Todo inquilino y propietario conoce el significado de «fianza de seguridad». Una fianza responsabiliza de daños, desgaste excesivo, impago del alquiler, etc.
El casero pide un depósito para cubrir esas cosas. Los inquilinos se dan cuenta de que hay un coste si la propiedad del propietario no está bien cuidada.
Estos depósitos son especialmente importantes para los alquileres de verano en la playa. Muchos grupos, jóvenes y no tan jóvenes, parecen pensar que tienen poca responsabilidad por el desgaste indebido causado por las grandes juergas.
Así pues, permítanme preguntar… Puesto que Dios creó «nuestra» tierra para nosotros, ¿qué pasaría si Dios hubiera pedido una fianza de seguridad contra daños?
¿Hemos entendido mal Génesis 1,28?
¿Somos propietarios o inquilinos?
El libro del Génesis dice
Dios los bendijo y les dijo: «Fructificad y multiplicaos y llenad la tierra y sometedla y dominad a los peces del mar y a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra».
Sin pensarlo mucho, tendemos a subrayar «someted y dominad».
Pero el Catecismo oficial de la Iglesia católica (nº 2415) nos recuerda qu
«el dominio concedido por el Creador al hombre sobre los seres inanimados y los seres vivos no es absoluto; está regulado por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo incluyendo la de las generaciones venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la creación».
¿Qué encontraría Dios si examinara nuestro cuidado de la Tierra? ¿Vería Dios que hemos sido fieles administradores? ¿O se escandalizaría de nuestra negligencia?
Un balance de nuestra administración
¿Vería Dios administradores fieles… o administradores desagradecidos e irresponsables?
Un número creciente de personas empieza a ver pruebas de irresponsabilidad.
Somos testigos de la deforestación, la contaminación, la destrucción de hábitats naturales y los efectos adversos del cambio climático. Las consecuencias de nuestras acciones han dejado cicatrices en la Tierra, impidiendo el florecimiento de la vida y perpetuando la injusticia.
Nuestro desprecio por la interconexión de toda la vida ha provocado desequilibrios en los ecosistemas y la pérdida de innumerables especies. El agotamiento de los recursos naturales y la explotación de los tesoros de la Tierra han perturbado la delicada armonía de la creación.
La ruptura de nuestro depósito de seguridad se hace evidente en la brecha cada vez mayor entre los ricos y los marginados, que se llevan la peor parte de la degradación medioambiental.
En el contexto de nuestra casa común, la Tierra, el concepto de depósito de seguridad nos incita a reflexionar sobre las medidas que debemos tomar para garantizar su preservación.
La pregunta vicenciana
Cada vez más seguidores de San Vicente se hacen su famosa pregunta… «¿Qué debo hacer?».
Nuestra tarea exige algo más que observar. Exige hacer.
Requiere un esfuerzo colectivo y un compromiso de corresponsabilidad fiel. Como creyentes, somos los únicos llamados a tomar partido por la justicia ecológica y las prácticas sostenibles.
Restaurar el depósito empieza por reconocer el valor intrínseco de toda la creación y adoptar una actitud de reverencia ante la vida.
Esto implica
- Reconocer que nuestras decisiones tienen consecuencias
- Transformar nuestros estilos de vida y actitudes,
- Dar prioridad a las prácticas sostenibles, como la conservación de la energía, la reducción de los residuos y la defensa de políticas que protejan el medio ambiente.
No es de extrañar que el papa Francisco pida una
conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana.
Laudato Si (217)
¿Qué pensarías de nuestra administración si fueras Dios?
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
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