron huellas de santidad. Algunos han pasado a otros rangos, adhiriéndose después a otros vertientes espirituales, convirtiéndose, en muchos casos, en fundadores de congregaciones religiosas y asociaciones de fieles sin una referencia clara al carisma vicenciano, por lo que no todos pueden ser considerados como modelos para nosotros (cf. McNEIL. The Vincentian Family Tree, pp. 38-182).
[16] Cf. MALONEY, Robert. Rostros de santidad: retratos de algunos santos de la Familia Vicenciana. Madrid: La Milagrosa, 2008. En el prólogo, el autor, antiguo Superior General de la CM y las FC, propone aspectos esenciales e intercomplementarios de la santidad (pp. 5-17), y luego los destaca en algunos modelos de la FV.
[17] Prefacio de los Santos I.
[18] BENEDICTO XVI. Deus caritas est: carta encíclica sobre el amor cristiano, n. 40.
[19] BENEDICTO XVI. Deus caritas est, n. 42. En su Mensaje para la XXII Jornada Mundial de la Juventud (2007), así se expresó Benedicto XVI: “El amor es la única fuerza capaz de cambiar el corazón del hombre y de la humanidad entera, haciendo fructíferas las relaciones entre hombres y mujeres, entre ricos y pobres, entre culturas y civilizaciones. De esto da testimonio la vida de los Santos, verdaderos amigos de Dios, que son cauce y reflejo de este amor originario. Esforzaos en conocerlos mejor, encomendaos a su intercesión, intentad vivir como ellos”.
[20] Desde 2006, la FV ha asumido el proyecto Cambio Sistémico, disponiéndose a una nueva metodología de trabajo con y para los pobres, enraizada en una espiritualidad, antropología y sociología que le son apropiadas, con el fin de desarrollar nuevos paradigmas para la construcción de un mundo más fraterno y solidario, estimulando el protagonismo de los pobres en los procesos de transformación de la realidad y la colaboración entre personas e instituciones afines. Esta metodología, iluminada por la Doctrina Social de la Iglesia y el carisma vicenciano, fue explicitada y ejemplificada en la obra: Sementes de Esperança: histórias de mudança de estructuras (São Paulo: s|e, 2007). Casi diez años después (2016), la Comisión Internacional de la FV para la promoción del Cambio Sistémico publicó el Manual del Cambio Sistémico, traduciéndolo a varias lenguas para facilitar la asimilación práctica de los contenidos y estrategias de la metodología en cuestión.
[21] Conferencia sobre el espíritu de la Compañía, de 9 de febrero de 1653. In: COSTE (ed.). San Vicente de Paúl: obras completas. Tomo IX-A: Conferencias a las Hijas de la Caridad, p. 534.
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