El papa Francisco ha publicado varias Cartas Apostólicas1 sobre los laicos, la vida, la familia y la justicia, entre otras. Entre estas se encuentra: Totum amoris est (26 de diciembre de 2022) con la que celebra el IV centenario de la muerte de san Francisco de Sales. A la publicación de esta nueva Carta Apostólica “Todo Pertenece al Amor”, una pregunta se impone: ¿por qué los vicentinos deberían leer y profundizar esta Carta?
A mi modo de entender, hay tres razones mayores para que los vicentinos lean y mediten la carta ya mencionada. Primera razón: por ser parte del magisterio ordinario de la Iglesia. Es decir, la enseñanza actual de la Iglesia. No obstante, para evitar cualquier tipo de abuso, la Constitución Dei Verbum sobre la Divina Revelación nos recuerda que “El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído” (DV 10). Por esta razón, los vicentinos, recordando, la palabra de Cristo a sus Apóstoles: “El que a vosotros escucha a mí me escucha” (Lc 10, 16; cf. LG 20), deberían recibir con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan de diferentes formas2. Pero, ¿por qué deberían recibir con docilidad la enseñanza de la Iglesia? Hay que hacerlo porque “Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces que iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta, nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe3”. En resumen, podemos afirmar que los vicentinos deberían leer y profundizar la carta, porque, el Magisterio de la Iglesia tiene como finalidad: contribuir eficazmente en la salvación de sus almas y en sus crecimientos en la inteligencia de la fe (cf. DV, 10,3).
Segunda razón: por ser una carta que hace referencia a la herencia espiritual legada por san Francisco de Sales, obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia. Verdadero pastor de almas hizo volver a la comunión católica a muchos hermanos que se habían separado de ella y con sus escritos enseñó a los cristianos la devoción y el amor a Dios. Fundó, junto con santa Juana de Chantal, la Orden de la Visitación, y en Lyon entregó humildemente su alma a Dios el 28 de diciembre de 1622. Durante toda su vida, se distinguió por decir la verdad con elegancia y sin herir a nadie, por escribir y hablar con tanta delicadeza que nadie se sentía molesto; un escritor y orador que no buscaba el morbo sino la transmisión de la simple y llana verdad evangélica. Y supo comunicar la idea de que todo lo auténticamente humano es cristiano. Fue un humanista de pies a cabeza. Con razón, fue inmensa la influencia de su vida y de su enseñanza en la Europa de la época y de los siglos siguientes. Su figura produce una impresión de extraña plenitud, demostrada con la serenidad de su búsqueda intelectual, pero también en la riqueza de sus afectos, en la «dulzura» de sus enseñanzas que han ejercido gran influencia en la conciencia cristiana. De la palabra «humanidad» encarnó distintas acepciones que, hoy como ayer, puede asumir este término: cultura y cortesía, libertad y ternura, nobleza y solidaridad4.
Tercera razón: por el aprecio personal que tenía Vicente a Francisco de Sales. Un aprecio que fortaleció más cuando los dos se encontraron personalmente. En octubre de 1618, Francisco llega por tercera vez a París. Será en esta ocasión, según Abelly el primer biógrafo de san Vicente, cuando Vicente de Paúl va a tener la oportunidad de conversar e intimar directa y largamente con el santo Obispo de Ginebra. El Francisco que encontró Vicente: un Francisco de Sales que, según su propia confesión, ya iba declinando su vida hacia la vejez, pero, sobre todo, llega un obispo que ha plasmado en su vida el modelo delineado por el Concilio de Trento, y un santo que desborda amor de Dios en el trato personal e irradia ese amor en el corazón de sus interlocutores. Su figura suscita admiración y reconocimiento universal, desde la gente sencilla de su diócesis hasta el grupo elevado de numerosos espirituales que se esfuerzan por la renovación de la Iglesia en Francia. La misma nobleza y Corte Real se disputan su presencia5. Durante este periodo, nuestro Vicente como tantos recibió consejos y orientaciones, charlar y predicación de este maestro que recogió en sí lo mejor de las enseñanzas y de las conquistas culturales del siglo que terminaba, reconciliando la herencia del humanismo con la tendencia hacia lo absoluto propia de las corrientes místicas6.
