Mykolaiv: se ha inaugurado la potabilizadora construida con fondos de la Federación Nacional Italiana de la Sociedad San Vicente de Paúl. Y se ha empezado a trabajar en una segunda planta. Los generadores de electricidad y artículos de primera necesidad han llegado a las zonas donde se libra la batalla.
Abrir un grifo y ver fluir agua limpia. A nosotros esto nos puede parecer lo más normal del mundo, pero es cualquier cosa menos eso. Los rusos destruyeron el acueducto de Mykolaiv hace poco menos de un año. Desde entonces, sólo fluye lodo hacia las casas, o mejor dicho, lo que queda de ellas. Lo vemos oscuro, marrón y maloliente. Ni siquiera se puede sacar agua de los pozos, porque las capas freáticas están contaminadas por las filtraciones salobres del Mar Negro.
Aquí, la Sociedad de San Vicente de Paúl ya ha construido una primera potabilizadora, capaz de abastecer de agua potable a 2000 personas. Se está construyendo una segunda. Las perforadoras empezaron a excavar hace unos diez días. La primera planta, financiada por la Federación Nacional Italiana Sociedad de San Vicente de Paúl, se inauguró el 2 de abril de 2023 en presencia de consocios y consocias italianos de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Partiendo el 30 de marzo de Abbiategrasso y Sesto Calende, viajaron durante 15 horas en 6 furgonetas cargadas de ayuda humanitaria, atravesando Eslovenia y Hungría. Tras tres horas de espera en la aduana, entraron por fin en Ucrania, donde llegaron a las ciudades de Odessa y Mykolaiv.
En sus rostros no se aprecia ni el cansancio (que dicen sentir) ni el miedo. Pasaron junto a edificios completamente destruidos. Un grupo de valientes voluntarios que se unieron a la caravana #STOPTHEWARNOW, tras ponerse chalecos antibalas, llegaron hasta Kherson, entre las sirenas antiaéreas y el silbido de las bombas. Pero hay quienes son aún más valientes, como el padre Vitaliy Novak, un sacerdote de la Congregación de la Misión en Odessa que no duda, con un grupo de voluntarios, en adentrarse en la zona de guerra hasta la ciudad de Bachmut, donde se está librando una de las peores batallas de la historia. Conduce una furgoneta irreconocible, completamente acribillada a balazos, sin parachoques y con láminas de plástico transparente rotas en lugar de ventanas. Sale cargado de fe y esperanza y, con demasiada frecuencia, regresa cargado de dolor. Sí, porque cruza las líneas enemigas para poner a salvo a civiles y soldados heridos, pero a veces resulta que transporta cadáveres a los que luego da sepultura.
Entre las numerosas ayudas entregadas por Luigi Uslenghi, miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl, que llegó a Ucrania con su esposa Cristina y sus hijas Beatrice y Rebecca, de 21 y 19 años, también hay fondos para comprar una furgoneta nueva. Una parte ha sido donada por la Federación Nacional Italiana Sociedad de San Vicente de Paúl y otra por Cáritas Ambrosiana. ASí, el padre Vitaliy y los voluntarios que le ayudan podrán utilizar un vehículo más seguro y confortable.
Pero en las zonas recién liberadas por el ejército ucraniano, no solo falta agua. La electricidad también es un problema. Por eso, además de los alimentos que la cadena humana de voluntarios de Italia ha descargado en Ucrania, también hay generadores de electricidad. Uno, el más grande, subvencionado en parte por el cardenal Zuppi, fue entregado al Hospital Pediátrico de Odessa.
Numerosos generadores portátiles fueron donados por el Consejo Central de Milán de la Sociedad de San Vicente de Paúl a la comunidad de Misioneros Paúles de Odessa y a las instalaciones vecinas.
Pero la atención de la Sociedad de San Vicente de Paúl hacia los refugiados ucranianos no se detiene aquí, porque ya se han financiado 11 proyectos de acogida y asistencia en diversas partes de Italia. A través del Sector de Solidaridad y Hermanamiento Mundial de la Federación Nacional de la Sociedad San Vicente de Paúl, se han apoyado las actividades de la Congregación de la Misión en Ucrania, y se ha hecho una importante donación al orfanato de Zaluchansk.
Y, quién sabe, quizá tampoco esta vez volvamos a casa con las manos vacías. Sí, porque este es el quinto viaje de Luigi Uslenghi y de muchos de los otros voluntarios y miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl que le acompañan, y en los viajes anteriores, tras descargar provisiones y artículos de primera necesidad, las furgonetas han servido para transportar a Italia a refugiados de guerra, entre ellos una familia entera de discapacitados que siguen alojados en una casa de Lombardía.
Alessandro Ginotta
Oficina de Prensa de la Federación Nacional Italiana de la Sociedad San Vicente de Paúl.
Fuente: https://www.sanvincenzoitalia.it/
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