Jesús viene a los de su pueblo y ellos lo persiguen. El destino de él les corresponde a sus discípulos. Vacilan, pues, éstos por sus miedos.
Intuye Jesús los miedos que abrigan sus apóstoles, los doce discípulos enviados a las ovejas descarriadas de Israel. Y esos miedos no carecen de fundamento. Después de todo, Jesús acaba de avisar a los doce de las persecuciones que ellos sufrirán.
Con todo, tres veces los anima él a que superen sus miedos. En primer lugar, los misioneros han de anunciar audaces la Buena Nueva de modo que bien se oiga y se capte. Ella, de todos modos, no puede sino descubrirse y saberse. Nada, nadie, la puede detener ni encadenar.
En segundo lugar, si el miedo no se puede evitar, es Dios a quien hay que temer, no a los hombres. Él puede más que los hombres. Pero el Todopoderoso es a la vez mucho más amoroso y bondadoso que un padre humano. En tercer lugar, pues, sus hijos e hijas que obran con él y con su Enviado, Jesús, pueden contar con su protección. Les basta a los temerosos con confiar en su Padre del cielo. Cuida él hasta de los gorriones y, por supuesto, de los que tienen más valor que los gorriones.
No, los misioneros de Cristo no han de tener miedo a los lobos entre ellos. Éstos son los creyentes, como ellos, que los rechazan. En parte, no pueden aceptar a Cristo y a los enviados de él, pues se creen más justos que ellos. Después de todo, esos justos guardan la ley de modo estricto y la defienden con firmeza. Se puede decir, pues, de ellos lo que dice san Gregorio Magno de los que enseñan con arrogancia. Éstos no miran y ni se dignan hablar a los que toman por inferiores a ellos; les imponen su dominio.
Los cristianos pueden ser lobos también. No los han de temer los enviados de Jesús.
Señor Jesús, ayúdanos a superar nuestros miedos a los lobos en medio de nosotros, a los líderes arrogantes que buscan honores, poder y dinero. Que jamás tengamos la pasión de parecer superior ni de ser el maestro (SV.ES XI:238). Y no dejes que traicionemos, por promover nosostros las divisiones y las facciones, nuestras celebraciones de tu Cena (1 Cor 11, 17-29). Danos también la valentía y la fuerza para emprender un «viaje sinodal» que lleve a que el don de Dios desborde sobre todos.
25 Junio 2023
12º Domingo de T.O. (A)
Jer 20, 10-13; Rom 5, 12-15; Mt 10, 26-33
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