Jesús, que vive en íntima unión con el Padre, nos lo da a conocer. No es decisivo captar lo que es Jesús, lo que él dice y hace.
Los que a los cuales habla Jesús no logran captar lo que enseña él a modo de comparación. Y ellos no son los discípulos, sino los fariseos. Los últimos le preguntaron antes: «¿También nosotros estamos ciegos?». Y se les contestó: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste».
Creen esos guardianes de la ley que nadie puede ver, captar, mejor que ellos lo que ella enseña y exige. La defienden con todo rigor e insisten en que de ellos es el derecho a procurar que se cumpla ella.
Es por eso que criticaron a Jesús. Pues él había hecho trabajo no permitido el día sábado para curar a un ciego de nacimiento. El celo de ellos por la ley los impulsó a tomarle al curador por pecador. Interrogaron también al curado y, al fin, lo expulsaron.
Deja claro la reacción de los fariseos a la curación del ciego que ellos se centran en la ley. Se ve esto también al presentarse ellos a Jesús con una mujer sorprendida en adulterio. Y al poner ellos en duda el testimonio de él, ya que requiere la ley que haya dos testigos. Y centrados así en la ley, no pueden ellos del todo captar la comparación de la que se sirve él. Pues toman la ley, que se les ha dado por medio de Moisés, por puerta de la salvación. Mas dice por su parte Jesús, por medio del cual, han venido la gracia y la verdad, que él es la puerta de la salvación.
Captar lo que es Jesús, lo que dice él y hace, quiere decir admitir que él es la puerta y el pastor.
Para que no seamos de los que no lo reciben, nos hemos de renunciar, para empezar, a toda autosuficencia. Y a todas las pretensiones de superioridad. Tenemos que escapar de esa generación perversa que se jacta de sus éxitos que atribuye ella al modo de proceder «hazlo-tú-mismo». Ella no necesita de nadie que camine delante de ella para guiarla o pastorearla.
Tenemos que saber que recibir a Jesús no se trata de guardar no más la ley o unas reglas. Es acogerlo a él y tomarlo por nuestra regla (SV.ES XI:429). Quiere decir esto que hay que atender a su voz mientras nos habla en las Escrituras. Es que no conocerlas es no conocer a Cristo. También hay que conversar con él y preguntar qué haría él si estuviera en nuestro lugar (SV.ES XI:240). Si esto lo hacemos, le oiremos llamarnos por nuestro nombre. Y recorreremos el camino de la vida con él. Es decir, no andaremos descarriados cual ovejas, lejos del pastor y guardián de nuestras vidas. Después de todo, no queremos caer en manos de pastores falsos que roban, matan y hacen estragos.
Pues salvos y sanos nos hallamos con tener a Jesús por pastor. Y él nos da vida abundante mientras nos nutre con su palabra, y con su cuerpo y sangre. Para él, la justicia, la compasión y la fidelidad son lo que más vale en la ley.
Señor Jesús, ayúdanos a comprender que el amor está por encima de todas las reglas (SV.ES IX:1125). Lograremos así captar lo que eres tú, lo que dices y haces, y combatir contigo el rigorismo en la religión.
30 Abril 2023
4º Domingo de Pascua (A)
Hch 2, 14a. 36-41; 1 Pd 2, 20b-25; Jn 10, 1-10
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