Cuando nosotros, los vicentinos de cierta edad (y esperemos que más sabios) miramos hacia atrás y vemos lo que este mundo ha conseguido en nuestras vidas, es realmente asombroso. Tal vez podríamos incluso mirar hacia atrás desde que Federico Ozanam realizó su primera visita a domicilio o la primera reunión de la conferencia de la Sociedad de San Vicente de Paúl.

Desde principios del siglo XIX hemos asistido a muchos descubrimientos científicos que han mejorado nuestro modo de vida. La electricidad, el petróleo y el gas, el ferrocarril y los automóviles, el transporte aéreo y muchos otros. Hemos encontrado curas médicas y tratamientos para enfermedades y aflicciones que habían causado muerte, dolor y tristeza. Muchas naciones pasaron a un modelo de gobierno más democrático. Se ha abolido la esclavitud legal de nuestros semejantes.

También ha habido situaciones que esperábamos que llegaran a su fin. El mundo ha visto dos Guerras Mundiales y muchos otros escenarios de guerra. La persecución religiosa y cultural ha sido uno de los principales motivos de muchas de estas guerras. A pesar del fin de la esclavitud legal, el tráfico de seres humanos es un problema grave en el mundo actual. El terrorismo sigue existiendo en todas sus formas.

Mientras el mundo sigue evolucionando hacia una sociedad más humana, solidaria y participativa, ¿cómo ha evolucionado el mundo vicenciano? Siempre hemos mantenido nuestras acciones caritativas para con los necesitados, pero no siempre hemos aceptado la obligación inseparable, como nos dijo Ozanam, de buscar también la justicia para aquellos a quienes servimos. Este compromiso tanto con la caridad como con la justicia debería estar arraigado en nuestra espiritualidad vicenciana. El componente de justicia también está firmemente establecido en las enseñanzas sociales católicas, que el papa Juan Pablo II atribuyó en gran medida a Ozanam por ser una de las voces fundadoras de las enseñanzas sociales católicas.

Cuando miro cómo ha evolucionado el mundo vicenciano, veo muchos grandes logros en materia de acción social. Sin embargo, también veo cierta resistencia hacia la justicia. Muchos simplemente quieren hacer el trabajo caritativo pero se abstienen de la justicia social. Prefieren poner una tirita en la herida en lugar de encontrar la causa del dolor. Si queremos experimentar una evolución espiritual que se alinee claramente con el pensamiento moderno sobre las causas de la pobreza, también debemos comprometernos a actuar. Hay muchas razones que causan la pobreza en el mundo actual, pero también estamos obligados a abordar las injusticias que a menudo forman parte de las causas de la pobreza. Estas injusticias incluyen el racismo sistémico y los prejuicios culturales y de género.

Para experimentar una evolución espiritual verdaderamente eficaz y muy personal, debemos abordar el mal del racismo sistémico tanto a nivel organizativo como personal. Esta evolución sólo puede conducir a todos los vicentinos a una comprensión más esclarecida de nuestro mundo, a la vez que nos proporciona muchas oportunidades para ser una fuerza más eficaz y afectiva en favor de la dignidad humana para todos.

Sobre el autor:

Jim Paddon vive en Londres, Ontario (Canadá) y es un vicentino canadiense. Está casado con su querida esposa Pat y tienen seis hijas y once nietos. Jim es miembro de la Sociedad desde los años 70.

«Reconozco con todo respeto los territorios tradicionales y no otorgados de los Pueblos Indígenas, incluidas las Primeras Naciones, los Metis y los Inuit, en cuyas tierras nos reunimos, trabajamos y vivimos».