Dudar del «sí» pronto que decimos

por | Sep 28, 2023 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el primogénito de entre los que obran la verdad y llegan a la luz, para que no se pueda dudar de que son justas sus obras.

No hay que dudar de que obras son amores y no buenas razones.  El hijo segundo de la parábola dice «sí» al padre, pero no hace lo que se le pide.  No hay obra que respalda su palabra.  A su vez, el hijo primero dice «no».  Pero cambia de parecer y hace lo que el padre quiere.

Lo que cuenta ante Dios es que se haga, sí, lo que él quiere, no lo que se le dice.  Y por si creen los sumos sacerdotes y los ancianos que no se les refiere a ellos, Jesús les dice:  «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas van a entrar en el reino de Dios antes que vosotros».

Mas, ¿tiene que ver con los cristianos tal advertir por parte de Jesús a los «profesionales» del culto de los judíos?  Parece que sí, si tenemos en cuenta que dice también el Maestro a sus discípulos:  «Muchos primeros, serán últimos y muchos últimos, serán primeros».

Y esto se les dice, tras recibir ellos la promesa de que heredarán la vida eterna.  Parece, por lo tanto, que se les advierte también que puedan acabar con ser últimos.  Es que a los que seguimos a Jesús nos puede pasar también lo que a los líderes religiosos judíos.

Esos líderes dicen, pero no hacen.  También por seguir su tradición, anulan lo que Dios les manda.  Le honran con los labios no más.  Y no hacen mucho caso a lo más grave de la ley:  la justicia, la compasión, la fe.

Dudar de nuestra forma de seguir a Jesús 

Los que seguimos a Jesús podemos acabar, sí, como los responsables del culto judío.  Nos viene bien, por lo tanto, dudar de nuestra forma de seguir a Jesús.  Nos decimos de él, pero, ¿sentimos, pensamos y actuamos como él?  ¿No hacemos alarde de los dones de Dios como si los mereciéramos o se debiesen a nuestros esfuerzos?  ¿No nos lleva esto a creernos mejores que los demás en vez de tomarlos por mejores que nosotros?

Y, claro, poco nos cuesta pasar de creernos mejores que los demás a tenerlos en poco.  Al momento, nos apartamos de ellos y los relegamos al olvido, a las periferias.  También por creernos mejores y más justos, pronto no nos vemos con necesidad de arrepentirnos.  Ya no remuerde nuestra conciencia el saber que también decimos, pero no hacemos.  Y por confiar en nuestra justicia, nos cuesta más admitir que desde el comienzo poco valemos (véase Ez 16).  Y que nos prostituimos una y otra vez.  Nos cuesta más a nosotros también, como al sacerdote y al levita, captar lo que quiere decir «dejar a Dios por Dios» (SV.ES IX:297).

Pero, sí, tenemos mucho de que arrepentirnos.  Pues damos la espalda a lo que quiere Dios para nosotros.  Y quiere él que vivamos todos como buenos hermanos y hermanas, hijos e hijas de un Padre no más.  Que nos preocupemos los unos por los otros, y obremos hasta entregar, como Jesús, nuestro cuerpo y derramar nuestra sangre.  Para que haya paz y se practiquen el derecho, la justicia, y el respeto mutuo.  Y se haga así, en la tierra como en el cielo, lo que quiere el Padre.

Señor Jesús, concédenos examinarnos una y otra vez y dudar de nuestra forma de dar culto al Padre, para que no te digamos no más «Señor, Señor», sino que hagamos lo que quiere el Padre.  Haz, pues, que los que a los cuales has llamado abundemos en obras de fe, esperanza y caridad.

1 Octubre 2023
26º Domingo de T.O. (A)
Ez 18, 25-28; Fil 2, 1-11; Mt 21, 28-32

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