«Es menester que esas cinco virtudes sean como las facultades del alma de toda la Congregación; es menester que así como el alma conoce por el entendimiento, quiere por la voluntad y se acuerda por la memoria, también un misionero obre por estas virtudes» (XI, 591).
Vicente de Paúl
Reflexión:
- Una de las insistencias del sr. Vicente: las llamadas “cinco” virtudes a las que asimila a las “facultades del alma”. Tanta insistencia puede obedecer a su propia convicción (que no es dudosa) o al “escasillo” cumplimiento de las mismas o, al menos, no de todos sus misioneros (posiblemente también aplicable a las Hermanas). Bien es verdad que nunca están planteadas como “inicio de” sino como “término de”. Hoy diríamos que, como otros ámbitos de la vida, están sujetas a una mejora continua.
- Dos expresiones del mismo sr. Vicente acompañan esta reflexión: ¿Sentimos en nosotros este deseo? Si lo sentimos, ¡qué dicha! Si no lo sentimos, llenémonos de vergüenza y reconozcamos que no somos misioneros, pues los verdaderos misioneros son sencillos, humildes, mortificados y llenos de ardor por el trabajo. Creo que muchos tienen este espíritu, si no en todo, al menos en parte» (XI, 591). Una última frase que oculta una sutil llamadita de atención: “muchos tienen… si no en todo, al menos en parte”. Lo dicho: área de mejora. ¿Por qué la ausencia dela mansedumbre? ¿Lo eran? ¿Descarte?… ¡Posiblemente olvido!
- Segunda expresión: el juicio a un misionero lo será por su identificación con las cinco virtudes (extensible, sin duda, a las asignadas a las Hijas de la Caridad). “¿Cómo juzgas Tú a los bienaventurados sino por esto?”, es decir, por si su espíritu es espíritu de sencillez, de humildad, de mansedumbre, de mortificación y de celo… Si Mateo, 25 nos pone ante el “qué” del juicio final, esta expresión del sr. Vicente nos sitúa ante el “cómo”, es decir, “cómo” distes de comer, de beber, de visitar… Bien se ha dicho que san Vicente es un adelantado de los modernos sistemas de calidad.
- Todo ello lo remata el mismo sr. Vicente con una expresión sumamente importante: «Se nota, hermanos míos, algún progreso en la Compañía; parece que reinan en ella estas cinco virtudes, si no en el grado en que las tuvieron Nuestro Señor, los apóstoles y los primeros cristianos, al menos en estado incipiente, que seguirá adelante si procuramos conformar todas nuestras acciones a estas máximas evangélicas. Este es, padres, el fin por el que nos hemos hecho misioneros: ser sencillos, humildes, mansos, mortificados y celosos por la gloria de Dios» (XI, 593).
Cuestiones para el diálogo:
- Hermanos míos, ¿tiene la Familia Vicenciana este espíritu? ¿Hay espíritu de sencillez con los de fuera? ¿Se puede decir que lo hay?
- Los que observan a los misioneros, ¿ven en ellos este espíritu de sencillez?
- Pongamos la mano en nuestra conciencia: ¿tenemos esas virtudes? ¿Ha echado raíces en nuestro corazón este deseo de parecer lo que somos?…
Mitxel Olabuenaga, C.M.
Gracias muy hermosos los mensajes.