Jesús es la luz del mundo. Por lo tanto, abrir los ojos a los ciegos forma parte de la tarea que le ha confiado su Padre.
Toma Jesús la iniciativa de abrir los ojos al que nació ciego. Y éste logra ver tan claro que reconoce por profeta al que lo ha curado. Luego cree en él como el Hijo del hombre. No importa que no sepa nada de lo que los fariseos dicen que se lo saben con certeza. Le basta con pasar el escrutinio que le ha dado el Maestro.
Y al abrir éste los ojos al ciego, no nos deja de abrir también los ojos a nosotros. Es que nos indica que hemos de ver mucho más que la mera ceguera o la supuesta causa de ella. No se nos permite que, por desear saber quiénes tienen la culpa, no veamos lo que hay.
Ni hemos de dejar de notar las obras de Dios debido a unas ideas preconcebidas que atesoramos. Después de todo, por ejemplo, ¿quién sabe realmente, sino solo Dios, quién es justo y quién es pecador?
También tenemos que abrir los ojos a la gracia que puedan ocasionar aun el pecado y los males físicos. Pues, ¿no es cierto que no hay mal que por bien no venga? Y, ¿ no abunda tanto más la gracia cuanto más se multiplica el pecado?
Abrir todo lo que somos a Jesús
Sí, Jesús, el que mira como Dios, quiere que los que nos decimos discípulos veamos con sus ojos, sintamos con su sensibilidad, juzguemos con sus valores. Quiere decir esto que, entre otras cosas, no hemos de estar demasiado seguros de nosotros mismos. De las ideas que valoramos, de las formas de pensar y hablar, en particular, de Dios y sus planes. De cómo miramos y tratamos a los que sufren, dado que, al igual que Job, no conocemos como Dios. Estar demasiado seguros quiere decir correr el riesgo de excluir a los demás, mientras nuestro Maestro quiere que seamos uno todos.
No, no hemos de afirmar que todo nos lo sabemos. Que no digamos que vemos, para que así no persista nuestro pecado. Mejor que nos admitamos débiles, pobres, ciegos. Y que oremos a Jesús diciéndole: «¿Qué harías si estuvieras en mi lugar?» (SV.ES XI:240). Y mejor también que le dejemos escrutarnos. Pues no hay duda de que él nos ayudará y hará que comamos y bebamos de la mesa de su palabra, y de su cuerpo y sangre.
Señor Jesús, concédenos abrir a ti todo nuestro ser para que seamos al igual que tú en nuestro modo de ver, sentir y juzgar.
19 Marzo 2023
4º Domingo de Cuaresma (A)
1 Sam 16, 1b. 6-7. 10-13a; Ef 5, 8-14; Jn 9, 1-41
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