San Vicente como otros de su tiempo conocía probablemente al santo obispo “por su doctrina espiritual, ampliamente divulgada a través de la publicación en 1608 de la Intro- ducción a la “Vida Devota”, que, según confiesa el mismo Francisco, “ha sido muy bien acogida en Francia”, y seguramente también a través del “Tratado del Amor de Dios”, cuya primera edición es de 16167. De san Francisco, dirá Vicente el 17 de abril 1628: “muchas veces me honré con el trato de Francisco de Sales” También, “basándome en el trato familiar con que me honró, que abriendo conmigo su corazón me dijo una vez que, cuando predicaba, se daba cuenta de que alguno le movía interiormente”. Ciertamente, el aprecio era reciproco entre los dos. De tal forma que Francisco de Sales depositaba mucha confianza en san Vicente. La confianza del santo Obispo era tal, cuando buscaba un hombre de virtud y de gran caridad, y, además de eso, de doctrina y de experiencia para asumir el cargo de Padre espiritual y Superior de la Congregación que el mismo había fundado, no dudo en elegir a Vicente. Según Abelly (1664), “el Bienaventurado Francisco de Sales, dotado de gran discernimiento de espíritus, y la dignísima Madre de Chantal, inteligencia tan preclara, hayan juzgado que el Sr. Vicente fuera el más digno y el más capacitado para aquel puesto, y a quien pudieran confiar lo que les era más querido y precioso en el mundo”. Con razón se preguntaron algunos: ¿qué sentiría el Sr. Vicente, ser apreciado y alabado por una persona que es a su vez muy digna de alabanza? Como vicentinos, hoy damos razón al santo obispo. No se ha equivocado en atribuir al Sr. Vicente tan gran alabanza.
La admiración y veneración que Vicente de Paúl llegó a profesar a san Francisco de sales, creció de día en día. Recordó Vicente: “Cuando repaso en mi mente las palabras de este siervo de Dios, excitan tanto mi admiración que me muevo a creer que ha sido el hombre que mejor copió al Hijo de Dios, mientras moró en esta tierra”. Su encuentro con Francisco de Sales intensificó el esfuerzo de mejorar su temperamento que era según Abelly “de natural bilioso y de un temperamento vivo y, por consiguiente, muy inclinado a la cólera8”. Abelly cuenta que la primera vez que el Sr. Vicente vio a Francisco, “reconoció enseguida en su aspecto, en la serenidad de su rostro, en la manera de tratar y de hablar una imagen muy clara de la mansedumbre de Nuestro Señor Jesucristo, que le había ganado el corazón”. De hecho, más tarde, Vicente exhortó a sus misioneros uno de los libros más leídos de la edad moderna, “la Introducción a la vida devota de Francisco de Sales”. El documento con el que el Papa Pío IX, más de dos siglos después, lo proclamó doctor de la Iglesia insiste en esta ampliación de la llamada a la perfección, a la santidad. En él se dice: “la verdadera piedad ha penetrado hasta el trono de los reyes, en la tienda de los jefes de los ejércitos, en el tribunal de los jueces, en las oficinas, en las tiendas e incluso en las cabañas de los pastores9”
Estas son las razones por las que les invito si todavía no lo han hecho, a leer y meditar la Carta Apostólica “Todo Pertenece al Amor” del papa Francisco en el IV centenario de la muerte de san Francisco de Sales, un gran amigo de los vicentinos.
P. Jean Rolex, CM,
Fuente: https://cmglobal.org/
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1 Para conocer más las cartas, consulten: Cartas Apostólicas del Papa Francisco. Recuperado de https://www.vatican.va/.
2 Catecismo de la Iglesia Católica, número 87
3 Catecismo de la Iglesia Católica, numero 89
4 Benedicto XVI (2011). Catequesis sobre san Francisco de Sales. Recuperado de https://www.vatican.va/.
5 Cf. López Maside, José Mª (2008). SAN VICENTE DE PAÚL Y SAN FRANCISCO DE SALES (II). Recuperado de https://vincentians.com/.
6 Cf. Benedicto XVI (2011). Catequesis sobre san Francisco de Sales. Recuperado de https://www.vatican.va/.
7 Cf. López Maside, José Mª (2008). SAN VICENTE DE PAÚL Y SAN FRANCISCO DE SALES (II). Recuperado de https://vincentians.com/.
8 Luis Abelly (1664). Vida del Venerable Siervo de Dios Vicente de Paul. Fundador y Primer Superior General de la Congregación de la Misión. Ed. CEME, Salamanca
9 Pio X (1877). Breve Dives in misericordia. Recuperado de https://www.vatican.va/.
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