Vicente de Paúl: un pionero humanitario

por | Mar 24, 2023 | Formación | 0 Comentarios

Más de 350 años después de su muerte, acaecida en 1660, se sigue celebrando la vida y la labor humanitaria pionera de Vicente de Paúl, canonizado en 1737. Su dedicación a auxiliar a los más pobres y desfavorecidos de la sociedad sentó las bases de los principios humanitarios actuales. Aunque Vicente de Paúl era sacerdote, su trabajo y sus ideales humanitarios coexistieron con la religión, e incluso la trascendieron. Para él, la humanidad, la imparcialidad y la neutralidad eran las consideraciones más importantes para ayudar a quienes más lo necesitaban, sin importar quiénes fueran o qué religión practicaran, incluso en el mundo musulmán. No sólo inspiró nuevas formas de pensar, sino que también desempeñó funciones políticas y de mediación estrechamente relacionadas con su enfoque humanitario. En el mundo actual, en medio de necesidades humanitarias globales a gran escala, este blog reflexiona sobre lo que este hombre logró hace cuatro siglos y su legado perdurable.

Varios grupos se beneficiaron de la labor de Vicente de Paúl: víctimas de la guerra, refugiados, niños abandonados en París, enfermos, pobres y ancianos acogidos por el hospital Hôtel-Dieu de París. Como capellán general de las galeras de París, también inició las visitas a las cárceles. Creía firmemente que el papel del capellán no era evangelizar a los presos, sino ayudarles en su sufrimiento.

De Paul tenía principios, pero era pragmático. Su elocuencia y su capacidad de organización fueron factores importantes para el éxito de sus proyectos. Frente a la creciente pobreza que afectaba a múltiples grupos y a una sociedad que carecía de un sistema de bienestar adecuado, su persistencia en fomentar los actos de caridad dio sus frutos. En 1617, creó la primera «Cofradía de la Caridad», que reunía a laicos para ayudar a las familias con dificultades, así como para asistir a los enfermos. Luego fundó los «Gardes des Pauvres» (Guardianes de los Pobres), que dieron lugar a la Compañía de las Hijas de la Caridad, liderada por Luisa de Marillac. En 1634, creó la Fundación de la Caridad del Hôtel-Dieu, una residencia para ancianos, que se convirtió en el Hôpital de la Salpêtrière en 1657. De Paul marcó la ruta a una acción social y humanitaria adecuada a los problemas de la época, que incluía la escasez de alimentos de 1629, el brote de peste entre 1624 y 1640, y diversos conflictos (la Fronda y la Guerra de los Treinta Años)[1].

La diplomacia humanitaria

Los grandes acontecimientos políticos marcaron el entorno en el que trabajó Vicente de Paúl, en un periodo caracterizado por los choques ideológicos y las guerras de religión. Ante la desintegración de un poder político debilitado, una Corte Real fuertemente dividida, una sociedad anómica llena de todas las formas de miseria, optó por comprometerse con la obra de caridad con un motivo político subyacente: «suavizar el impacto de la ocupación militar, situar a Francia como salvadora y ganar los corazones y las mentes del pueblo«.

Su visión del humanitarismo estaba estrechamente correlacionada con una función de mediación destinada a frenar el conflicto reinante y a configurar un espacio de debate constructivo. Por ejemplo, en 1640 solicitó una audiencia con el cardenal Richelieu para convencerle de la necesidad imperiosa de restablecer la paz en Francia. En 1649, adoptó un enfoque similar con la reina Ana de Austria (la esposa de Luis XIII) y el cardenal Julio Mazarino (el principal ministro del rey). Siempre pidió moderación en el trato a los protestantes, y sus esfuerzos se guiaron por un deseo de imparcialidad y reconciliación[2].

Acción humanitaria durante los conflictos

De 1638 a 1647, la labor humanitaria de Vicente de Paul se centró en ayudar a los refugiados de París y en prestar ayuda a la población de los ducados de Lorena y Bar, que habían sido devastados por las tropas ocupantes francesas y las invasoras suecas durante la Guerra de los Treinta Años. Como capellán de las fuerzas armadas francesas, coordinó las colectas de caridad en París y ayudó a los heridos enviando misioneros a las zonas afectadas. Puso en marcha todo un sistema para asegurar y hacer llegar la ayuda. Recogía dinero, ropa, alimentos y herramientas, los transportaba desde Francia hasta el Ducado de Lorena y se aseguraba de que las provisiones llegaran a los necesitados. Trabajó arduamente para organizar la asistencia médica necesaria. Durante un periodo de diez años, recibió el mandato de ayudar a 25 ciudades de Lorena, principalmente Verdún, Nancy, Saint Mihiel, Metz, Toul, Pont-à-Mousson, Bar-le-Duc y Lunéville.

