Santa Isabel Ana Seton, Hija Amada y Mujer de la Trinidad

por | Jun 8, 2023 | Formación | 0 Comentarios

A través de la presencia del Espíritu Santo, podemos descansar en la comunidad de amor que es el Dios Uno y Trino. La Madre Seton nos muestra cómo sumergirnos en la vida de la Santísima Trinidad como hijos e hijas amados de Dios.

La Santísima Trinidad, por Antonio de Pereda

Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mateo 3, 17-18).

En la fiesta de la Santísima Trinidad, hacemos bien en considerar este momento del Evangelio de Mateo, justo después de que Jesús fuera bautizado por su primo Juan. Oímos la voz del Padre que se dirige a su Hijo. Vemos al Espíritu que desciende como una paloma. Padre, Hijo y Espíritu: el único Dios aparece como tres personas distintas. En este momento, vislumbramos al Dios Uno y Trino.

Y nosotros también tenemos un lugar en esta escena. El Evangelio de esta fiesta nos aseguraba que tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3,16).

Jesús murió para atraernos a esta misteriosa vida eterna de Dios, que se revela como una vida de amor. Por el bautismo nos convertimos en hijos e hijas amados del Padre. En cierto sentido, estamos insertos en la vida divina de la Trinidad.

Si esto te suena a «cuento chino», entonces necesitas a los santos. Sé que yo los necesito. Necesito ver este amor trinitario en acción, ver cómo transforma la vida. Y Isabel Ana Seton es una buena maestra en este sentido. En sus palabras y en sus obras nos ayuda a ver lo que significa formar parte de esta escena.

Cuando consideramos la vida de la Madre Seton, lo primero que nos llama la atención son todas las cosas heroicas que hizo. Admiramos su compromiso inquebrantable con la oración y su atención vigilante a su familia, tanto a sus hijos físicos como a los espirituales que Dios le da. Observamos cómo supera las dificultades con una confianza constante en la Divina Providencia, una adhesión casi inquebrantable a la Voluntad Divina. Y es fácil preguntarse cómo podemos identificarnos. Sé que no estoy viviendo algo que parezca heroico. Me encuentro fracasando a cada paso. ¿Cuál es para mí el punto de contacto con la santidad del santo?

Es una buena pregunta, y nos obliga a profundizar. Si nos adentramos en los primeros años de Isabel, veremos que lo que está detrás de cada gesto heroico de su vida es su comprension y aceptación total de una realidad fundamental: que Dios ha amado tanto al mundo que quiere compartir su vida con él. Santa Isabel Ana ya ha asumido su lugar en esa escena del bautismo: está al lado de Cristo, es hija amada de un Padre que todo lo ama, es partícipe de los dones del Espíritu.

Y esto es exactamente lo que todos nosotros deseamos: llegar a conocer a Dios como ella, dejarnos amar por Aquel que nos ha amado hasta la existencia. Estamos destinados a participar en su vida. Estamos destinados a la plenitud de la vida. ¿Es posible?

Isabel Ana Seton da testimonio de que es posible. Su sentimiento de ser conocida, amada y querida por Dios surgió cuando era joven, y floreció a pesar de que conoció la tristeza y la pérdida. A los cuatro años, había visto cómo enterraban a su madre, a su hermana y a su abuelo. Su padre, un médico muy ocupado, rara vez estaba con ella. Pero Dios se había acercado a ella a través de las oraciones y los salmos que le habían enseñado. Empezó a rezar más, deseando conocerle mejor. Y Él no la defraudó.

A los catorce años, Isabel tuvo un encuentro inesperado en una clara mañana de mayo. Aquel día, parecía como si lo divino irrumpiera a través de toda la creación: el cielo resplandeciente y la hierba verde, el calor del sol y el trino de los pájaros cantores. Pero la futura santa vio algo más que al Dios que está detrás de la naturaleza. Aquel día se encontró con el Padre que la había creado y la había llamado a ser suya.

De aquel momento escribió más tarde: «Dios era mi padre, mi todo. Recé, canté himnos, lloré, reí, hablando conmigo misma de hasta qué punto Él podía colocarme por encima de todo dolor. Luego me quedé quieta para disfrutar de la paz celestial que se apoderó de mi alma; y estoy segura de que, en las dos horas así disfrutadas, crecí diez años en la vida espiritual.»

Este momento tiene todas las marcas de la plenitud de la vida humana: Isabel habla, canta, ríe, incluso llora. Es como si hubiera encontrado a su familia, hubiera entrado en un lugar donde la conocen y la quieren y puede ser exactamente quien es. Puede descansar y empaparse de amor. Es su derecho de nacimiento como hija elegida y querida de su Padre.

No podemos conocer a la santa Isabel Ana Seton sin este sentimiento de Isabel como la hija amada. Impregna sus palabras y sus obras hasta el día de su muerte. Una de las últimas cosas que dice a sus hijas en religión es: «Sed hijas de la Iglesia». Es interesante: No dice: «Haced grandes cosas». Dice «sed hijas», como invitándolas a ese mismo día de primavera, a ese mismo descanso bendito, a esa misma sensación de ser amadas. Y así debe ser. Porque esto es lo que se nos ofrece a todos. Compartimos el mismo lugar. Compartimos el mismo Padre. Compartimos el mismo amor.

Quizá no lo sentimos. Tal vez fuimos bautizados hace mucho tiempo pero no podemos decir que hemos oído la voz del Padre o sentido los dones del Espíritu. No es demasiado tarde. La oferta sigue en pie. La relación sigue existiendo. Todavía podemos conocer a Dios tal como es y así llegar a conocernos a nosotros mismos por lo que realmente somos.

Que estés leyendo esto ahora mismo es una buenaseñal. Dios todavía te ve, te conoce y te quiere. Desde esta fiesta de la Santísima Trinidad, agárrate al plan que Él ha hecho para ti. Ponte en escena. Empieza a ser lo que eres: «amado del Padre».

LISA LICKONA, STL, es profesora adjunta de Teología Sistemática en la Escuela de Teología y Ministerio de San Bernardo en Rochester, Nueva York, y es una oradora y escritora conocida a nivel nacional. Es madre de ocho hijos.
Fuente: https://setonshrine.org/

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