El amor es inventivo hasta el infinito
El famoso dicho de San Vicente, «el amor es inventivo hasta el infinito», fue su manera de explicar la Eucaristía en su «Exhortación a un hermano moribundo» de 16471. Leed y meditad sus palabras:
Además, como el amor es infinitamente inventivo, tras haber subido al patíbulo infame de la cruz para conquistar las almas y los corazones de aquellos de quienes desea ser amado, por no hablar de otras innumerables estratagemas que utilizó para este efecto durante su estancia entre nosotros, previendo que su ausencia podía ocasionar algún olvido o enfriamiento en nuestros corazones, quiso salir al paso de este inconveniente instituyendo el augusto sacramento donde él se encuentra real y substancialmente como está en el cielo. Más aún, viendo que, rebajándose y anulándose más todavía que lo que había hecho en la encarnación, podría hacerse de algún modo más semejante a nosotros, o al menos hacernos más semejantes a él, hizo que ese venerable sacramento nos sirviera de alimento y de bebida, pretendiendo por este medio que en cada uno de los hombres se hiciera espiritualmente la misma unión y semejanza que se obtiene entre la naturaleza y la substancia. Como el amor lo puede y lo quiere todo, él lo quiso así; y por miedo a que los hombres, por no entender bien este inaudito misterio y estratagema amorosa, fueran negligentes en acercarse a este sacramento, los obligó a él con la pena de incurrir en su desgracia eterna: Nisi manducaveritis carnem Filii hominis, non habebitis vitam2.
Ya ve usted cómo se ha esforzado por todos los medios imaginables en conseguir que todos los hombres le amasen; por eso, tiene usted que excitar su corazón para pagar este justo y suave tributo al amor de un Dios que ha sido el objeto de todos sus planes sobre usted, y que para obtenerlo ha hecho todo lo que ha hecho con usted. Crea que el mayor presente que puede usted ofrecerle, es el de su corazón; no le pide nada más: Fili, praebe mihi cor tuum3.
Cristo se revistió de humanidad durante sus 33 años en la tierra, estando físicamente presente entre nosotros, y recordando constantemente que había venido a servir y no a ser servido. En la Eucaristía permanece físicamente presente, y se ofrece aún más humildemente sirviéndonos de alimento y bebida.
Nuestro corazón es lo único que pide a cambio.
Reflexiona
Al participar en la Eucaristía, ¿ofrezco sincera y plenamente mi corazón a cambio?
1 SVP ES XI/3, 65-66; Conferencia 21, Exhortación a un Hermano moribundo, 1645.
2 Si no coméis la carne del Hijo del hombre, no tendréis vida. Cf. Jn 6,53.
3 Hijo, dame tu corazón. Cf. Prv 23:26. (NAB)
Fuente: https://members.ssvpusa.org/formation/formation-resources/vincentian-reflections/
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