El Tratado de Westfalia de 1648 marcó el final de la Guerra de los 30 Años y trajo cierta estabilidad política a Lorena. Pero la miseria no terminó ahí. La guerra se trasladó a Champaña y Picardía, donde se cometieron atrocidades similares. Además de distribuir artículos de socorro y atender a los enfermos, las personas reclutadas por Vicente de Paul trataron de dar cobijo a las víctimas sin hogar del conflicto. Para ello, se acogía a los pobres, sin discriminación, y se les trataba con imparcialidad. La acción humanitaria, en este contexto, podría entenderse como «una expresión del laicismo, donde la fe religiosa y un nuevo tipo de compromiso político pueden coexistir respetuosamente»[3].

La protección a la infancia

Preocupado por la suerte de los niños abandonados a su suerte en París, Vicente de Paúl creó en 1638 el Hospicio de los Niños Expósitos (Hospice des Enfants-Trouvés), cuyo objetivo era prestar atención integral a los niños pobres y huérfanos. En París y sus suburbios, entre 300 y 400 niños (en su mayoría, ilegítimos) eran abandonados cada año por sus madres, principalmente debido a la falta de apoyo gubernamental. Estos niños eran a menudo víctimas del tráfico a gran escala y de otros tipos de abusos. Para hacer frente al problema, Vicente de Paúl dispuso la construcción de varias casas con un legado de 64.000 livres (antigua moneda francesa) dejado por Luis XIII. En 1644 albergaron a 4.000 niños desfavorecidos. Los niños eran atendidos por niñeras hasta los tres o cuatro años. Después eran enviados a la escuela, donde aprendían a leer y escribir y recibían formación profesional. Luisa de Marillac, de las Hijas de la Caridad, se convirtió en una meticulosa gestora de sus programas educativos.

A medida que su obra caritativa crecía, Vicente de Paul colaboró cada vez más estrechamente con las Damas de la Caridad (financiación, supervisión), las Hijas de la Caridad (presencia con los niños) y la Congregación de la Misión (encargada de las gestiones y la financiación).

En 1670, el Hôpital des Enfants-Trouvés (hospital de niños expósitos) fue establecido como institución pública por decreto real. De este modo, Vicente de Paúl sentaba las bases y reconocía su contribución.

El espíritu de la sensibilidad de Vicente de Paúl por las necesidades particulares de los niños y su bienestar está efectivamente consagrado en la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989. En su preámbulo, la Convención subraya la necesidad de dar una protección especial a los niños, mientras que el artículo 3 hace hincapié en que el interés superior del niño debe ser una consideración primordial. Otros artículos reconocen el derecho de todo niño a la educación y a un nivel de vida adecuado para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social.

La búsqueda de fondos

A pesar de las recurrentes dificultades que experimentó al intentar financiar sus proyectos, Vicente de Paúl consiguió diversificar sus fuentes de financiación. Su relación con la corte de Luis XIII le permitió crear una red de caridad privada, financiada en parte por cartas patentes expedidas en 1642. De hecho, Vicente de Paul era experto en movilizar a personajes de la nobleza francesa. En 1610 se convirtió en capellán de la reina Margarita (esposa de Enrique IV, Margarita de Francia). Dedicó un tercio de sus ingresos a obras de caridad, especialmente a los Hermanos de San Juan de Dios (conocidos como los «Hermanos de la Caridad»). Asimismo, Madame de Gondi y Louise de Gonzague (que llegó a ser reina de Polonia) prestaron un importante apoyo económico a las Hijas de la Caridad y a los Misioneros; Madame de Lamoignon, esposa del Primer Presidente del Parlamento de París, puso su mansión privada a disposición de los necesitados. Por otra parte, Vicente de Paul recaudó fondos de loterías, concesiones, legados y rentas de la tierra (incluido un impuesto sobre los viñedos recaudado para financiar hogares para los necesitados)[4]. En última instancia, las conexiones que Vicente de Paul desarrolló con la corte y la aristocracia le ayudaron a establecer una amplia red que proporcionaba bienestar y atención a los ciudadanos más pobres. Su objetivo era poner a los ricos al servicio de los más desfavorecidos.

Logros internacionales y legado

La acción caritativa de Vicente de Paúl se extendió más allá de Francia y del mundo cristiano. Como en su patria, no le movía solo el deseo de evangelizar, sino un auténtico sentido humanitario. Estableció la Fundación de la Misión en Túnez e Irlanda (1645), Argelia (1646), Madagascar (1648), Polonia (1651) e Italia (1655). Envió a los primeros lazaristas (miembros de la Congregación de la Misión) a Argel en 1646. Su legado se dejó sentir casi 200 años después, cuando las Hijas de la Caridad fueron invitadas a Argelia por el gobierno y las autoridades eclesiásticas[5].

Según los registros de la archidiócesis de Argel, el 27 de julio de 1842, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl fueron enviadas a la nueva colonia para ocuparse de los hospitales, las escuelas y las visitas a las cárceles. Demostraron una gran devoción cuando estalló la epidemia de cólera en 1849 y muchas pagaron con su vida. Además, ayudaron a las víctimas de los diversos terremotos que sacudieron Argelia en 1869. A lo largo de las décadas, la Casa Provincial de las Hijas de la Caridad, situada en el corazón de la Casbah de Argel, se ganó la estima y la confianza del pueblo argelino por su imparcialidad y la pertinencia y eficacia de su labor.

En 2007, la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl fue reconocida como entidad consultiva por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC). Representantes como sor Monique Javouhey participan regularmente en grupos de trabajo sobre el derecho al desarrollo, la pobreza extrema y la eliminación de la discriminación, así como en reuniones sobre cuestiones relativas a la educación, los derechos de los niños y los derechos de las personas con discapacidad. Esta participación contribuye a aumentar la visibilidad del trabajo realizado a lo largo de los siglos.

Además, la Sociedad de San Vicente de Paúl —con unos 800.000 miembros en más de 150 lugares del mundo— desarrolla en todo el mundo programas de formación y centros de rehabilitación de presos, y presta asistencia a las víctimas de la violencia, las catástrofes y los conflictos.

Conclusión

Aunque Vicente de Paúl fuera sacerdote, su labor y sus principios humanitarios iban más allá de la religión. Para él, los principios de humanidad e imparcialidad eran las consideraciones más importantes para poder prestar ayuda a las personas más necesitadas de la sociedad, sin importar quiénes fueran o qué religión practicaran. Lo que le motivaba ante todo era el deseo de aliviar la miseria de la gente, y ello sin ataduras de conversión a la religión.

Más de 200 años antes de que Henri Dunant creara el Comité Internacional de la Cruz Roja, Vicente de Paul comprendió la necesidad de organizar el socorro, clasificando a los afectados según sus necesidades particulares, incluidos los reclusos. Creó eficazmente organizaciones profesionales con personal bien formado y comprometido, y fue emprendedor a la hora de encontrar diversas fuentes para financiarlas.

Hoy en día, humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia son los principios rectores de la acción humanitaria para la mayoría de las organizaciones que trabajan en crisis complejas, mientras que el movimiento internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja tiene un conjunto más específico de Principios Fundamentales. En los conflictos armados, en los que es frecuente la politización y militarización de la ayuda, ser un actor humanitario imparcial y neutral es posiblemente más importante que nunca para poder acceder con seguridad a las personas necesitadas, estén donde estén y sean del bando que sean.

El papel pionero de Vicente de Paúl en el ámbito humanitario fue objeto de una exposición especial en 2017 en el Palacio de las Naciones de la ONU en Ginebra. Su espíritu de humanidad —su deseo incondicional de aliviar el sufrimiento sin importar dónde lo encontrara— sigue inspirando y sigue siendo al menos tan importante ahora como hace 400 años.

***

Autor: Keltoum Irbah, Profesor, Geneva Business School.
La Dra. Keltoum Irbah es profesora de sociología en la Geneva Business School. Desde 2016, también ocupa el cargo de codirectora de la escuela de verano del Movimiento Internacional de Jóvenes y Estudiantes para las Naciones Unidas (ISMUN) sobre derechos humanos y desarrollo. Anteriormente, Keltoum trabajó como asistente académica en la Federación Mundial de Asociaciones pro Naciones Unidas en Ginebra y en el Centro de Derechos Humanos de la ONU. Es doctora en Sociología por la Universidad de Ginebra, donde trabajó como profesora asistente e investigadora, con especial atención a la religión, los derechos civiles y políticos en situaciones de conflicto armado y las cuestiones relacionadas con los refugiados.

Fuente: Humanitarian Law & Policy blog, Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) (https://blogs.icrc.org/law-and-policy/2019/08/14/vincent-de-paul-groundbreaking-humanitarian)
Publicación autorizada según sus
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Notas

[1] Para saber más sobre cómo la labor caritativa de San Vicente de Paúl marcó el nacimiento del humanitarismo moderno, véase Pascal Daudin, The Thirty Years’ War: the first modern war? [La guerra de los Treinta Años: ¿la primera guerra moderna?], 2017.

[2] Michel Ulysse Maynar, San Vicente de Paúl, su vida, su época, sus obras, su influencia (4 volúmenes), 1886.

[3] Axelle Brodiez y Bruno Dumons, «Faire l’histoire de l’humanitaire», Le Mouvement Social, 2009/2, nº 227, pp. 3-8.

[4] Jean-François Deblaye, La charité de Saint Vincent de Paul en Lorraine: 1638-1647 (ed. 1886); Marie-Joelle Guillaume, Saint Vincent de Paul: Un Saint au Grand Siècle, Perrin Éditions, 2015.

[5] Archivos de la archidiócesis de Argel.

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